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Historia dominicana
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La anécdota del Trío Matamoros y el ciclón San Zenón, 88 años después

La canción trascendió tanto como la tragedia misma

SANTO DOMINGO. El 3 de septiembre de 1930, hace ya 88 años, un fenómeno natural devastó la capital dominicana: el ciclón San Zenón.

Su furia devastadora afincó al entonces recién juramentado presidente de la República, Rafael Leónidas Trujillo Molina, tras unos turbios comicios, en la codiciada silla del escudo dorado del Palacio Nacional.

El Jefe, que para la fecha en el imaginario de los dominicanos no era más que una ficha huraña en las esferas del poder, lo capitalizó, sembrando así en el sentir popular las raíces del inicio de su nefasta Era.

Cuando San Zenón tocó La Hispaniola se creyó que se trataba de un fuerte aguacero, de una vaguada, de una tormenta... Pero aquellos eran los vientos de una catástrofe que acabó con la vida de más de cuatro mil dominicanos, dejando, además, un saldo de 20 mil heridos.

Pero hubo un hecho que trascendió tanto como la tragedia misma. El Trío Matamoros, uno de los más conocidos grupos de intérpretes de boleros y son de Cuba, se encontraba en la ciudad de las casas de madera y de techos de palma y de zinc que padecía –todavía– la migración rural de la década de los 20’s.

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Infografía
Fotografía de archivo del Trío Matamoros. (CORTESÍA DEL BLOG ‘ENMITRINCHERADELUCHA’.)

El año pasado, el periodista Alfonso Quiñones rescató, en la voz del fenecido Alberto Mugercia, un destacado musicógrafo cubano, lo que a éste último le contó sobre lo sucedido nada más y nada menos que el líder de la agrupación, Miguel Matamoros:

En su artículo “Los huracanes en música, literatura y arte: de Matamoros a García Márquez”, Quiñones escribió lo siguiente:

“Alberto Mugercia, un destacado musicógrafo cubano ya fallecido, contó a quien redacta una tarde de inicios de los años 1990, en el Bar Hurón Azul de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, lo que Miguel Matamoros le había contado a su vez a él: la historia del son El Trío y el Ciclón, que alcanzó gran popularidad en su tiempo”, reza la historia, publicada en este medio el 3 de septiembre del 2017.

Sucede que el trío –redactó Quiñones– (Ciro, Miguel y Cueto) estaba quedándose en una casa del barrio de San Carlos, cuando comenzaron las ráfagas de viento y la lluvia, y tanto fue el pavor, que los tres se metieron en un fogón de aquellos coloniales, y colocaron un zinc a manera de puerta de adentro hacia afuera. Allí pasaron la noche. A la mañana siguiente sin haber podido pegar un ojo, con las primeras luces del día, salieron del improvisado refugio, viendo que alrededor no había ni casas ni nada, y que todo había sido arrasado y ellos se habían salvado milagrosamente dentro de aquel fogón.

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