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Los perritos del Circo Hnos. Suárez

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Los perritos del Circo Hnos. Suárez
Tres perritos en patineta, en el show circense.

Desconfío de los defensores demasiado selectivos. Hay quienes sólo en primavera defienden a las mariposas esmeraldas de Borneo. Los hay que interceden por las lechuzas cara de ceniza y otros por el furtivo solenodonte que tiene hábitat en la Isla de La Hispaniola.

Hay quienes, en cambio, y de manera muy selectiva, se han dado a defender a los perritos del circo Hermanos Suárez, que por estos días, después de hartas dificultades, levanta su carpa en el Malecón, al costado de La Ceniza.

Una sentencia cautelar del Tribunal Superior Administrativo falló a favor del circo en la solicitud de una medida cautelar, que le permitiera el número de los perritos, siempre y cuando no haya maltrato. El acto, para quienes no lo han visto, parece ser más simbólico que el rugido del león Leo, de la Metro Goldwyn Mayer, debajo del cual aparece el lema Ars Gratia Artis (el Arte por el Arte).

Aclaro que soy defensor de los animales, aunque no tengo mascotas. El abuso sea contra un ser humano o contra un animal indefenso es doloroso.

Pero hay algo que no entiendo: ¿por qué se defiende con tanta vehemencia revolucionaria a los perritos, y no se defiende a los delfines, las mantarayas, las aves exóticas, o el tigre siberano del Ocean Word, los delfines del Dolphin Discovery o los leones marinos y tiburones del Dolphin Island Park, ambos de Punta Cana?

¿Por qué no defienden con igual entusiasmo a las serpientes del circo París, o a los caballos del Hipódromo? ¿Por qué no atacan con idéntica presión a quienes diariamente se encuentran en casi todos los resorts del país, con guacamayos, cotorras y monitos de toda índole, para que los turistas se hagan la foto con caras de imbéciles de turno, u obliguen a sus hijos a hacer lo mismo, enseñanza que multiplicará esta práctica?

¿Por qué no se demanda a los ‘padres de familia’ que de pronto interceden en cualquiera de las avenidas capitaleñas con un carretón lleno de frutas o viandas, halados por famélicos caballos, llenos de úlceras y que son azotados en plena vía pública, bajo la mirada de autoridades policiales y miles de personas que pasan por su lado?

Y si vamos a seguir por ese camino, ¿es o no es la domesticación de animales un acto también culturalmente injusto para con los animales?

¿Hemos adelantado mucho más que cuando Pitágoras pensaba que humanos y animales tenían igual tipo de alma y compraba animales en el mercado para liberarlos?

En fin, ¿por qué unos sí y otros no? ¿Cuáles son los intereses?

alfonsoquinones@gmail.com

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