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“Me gusta contar historias que han fermentado en mi memoria”

Guillermo Piña-Contreras

El autor y diplomático no pretende ser un innovador y dice que sólo le gusta contar historias de manera natural y simple como se le cuenta un cuento a un niño.

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“Me gusta contar historias que han fermentado en mi memoria”
El escritor dominicano Guillermo Piña-Contreras, autor De la novela La reina de Santomé. (JHON ESCALANTE )

Con particular mesura, el escritor dominicano Guillermo Piña-Contreras disfruta el éxito literario luego de que su novela La reina de Santomé ganara el Premio Eduardo León Jimenes de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo.

El novelista y ensayista ha explorado la memoria personal y la memoria histórica para crear una obra que se suma a la cosecha narrativa dominicana sobre la Era de Trujillo, y en esta conversación con Diario Libre se adentra en las profundidades de su proceso creativo y proyecta su visión acerca de la novela.

—Mientras escribía La reina de Santomé, ¿imaginaba que iba a obtener el Premio Eduardo León Jimenes de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo?

—No, porque ningún escritor que se respete escribe una obra para participar en un concurso como si jugara un billete de lotería, aunque en todo certamen, además de la calidad de la obra, la suerte juega un papel determinante. La decisión de participar en el concurso la tomé después de publicar la novela. Creo que la batalla de Santomé parece darrme suerte, pues la primera vez que obtuve un premio literario (segundo lugar) fue en 1970 con motivo del 165 aniversario de la famosa batalla y ahora con La reina de Santomé, el premio Eduardo León Jimenes de la Feria del libro de este año. ¡Vaya coincidencia!

—¿Qué le ha sido más gratificante: la buena acogida que algunos críticos le han manifestado a su novela o la de los lectores?

—El crítico literario más severo es el lector y su opinión se manifiesta en la venta de librerías. Me interesa mucho la opinión de amigos que no son escritores ni especialistas en literatura. Ellos representan al gran público y si la lectura de una novela de casi 400 páginas les atrapa quiere decir que la obra se puede exponer a un público mayor. Con la opinión favorable de algunos amigos fue que le entregué al reconocido novelista dominicano Marcio Veloz-Maggiolo el texto dactilografiado de La reina de Santomé con la finalidad que la Fundación Marcio Veloz-Maggiolo la incluyera en su futura “Colección novela” que figuraba entre sus proyectos de publicaciones. Veloz-Maggiolo se entusiasmó al leerla y la obra entró en imprenta en septiembre de 2018. Así La reina de Santomé se convirtió en la primera de la “Colección novela”. La “Colección” entró con buen pie en la literatura dominicana al obtener La reina de Santomé el premio Eduardo León Jimenes de la Feria del Libro 2019.

—¿Antes de escribir la novela se había propuesto transmitir diferentes registros que abarcaran diversas interpretaciones de realidades vinculadas a la memoria personal y a la Era de Trujillo?

—Originalmente el plan era escribir una historia que se vehiculara a través de los cuentos que contaba Chago, un amigo del barrio, en el patio de su casa al caer la tarde. Al redactar el que entonces era el primer capítulo de la primera parte se me ocurrió transportar al 1955 las historias que nos contaba ese amigo de infancia y ponerle como telón de fondo el año del Benefactor, la Feria de la Paz, el reinado de Angelita Trujillo y, para mi sorpresa, recordé que también era el año del centenario de la Batalla de Santomé, lo que me permitió inventarme un reinado en San Juan que me permitiría hacer una construcción en abismo del reinado de Angelita Trujillo. Entonces pensé lo que pudo significar para una comunidad como San Juan la llegada de monjas americanas a ese “pueblo” que hacía poco había sido elevado a la categoría de provincia con el pomposo nombre de Benefactor. El obispo de la recién creada prelatura de San Juan era Thomas Reilly, también norteamericano, que no entendía cómo el liborismo y los curanderos tenían el liderazgo religioso de la región. Reilly se puso como objetivo erradicar el liborismo. Entonces, para hacer verosímil mi historia introduje al abuelo del narrador para que el niño pudiera contar esa historia que en realidad era la de su abuelo, un adulto. Todo eso salpicado con el miedo a expresarse que tenía la población. Miedo a perder el empleo o a “caer en desgracia”, cosas muy frecuentes durante la Era de Trujillo. Para que mi historia fuera coherente y verosímil me serví como referencia real de 1966, el año posterior a la Revolución de abril de 1965, porque entendí que en el país se mantenían aún vigentes los mismos esquemas de conducta y hasta el mismo miedo a expresarse que imperaba en la Era de Trujillo. Todo cambió con la Revolución, por eso me resultó fácil contar 1966 como si fuera 1955. Por otra parte, llamé al narrador “Guillú”, como me llaman mi esposa, mis nietos y algunos amigos muy cercanos para que la historia tomara cuerpo y pareciera verdadera y creo que lo logré con esos efectos de lo real, pues algunos amigos me han reclamado que yo no puedo recordar la Feria de la Paz porque tenía tres años de edad en 1955 y no trece como dice Guillú.

