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Entrevista
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Lucía Amelia Cabral: “El libro, modesto o impresionante, es una plataforma de encanto”

Con una dilatada trayectoria, la escritora dominicana ha publicado la novela Zumeca y varios libros de cuentos dirigidos al público infantil

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Lucía Amelia Cabral: “El libro,  modesto o impresionante, es una plataforma de encanto”
Lucía Amelia Cabral, escritora y editora.

A Lucía Amelia Cabral, apreciada como una de las voces más exquisitas de la literatura infantil dominicana, se le iluminan la imaginación y la mirada cuando piensa en las historias con las que busca seducir a sus potenciales lectores.

De su última obra publicada, Zumeca, una ficción sobre el pasado, puesta en manos del público en la Feria del Libro de Madrid del 2019, cuenta que la historia de la cacica la cautivó y la envolvió.

Ella, que comenzó a narrar en la época de la máquina de escribir y sigue haciéndolo en esta revolucionaria etapa cibernética, aprecia que “el libro, modesto o impresionante, es una plataforma de encanto, multivalente, imperecedera y que más allá del anaquel o la mochila”, pervive en el corazón del lector.

La reconocida autora y editora accedió a compartir con Diario Libre los fundamentos de su mundo creativo y su visión sobre otros aspectos del universo literario, campo que la sigue fascinando.

¿Qué puede hacer la literatura infantil en estos tiempos inciertos a favor de los niños?

Escribir, al fin y al cabo, es una expresión de vida y esperanza. Se requiere vitalidad positiva para inaugurar cada mañana. Asunto innegociable, apuesto sí o sí a la fuerza humana, aunque días y circunstancias obliguen a cuestionarme si estoy fuera de contexto. Entonces rehuyo del desánimo, me afinco en las pequeñas cosas y afirmo que no hay sueño inalcanzable... aunque, verdad estadística, no siempre puede ser. Creo que necesitamos dosis de mejor estima, para valorarnos y apoyarnos. Visualizar un mejor destino.

No existen realidades que no podamos revertir. El poder de la voluntad y la acción es casi ilimitado. No tuviera la vida sentido si la superación no existiera. En medio de obstáculos, pesares, horrores podemos descubrir un rayo de luz. Me minimiza concentrarme en errores y desventuras. Prefiero centrarme en la militancia promisoria, en el compromiso moral, que neutraliza el bombardeo que socava y castiga. Me resisto a asumir nuestro presente como callejón sin salida.

Y, a propósito, la literatura es horizonte, refugio para la mirada. En su recta imperturbable, como rutinario acto de magia, aparece el sol cada mañana y se acuesta la luna, a la hora acordada, sean los días tranquilos, sean tristes y preocupantes.

Los más pequeños deben ser lectores complejos. ¿Cómo se logra captar su atención para que no abandonen el texto?

Estoy convencida que si a la literatura para niños se le antojara un día disfrazarse para un encuentro naturalmente divertido, con pastelitos, música y sorpresas, se vestiría de chichigua. ¡Ningún traje mejor! Una chichigua exhibe su creatividad. De la mano de la brisa se alza en busca de su propio vuelo. Tiene pecho de colores, es emoción y buen timón. Su cola bonita, diseñada con muchos chines, es tan juguetona. Una chichigua a un niño le regala ilusión y oportunidad. De pie el niño la sostiene, la mantiene en sus ojos, mientras alucinado la ve pasear a la puerta de las nubes claras. Cuando la llama, entonces tira de la gangorra y ya está. Ella, rebosante su corazón transparente, regresa a él, a su amigo que la encumbra. Ciertamente, trajearse de chichigua además de ser una aventura inolvidable, tiene sus secretos.

El autor, el cuentacuentos, los animadores de lectura tienen mucho que aprender de la chichigua. Su capacidad de domar el aire, su personalidad amistosa, su negativa a escaparse de la mirada de su dueño y su intención de siempre regresar a su destino.

A usted le tiene como un referente en materia de creación de literatura infantil. ¿De dónde extrae los argumentos de sus narrativas y cómo elige la forma de contarlos?

