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Los padres no tienen quién les escriba

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Los padres no tienen quién les escriba
Domingo Caba Ramos.

“Dime papá, ¿por qué se secan las flores?,

¿de dónde vienen las lluvias?,

y ¿por qué sale la luna?,

cuando me voy a acostar...”

(Manuel Alejandro)

¿Conoce usted, amigo lector, un himno a los padres? ¿Conoce usted, aunque sea un solo poema famoso dedicado a los padres?

Aparte del ya clásico “Viejo, mi querido viejo”, popularizada por Piero, “Pregunta a pregunta”, compuesta por Manuel Alejandro e interpretada magistralmente por Rafael de España, y “A mi padre”, compuesta e interpretada por José Luis Perales, ¿conoce usted, amigo lector, otras canciones famosas, nacional e internacionalmente, inspiradas en el padre?

Indiscutiblemente que en el ámbito de la creación literaria, el padre, contrario a los que ocurre con la madre, históricamente ha sido el gran olvidado, el gran excluido.

Quizás se deba tal marginación a la conducta irresponsable mostrada por muchos progenitores en el cumplimiento de sus deberes paternos. Probablemente tenga que ver con la imagen rígida, autoritaria fuerte y correctiva como tradicionalmente ha sido concebido el padre, percepción que podría convertirlo en una figura poco inspirable. O tal vez se deba a que su desempeño, por más eficiente y cariñoso que resulte, siempre será opacado por el amor, ternura, entrega y papel trascendental desempeñado por la madre.

Vale aclarar, sin embargo, que esa imagen patriarcal, represiva y autoritaria que antes teníamos del padre, ha cambiado sustancialmente en los tiempos posmodernos. Hoy nos encontramos con padres más amorosos, tiernos y mucho más conscientes de sus responsabilidades familiares. Padres que en ocasiones desempeñan también el doble papel de padre y madre. Pienso que esos padres también merecen que exista alguien que les escriba.

Desafortunadamente tenemos que reconocer que en la acera opuesta están los otros: los padres charlatanes e irresponsables, especie de briosos sementales, varracos o machos cabríos destinados exclusivamente a engendrar, “pintar” o “lanzar muchachos al mundo” a sufrir o padecer los más diverso tipos de calamidades. Padres que erróneamente entienden que los deberes de manutención con su niño terminan cuando terminan las relaciones conyugales con la madre de este. Esos padres no merecen que aparezca alguien quien n les escriba.

Uno de los pocos poetas dominicanos que ha sabido recrear en versos, el amor, nobleza y ternura del padre, fue nuestra gran Salomé Ureña. De ella trascribimos y dedicamos a los auténticos padres, su ternísimo y nostálgico poema “Tristezas” (1888), el cual refiere cómo sufría el entonces niño Pedro Henríquez Ureña (1884 – 1946) ante la ausencia de su progenitor, el médico, poeta y escritor, Francisco Henríquez y Carvajal (1848-1952), en el momento en que este se encontraba en París cursando una especialidad relativa a su carrera:

Tristezas

«Nuestro dulce primogénito,

que sabe sentir y amar,

con tu recuerdo perenne,

viene mi pena a aumentar.

Fija en ti su pensamiento,

no te abandona jamás,

sueña contigo, y despierto,

habla de ti nada más.

Anoche cuando de hinojos,

con su voz angelical,

dijo las santas palabras,

de su oración nocturnal.

Cuando allí junto a su lecho,

sentéme amante a velar,

esperando que sus ojos,

viniese el sueño a cerrar.

Incorporándose inquieto,

cual presa de intenso afán,

con ese acento que al labio,

las penas tan sólo dan.

Exclamó como inspirado,

“¿Tú no te acuerdas mamá?

¡El sol ¡que bonito era,

cuando estaba aquí papá! »

(Salomé Ureña de Henríquez)

El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura

dcaba5@hotmail.com

El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com