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Entrevista
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Kianny Antigua: “He aprendido que nada tiene más valor que el texto mismo”

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Kianny Antigua: “He aprendido que nada tiene más valor que el texto mismo”
Kianny Antigua, escritora. (FOTO: FUENTE EXTERNA)

Kianny Antigua, joven, entusiasta y vigorosa escritora de la diáspora dominicana residente en los Estados Unidos, vive su destacada carrera literaria con intensidad y mucha entrega.

Y aunque tiene dominio del inglés y es traductora, se siente comprometida con la escritura en su lengua nativa, el español, que le ha servido para publicar una docena de cuentos infantiles, escribir poesía y narrativa para adultos y ganar en buena lid dieciséis premios literarios, toda una proeza.

En estos tiempos difíciles marcados por la pandemia del coronavirus, con la franqueza que la caracteriza y su gentil apertura, ella ofrece sus perspectivas sobre varios temas relacionados con sus vivencias en el campo literario.

—¿Qué le desafía actualmente como escritora de las últimas promociones literarias?

Escribir una obra que hable por sí misma; tocar puertas, lidiar con el rechazo, con la crítica o, por el contrario, con que nos ignoren; navegar en el megamundo de los avances tecnológicos y los mil y un medios de autopromoción. Con la tecnología al alcance de las yemas de nuestros dedos, cualquiera que punche un teclado se considera escritor, cualquiera con dinero suficiente se publica un libro. Sin embargo, creo que el desafío mayor sigue siendo el mismo de antaño: ¿puedo escribir algo que llegue, algo capaz de cambiar el rumbo de las letras, un texto con el poder de sobrepasar el juicio del tiempo

—¿Residir y trabajar en los Estados Unidos le ha influido en su escritura?

Inevitablemente. Una vez escuché a un escritor decir que “se escribe de lo que se sabe, de lo que se conoce”. Incluso cuando hablamos de cosas ficticias, debemos basarlas en lo que conocemos: extraterrestres, ¿con o sin ojos?, pues sabemos qué son y para qué ojos. Yo no creo que hubiera podido hablar con derecho de los colores del otoño, de no haber experimentado su malgama; escribir de la mirada escéptica de un venado e, incluso, del negro azabache de un oso, con la misma verosimilitud, de no haberlo visto. Como si mi existir fuera un mapa, mi vida se resume en dos puntos geográficos: el de aquí y el de allá. Allá nací, crecí, creé lazos familiares y de amistad irrompibles; aquí me hice mujer, madre, escritora. Ese todo, ese there and here debe escaparse de mí y formar parte de mis letras, quiera yo o no, porque no solo es lo que sé y conozco, sino también lo que soy.

—¿Seguirá siendo el español su lengua preferida para escribir?

En absoluto. Aunque tenga ya más tiempo viviendo de este lado, toda mi vida se desarrolla alrededor del español: mi familia, mi hogar, mis trabajos (como profesora y como traductora) y una de mis mayores pasiones y placeres que, como han de saber, es la escritura.

—¿Qué significa vivir en la diáspora para usted?

Al leer esta pregunta, cierro los ojos y veo un árbol flotando, con raíces en los pies y en el pelo...

pelo crespo
insurrecto y rebelde
pelo que no teme
a la lluvia
y que, como las llamas,
se eleva
y echa
raíces
en el viento.

—¿Cómo empezó su carrera literaria y qué tanto la reta?

Empezó sin imaginármelo, pero cuando escribí mi primer cuento (un cuento malísimo que nunca publiqué, titulado “Hastío”, basado en la canción de La Sophy, supe que no había vuelta a la página. Estaba tomando mi primera clase de español en la universidad y recuerdo que tuvimos que leer una antología, La pluma mágica, que incluía cuentos de Borges, Castellanos, Poniatowska, Stavans, García Márquez, Godorischer, Benítez-Rojo y Cortázar, entre otros, y hubo cuentos que me deslumbraron, sin duda y en especial el de Cortázar, “Cambio de luces”. Pero no fueron los cuentos que me impresionaron los que apretaron el gatillo. No, fue uno que no me gustó el que me motivó a escribir. Imagino que me dije, “si ella pudo, yo puedo”. Desde entonces el reto es constante y para conmigo misma. Después de terminar la carrera de Administración de empresas, inicié una licenciatura en Español y consecuentemente una maestría en Literatura hispánica, consciente de que si iba a escribir, debía manejar y pulir mi instrumento principal: la palabra escrita.