Me gusta la cotidianidad, sus elementos que por decreto designo personajes. Enarbolo la sencillez de las cosas que construyen la esencia de la vida, de la familia, de lo dominicano. La silla de guano, doctor Helecho, Carmelo, pez, músico y bombero, el tomate atleta aficionado de la bicicleta, la nube Baldemira de salud muy delicada, el pajarito pardo y Libertad, nacen en el país de la espontaneidad, donde todo es posible, sobre todo el optimismo. Son amigos queridos y cercanos. Reconozco su piel, su voz, ojos y manos. Pero más que cuerpo tienen alma. Además, no se me dan los monstruos peligrosos, los resoplidos fétidos, los entuertos. Aborrezco la manipulación, el fanatismo de lo fatídico. Prefiero bruñir verdades, heroicidades, sueños. Y los encantos que también tiene la forja diaria.

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Lucía Amelia Cabral muestra su libro Zumeca, en Madrid, España. (FOTO: FUENTE EXTERNA)

¿Qué implicó la escritura de Zumeca, la cacica del Ozama?

¡Zumeca, realidad y fantasía, legado y susurros del río! La ficción histórica exige esmero y honestidad para seguir los pasos de los hechos. Un camino nuevo para mí. Fue un reto. Asomó en la Feria del Libro de Madrid en junio 2019. Todo tiene su tiempo. Zumeca, más tarde que temprano, volverá para caminar por nuestro Santo Domingo antiguo. Es su espacio, domicilio taíno de sus gentes y quereres.

La historia de la cacica me cautivó, me envolvió. ¡Madre del primer hispanoamericano! A sus días, sus sentimientos, su coherencia me arrimé. A través de ella conocí al español Miguel Díaz de Aux. A Zumeca acompañé en sus partos, dormí en la vecindad de su hamaca. Conocí de su entrega, sus ilusiones y desalientos. Estaba allí cuando a su chiquita le nacieron alas. Y aquella tarde húmeda, cuando ella montó en la canoa con destino el mar, quedé desconsolada.

Prestigia mi libro, dirigido al público juvenil, la Zumeca de Pascal Meccarriello. Consigna una mujer poderosa que traspasa el tiempo. Trabajo de un verdadero artista, puntilloso, de innegable cosmovisión. Pascal eleva a Zumeca más allá de los confines del ayer.

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La derecha, Lucía Amelia Cabral en un acto protagonizado por el renombrado poeta Pedro Mir. (FOTO: FUENTE EXTERNA)

¿Cuándo se dio cuenta de que tenía vocación y habilidad para cultivar la literatura infantil?

Mirando atrás, ¡qué osadía mi hay cuentos que contar! Era el año de 1977... una verdadera osadía, sí, en varios sentidos. El texto en una máquina de escribir eléctrica, compañera paciente de muchas jornadas, ella inolvidable y roja, que necesitaba de un ‘núcleo’ con el font deseado. Para que creciera el tamaño de la letra, tuve que optar por el uso exclusivo de mayúsculas y .... con chinógrafo 0.1 nacieron los acentos. ¡Tiempos ha! Arte y diagramación que no adivinaban su futuro digital. Las ilustraciones ligeras, insinuantes, obra de mi hermana Virginia, adrede sin imponer patrones al lector. Páginas aireadas, dignas de historias sin altisonancias.

Hizo camino mi primera publicación. Visitó las escuelas, me regaló el ancho privilegio de leer mis cuentos infinitas veces a públicos muy distintos y también de gozar oírlos en voces frescas, de ver los personajes adquirir vida real en el aula y en el escenario. Voces profesionales además hicieron sus propias versiones. El libro viajó a otros países, sin pasaporte, sin isbn, solo con el cariño por palabras hilvanadas para divertir, crecer y ser feliz. Hace unos años en Lisboa fui invitada a compartir mi experiencia como autora y para mi enorme sorpresa una joven portuguesa, entonces estudiante avanzada de canto lírico, contó que de niña siempre mis historias la acompañaron a la cama, para soñar quizás con Caracolita, o los columpios de coquito.

hay cuentos que contar fue para mí un principio que agradezco a la vida. El acta de nacimiento de mi público amor y respeto por la literatura para niños y jóvenes. También le debo mi incursión en el fascinante mundo de la impresión. Epa, casi olvido, que además me llevó a la tv infantil. Maravillosa experiencia, todas las tardes en Hay tanto que compartir.

¿Cuál de sus obras es la que más satisfacciones le ha dado y por qué?

Cada cosa en su lugar. La satisfacción es la de escribir, de sentir la urgencia, de armar las ideas, elegir la ruta y las palabras. Abrirle la puerta a sus mensajes y ocurrencias. Cada título mío es parte de mi haber querido. E, igual, me ilusiona sobremanera el trabajo próximo y el que vendrá luego y después.