—En La reina de Santomé existe un amplio y rico tejido de pequeñas historias relacionadas con la memoria emocional, la memoria histórica y las vivencias, que le dan un sello muy particular. ¿No temió perderse entre tantos vericuetos en el proceso de escritura?

—No. Tenía un plan que me trazaba el camino. Tanto es así que redacté el párrafo final cuando terminé de escribir la primera parte para seguir el camino sin perderme. A ese párrafo sólo le agregué una oración al terminar la obra, porque sintetiza la novela.

—¿Qué tan fiel es el Guillú narrador-personaje de la novela al adolescente Guillermo Piña-Contreras que vivió en San Juan de la Maguana, influenciado por algunas figuras tutelares?

—En literatura hay que ser auténtico y para eso tenía que no temerle a que pensaran que el personaje narrador, Guillú, y el autor son una misma persona. Si alguien lo ve así creo que he tenido éxito, porque Guillú no existe fuera del mundo imaginario de La reina de Santomé y de las pocas personas que me llaman por ese sobrenombre.

—Sin sus vivencias personales en San Juan de la Maguana, ¿existiría La reina de Santomé?

—¡Claro! En la Era de Trujillo todo era posible. Si coronó a su hija reina de la Paz en medio de un régimen dictatorial viejo de 25 años, ¿por qué no?

Lea la entrevista completa

en diariolibre.com

—¿Cuáles considera que son sus influencias literarias en la narrativa y por qué?

—Siempre he sido un gran devorador de novelas, pero mi obra de ficción le debe mucho a Alain Robbe-Grillet, líder del nouveau roman francés. Mi novela, La casa de Leonor, que escribí a partir de unos dibujos de Inés Tolentino, se me ocurrió luego de leer La bella cautiva de Robbe-Grillet que se basa en obras del pintor surrealista belga René Magritte. También me marcó mucho la lectura de Marcel Proust que es el punto de partida de la novela moderna. Con el nouveau roman me di cuenta de que la novela es al mismo tiempo que la escritura de una aventura, la aventura de una escritura y que para obtener eso hay que explotar todas las posibilidades que nos permite el idioma (español en nuestro caso) y para lograrlo hay que conocerlo, dominarlo, y escribir lo más correctamente posible. De Proust aprendí que la novela no es ya la que escribía Balzac y los autotres anteriores al siglo XIX, que se puede narrar en primera persona sin que la obra sea autobiográfica, a pesar de que muchos lectores consideran En busca del tiempo perdido como la autobiografía de Marcel Proust. Al no considerarla novela André Gide la rechazó cuando Marcel Proust la envió a la editora Gallimard a principios del siglo XX. No pretendo ser un innovador, sólo me gusta contar historias que han fermentado en mi memoria y hacerlo de manera natural y simple como se le cuenta un cuento a un niño.

—Aunque ha publicado otras novelas, como Fantasma de una lejana fantasía (1995) y La casa de Leonor (2007), se le conoce más como ensayista y especialista en la obra de Juan Bosch que como novelista. ¿Por qué?

—No soy especialista de la obra de Bosch, aunque dirigí la edición de sus Obras completas (40 tomos), pero me halaga que se me asocie siempre con Juan Bosch. Aprendí mucho con su obra, en particular a conocer nuestra lengua, escribir correctamente y narrar de manera sencilla, sin fórmulas rebuscadas. Bosch es el dominicano más sobresaliente del siglo XX y me siento muy orgulloso de haber sido su amigo y haber gozado de su aprecio. Espero que La reina de Santomé cambie la visión que se tiene de mi producción literaria.

—¿Cuál cree que es el aporte de su novela a la narrativa dominicana?

—Es muy temprano para saberlo.

—¿Qué le ha aportado el ejercicio del periodismo a su carrera literaria?

—Sólo he trabajado de planta en Diario Libre en donde formé parte del equipo fundador en 2001. Una experiencia enriquecedora porque aprendí a concentrarme y poder escribir en medio del bullicio de una sala de redacción. Siempre quise ser periodista pues los admiraba mucho y me impresionaba que pudieran escribir todos los días de manera correcta. Me refiero a los buenos periodistas. Antes de formar parte de la mancheta de Diario Libre había sido columnista de Última Hora, de El Siglo y Rumbo; luego de El Caribe. Esa experiencia me enseñó a pensar la actualidad y ser un poco más rápido escribiendo, pero cuando se trata de mi obra literaria (ensayo o ficción) me tomo mi tiempo, por eso he publicado sólo tres novelas. El ensayo y la crítica son menos exigentes. Me da mucho trabajo escribir, porque creo que un escritor dominicano, además de escribir correcta y elegantemente, debe dominar su lengua que es el español o castellano como dicen los sudamericanos, catalanes, valencianos, vascos y gallegos.

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