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León David: “Quería desde muy temprano ser hijo de mis propias obras”

El autor ha sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura 2020 por la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura

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León David: “Quería desde muy temprano ser hijo de mis propias obras”
León David, Premio Nacional de Literatura 2020. (FOTO: PEDRO BAZIL )

León David, Premio Nacional de Literatura 2020, expresa su regocijo por este gran reconocimiento a su dilatada trayectoria y se propone no dormirse en las ramas y continuar escribiendo.

El poeta, narrador y ensayista, también dirige su aguda mirada a sus inicios y explica lo que quiso ser desde entonces: hijo de sus propias obras; no cobijarse bajo la frondosa sombra de su padre, el notable intelectual Juan Isidro Jimenes Grullón, ensayista, historiador, médico, filósofo, educador y político dominicano, nacido en 1907 y fallecido en el 1983.

León David (seudónimo de Juan José Jimenes Sabater) está siempre dispuesto a la auto exploración interior y respondió varias preguntas para Ruta de Letras, de este medio.

Acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura. ¿Cómo se ha sentido después de que se anunciara este reconocimiento?

Regocijado, naturalmente, agradecido al jurado que tomó esa decisión y sorprendido también porque, la verdad, no me lo esperaba. Me cayó de sorpresa como un chaparrón tropical. Nunca he escrito para ganar premios, pero un galardón de la importancia de éste me estimula y alienta..., que es, por descontado, lo que las premiaciones literarias persiguen

Se le conoce como poeta y ensayista, pero también es narrador. ¿Con cuál faceta se ha sentido más identificado y qué ha querido lograr?

La creación literaria trasciende la útil y necesaria pero esquemática división de géneros. Soy poeta cuando escribo ensayos o abordo la crítica, crítico y ensayista cuando narro, narrador cuando me sumerjo en la obra dramática y dramaturgo cuando me aboco a la poesía. El arte de la palabra es uno y esa unidad es la que confiere su calidad y talante a cuanto brota de mi pluma. Mi pluma soy yo y, por tanto, nunca dejo de ser León David en mi más pura esencia y de sentirme unido a lo que escribo cualquiera que sea el género por el que haya escogido transitar.

¿Recuerda cuándo escribió su primer texto literario? ¿Qué sintió?

Mi primer texto literario fue una obra de teatro que vio la luz cuando tenía nueve o diez años de edad en la escuela primaria de Santa Clara, en Cuba, donde estudiaba. Su tema era, si la memoria no me traiciona, de carácter histórico con el prócer independentista Antonio Maceo como protagonista. Fue representada ante los padres y alumnos de ese centro escolar, anexo a la universidad de dicha ciudad de la provincia de Las Villas, en el marco de las actividades organizadas para las efemérides patrias. Fui ruidosamente ovacionado y aquello me llenó de orgullo, lo cual es comprensible, y posiblemente también, gajes de la inmadurez, de vanidad.

Siendo hijo de un reconocido intelectual, como fue Juan Isidro Jiménes Grullón, ¿hubo influencia en su infancia y niñez del ambiente que rodeaba a su padre, del peso de su figura?

Innegable y benéfica influencia de la que tengo mil razones para sentirme afortunado y agradecido. Me crié, junto a mis hermanos, en un hogar que era primero biblioteca y luego casa en la que se vivía. El ejemplo de mi padre por entero consagrado a los afanes de pensador sentado desde la madrugada ante su máquina de escribir, y de mi madre declamando poemas de los grandes aedos hispanoamericanos son escenas que me impactaron profundamente y que nunca se borrarán de mi memoria. En buena medida soy quien soy gracias a ellos, gracias al ambiente volcado hacia los empeños del espíritu en que crecí. Porque se puede nacer con talento, pero si la simiente de la creatividad no cae en tierra fértil posiblemente degenerará y los frutos que entregue a la sociedad serán mostrencos.

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Infografía
El escritor León David, en su biblioteca. (FOTO: PEDRO BAZIL)

Usted es conocido como León David. ¿Por qué eligió este seudónimo? ¿Quería distanciarse del prestigio intelectual de su padre?

Efectivamente. En principio de eso se trató. Yo no quería valer por ser hijo de mi padre; quería desde muy temprano ser hijo de mis propias obras. Tal la razón del pseudónimo que, por cierto, terminó desalojando el que mis progenitores me pusieran, y ahora, salvo familiares e íntimos amigos, la gente me conoce y llama León David.

Ha sido fiel a su vocación literaria durante décadas. ¿Qué cree que le ha aportado ser escritor?

Aparte de muchos dolores de cabeza y escasos emolumentos, la satisfacción de hacer lo que me gusta y para lo que creo haber nacido. Al escribir me he ido paulatinamente descubriendo a mí mismo, he podido dialogar con los distintos y a veces antagónicos yoes que en mi fuero íntimo conviven, no siempre de manera apacible, y he podido, con el paso de los años, dar tregua a las pasiones tóxicas que envenenan el alma de todas las personas, sin exceptuar a los artistas y escritores.

Si no hubiese sido escritor, ¿qué otra carrera le hubiese gustado emprender?

Filósofo, paleoantropólogo, historiador.

¿Cómo percibe en la actualidad el país de las letras dominicanas?

Una vorágine de publicaciones, pero poca calidad y burdo tratamiento del lenguaje. Con excepciones, claro está, nos hallamos a leguas de distancia de los escritores que desrrollaron su labor en los años cuarenta y cincuenta. Mucha literatura light, mucho erotismo de pacotilla y mucha vulgaridad.

¿Qué tenemos, qué nos falta?

Lo que tenemos: talento de sobra. Lo que nos falta: educación y disciplina. Tenemos imaginación y temas a granel que la realidad nos pone ante los ojos. Falta que nos dediquemos día tras día a bucear en el mar profundísimo de los clásicos, de lo mejor que ha producido la tradición literaria de Occidente.

Después de obtener este importante galardón, ¿qué más le gustaría seguir haciendo como escritor?

Una sola cosa: escribir.

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