En esta materia, ¿quiénes le han enseñado la mejor manera para conquistar al público infantil?

La vida es aprender y mucho de intuir. Cautivar al niño pide dedicarse y disfrutarlo. Y ese querer dar lo mejor de uno se transforma en esfuerzo imbatible. Si sientes la pasión, un día te das cuenta de que para siempre es tu mundo. Descubres historias, otras te las regala la imaginación. Te enfocas. A lo que cuentas agregas preguntas, signos de exclamación y gotitas de humor, ya sea para invitar a caminar, navegar o volar siempre bajo la claridad del sol. Atrapar la atención del niño, que es tan listo como demandante, es un premio.

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¿En algún momento algún niño o niña la ha desafiado tras leer su narración?

¡Cómo no! Es que ellos dominan el mundo del pensamiento, amén de los afectos y la naturalidad. Tienen claros sus argumentos y conclusiones. De dinosaurios o serpientes, de estrellas o tecnología, de todo saben más que un lápiz amarillo. Un día a un amiguito vibrante y parlanchín le confesé que no podía entender cómo le cabían tantas ideas y tantas historias en su cabeza. Me miró sin entender. –¿Cabeza, en la cabeza?, me interrogó. No, no, yo guardo las historias en mi barriga para alimentarlas.

¿Cuál es su opinión sobre el estado de la literatura infantil en la República Dominicana?

Hoy por hoy, me maravillo del mucho talento al servicio de la literatura para niños y jóvenes. Queda en el recuerdo cuando un pequeño grupo nos reuníamos regularmente, compartíamos nuestros trabajos, nos apoyábamos. La unión es fuerza. Logramos una red de afecto inmutable. También la publicación, en la colección Banreservas, de Huellas de la leyenda, recreando el mito de la ciguapa, cada uno desde su visión y estilo. Logramos también que los premios anuales incluyeran la literatura para niños y jóvenes, con igual categoría que los demás renglones. Mientras, los años han pasado y todos seguimos escribiendo y publicando. Ahora somos más y, por ende, más felices. Saludo de corazón, con admiración, muchos amigos nuevos, verdaderos escritores, con dominio, sensibilidad y dedicación. Son autores con espacio bien ganado.

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¿Cómo le gustaría que percibieran sus historias los lectores de esta época?

Si alguna vez de un texto mío ha podido asomarse una sonrisa, o escaparse por un instante los tempranos colores de la mañana, si a través de mis palabras se ha colado el olor dulce del mango o un puñito de arena tibia envuelto en espuma de mar, me siento grandemente retribuida. Si en mis paginas pendientes lloviznara, crecieran semillas y caminos, te confieso, Emilia, que el contento me haría por siempre muy feliz.

¿Qué tan distintos son los pequeños lectores de ahora con relación a los del pasado siglo?

¡El siglo pasado está tan lejos! La velocidad, la intensidad de los niños de hoy, aun en países como el nuestro con necesidades perentorias irresueltas, es impactante. Google, YouTube, Whatsapp, links, tabletas, juegos virtuales... realidad de lo inmediato, de la conectividad que acerca y aleja.

Recuerdo como a mis hijos les intimidaba aquella versión tridimensional de El fantasma de la ópera en una edición de lujo, pop-up, inspirada en el exitoso musical, que incluía luces y un microchip con la música. Subía la enorme lámpara, abrían las cortinas de la Ópera de París, aparecía la historia de hace 150 años, y el sobresalto in crescendo en el corazón de mis hijos ante el fantasma temible en el espejo. Una historia, una leyenda invitada a la casa de unos niños en Santo Domingo.

Los libros no conocen fronteras. El mundo editorial, en mercados grandes, es portentoso. Arte, ingenio y recursos hacen trascender las historias, sean básicas, breves o para público de unos años más. Libros con textura, otros hasta impermeables, con marionetas dueñas de página, música, con cohete incluido para armar o vara para que el propio niño cada mes se mida de cabeza a pies. El libro, modesto o impresionante, es una plataforma de encanto, multivalente, imperecedera. Más allá del anaquel o la mochila, pervive en el corazón del lector.

¿Bajo qué perspectiva observa a los eventuales lectores?

Con amistad. Respeto. Con el deseo sincero de invitarle a vivir conmigo en mi libro.

¿Existen algunos otros caminos literarios que quisiera explotar?

Del ‘nonsense’ a la novela, ¡amo la palabra!

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