—¿Qué temas o sensaciones la motivan a escribir?

Todos, en especial los reales, los que nos tocan y llegan a tuétano, independientemente de que escriba narrativa o poesía, para adultos o para los más chiquitines.

—¿Cómo observa a esta humanidad impactada por la pandemia del coronavirus?

Esta vaina nos afecta a todos, arriba y abajo (más abajo, sin duda), con o sin el virus. O de esta salimos siendo mejores personas, menos superficiales, menos egoístas, o no habremos aprendido un carajo.

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Infografía
La escritora Kianny Antigua. (FOTO: FUENTE EXTERNA)

—¿Algunos escritores le han trazado algunos caminos o servido de ejemplo?

Por supuesto y lo han hecho tanto en persona como a través de sus letras, muchos en vida, otros ya no, de cerca y de lejos e incluso habiendo hablado lenguas distintas a las que manejo. Ahí recae la magia de la lectura. Para aprender, solo hay que estar dispuestos; se aprende hasta de lo que no nos gusta.

Ahora bien, yéndome un poco más a lo personal, he tenido la dicha que contar con gente muy ducha en el arte de la escritura que ha sabido lidiar con mi testarudez (¡porque soy impulsiva y terca como una mula!) y me han iluminado en muchas, en tantas ocasiones. A esas personas les estoy y estaré agradecida infinito.

PD: Ni loca mencionaría nombres, porque luego me sentiría fatal si llegara a dejar a alguien fuera.

—¿Ha pedido y escuchado consejos para escribir o ha seguido sus intuiciones?

Sí, he escuchado muchos: “Muestra, no cuentes”; “Usa los puntos (seguido y aparte) para darle fuerza a la oración”; “Los diálogos son muy valiosos, no los desperdicies hablando sandeces”; “Esta es la forma...”; “Aquella es la forma...”; en fin, muchos consejos que hasta cierto punto y en ocasiones específicas tienen mucho valor. No obstante, he aprendido que nada tiene más valor que el texto mismo y lo que este te exija. El texto termina pidiendo o no descripciones, exigiendo o no puntos, extensión, voz narrativa, técnica, desenlace. Yo sé que siempre habrá alguien que sepa más que yo y que pueda darme un buen consejo, como que “la experiencia se adquiere leyendo y escribiendo”, pero, ante todo, escucho el texto mismo.

—¿Qué espera de la literatura?

Yo a la literatura solo puedo agradecerle. Me ha dado más de lo que hubiera podido vislumbrar. La literatura (lectura y escritura) me ayuda a respirar.

—Y usted, ¿qué piensa darle a la literatura?

Yo quisiera poder seguir sirviéndole de vasija. Motivar a otras personas (grandes y chicas) a encontrar en los libros puertas, ventanas, alas, espacio, aliento, sublimación.

—¿Con qué sueña como narradora y poeta?

Con que las ganas de escribir no me abandonen; que lo que escriba me siga llenado de gozo y que, eventualmente, sirva para algo, que transmita algún sentimiento. Eso bastará.

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—¿Se entristece o se alegra cuando escribe? ¿Cuáles son sus sensaciones?

Por lo general me alegro. El día se me llena de una dicha íntima, de un respiro hondo, como quien ha dejado caer un gran tronco. Aunque, ha habido algunas ocasiones en las que me ha quedado una angustia; cuando eso pasa, es importante que vuelva al texto, que revise, que edite con mayor detenimiento. Cuando eso pasa es como si el tronco se hubiera roto y me hubiera dejado la espalda clavada de astillas.

—¿Qué le diría a un aspirante a escritor que nunca hiciera?

Que no descuide su arte, su destreza, ni deje a un lado su pasión. Siempre habrá gente que desprecie y subestime nuestro trabajo, por motivos que cuelgan de ambos lados de la balanza, siempre; así que está en nosotros creer, crecer, dar el salto. En el oficio de la escritura, nosotros somos nuestros mayores verdugos.

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