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Pastor Vásquez: “El poder maneja el mito a su antojo, adoctrina en su provecho”

Cree que no se debe promover un enfrentamiento bélico con Haití

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Pastor Vásquez: “El poder maneja el mito a su antojo, adoctrina en su provecho”
Pastor Vásquez Frías, periodista e historiador.

Pastor Vásquez Frías, otrora activo reportero, pertenece a la nueva promoción de historiadores dominicanos que se abre paso, sin estruendos, en ese angosto e influyente ámbito, con obras galardonadas.

Ha publicado varios libros y obtenido prestigiosos reconocimientos como el Premio Nacional de Historia José Gabriel García 2014 por su obra Misiones Dominicanas en Haití y el Premio Nacional de Historia Vetilio Alfau Durán, que otorga el Archivo General de la Nación, por su libro Diplomacia con Haití a Principios del Siglo XX, en dos tomos.

Acerca de su visión de la historia, de su entrada a este campo de la investigación, de su trayectoria y otros aspectos, el autor respondió preguntas para Diario Libre.

¿Cómo vive estos inciertos tiempos del coronavirus como periodista e historiador?

Cuando era adolescente leí la novela Los Novios (I Promessi Sposi) de Alessandro Monzoni, sobre la peste milanesa de 1630. En medio de la epidemia se desarrolla el amor entre Renzo Tramaglino y Lucía Mondella, perturbado por don Rodrigo, que impide el matrimonio. Con las perturbaciones y una recia cuarentena, Renzo huye de Milán a Bérgamo, pero luego de pasada la peste regresa para encontrar a su amada que sobrevivió a la catástrofe. La peste azota a todos, ricos y pobres, y el mismo don Rodrigo termina abandonado y enfermo. Esa novela me marcó, sobre todo por la cuarentena y la situación de miseria a la que esa peste redujo a la población. Si supieras que siempre presentí que algo grande podría venirle a la humanidad. Hoy estoy aprovechando para volver a leer sobre las grandes catástrofes del pasado.

Trabajando calladamente, ha logrado importantes reconocimientos en nuestro país como historiador en un área dominada por un puñado autores muy reconocidos. ¿Cómo lo ha conseguido?

Tal y como lo dices, he trabajado en silencio, he escrito en la soledad de los montes, principalmente en mi comunidad natal, La Ceiba, en la paz de las madrugadas, con mucha disciplina, pero sobre todo con mucha fe y entusiasmo. No lo hice nunca pensando en los premios, lo que sucede es que las oportunidades estaban ahí y las aproveché. Además, cual chiquillo travieso, quería experimentar si mis investigaciones valían la pena, porque no es fácil romper el mito de la logia sagrada en esta sociedad.

Ha estado trabajando mucho con temas históricos relacionados con Haití. ¿Qué lo motivó a elegirlos?

Tú sabes que nací al lado de un batey, en el que mi padre incidía por ser funcionario de la industria azucarera. Así que en mi niñez tuve el privilegio de sentarme alrededor del fuego en esas noches remotas del cañaveral a escuchar historias míticas de tierras lejanas. No sólo me interesé por la historia de Haití sino por la historia universal, por los mitos del pasado, por las leyendas dominicanas y haitianas de otros tiempos. Mi inclinación iba hacia la literatura, pero un naufragio de mi nave mitológica de ilusiones me llevó al mundo de la investigación histórica.

Y a propósito, de acuerdo con sus investigaciones, ¿qué lecciones le deja al pueblo dominicano sus históricas relaciones con Haití?

Una muy grande, no debemos para nada promover el enfrentamiento bélico, para zanjar la diferencia está la fina diplomacia. El último enfrentamiento entre dominicanos y haitianos fue la Batalla de Sabana Larga, el 24 de enero de 1856, en la que el coronel Luis Franco Bidó venció a las tropas haitianas. El 22 diciembre de 1855 el general José María Cabral y Luna había vencido al emperador Faustino Soulouque en la batalla de Santomé, San Juan de la Maguana. Resulta que en 1861, el glorioso general Cabral y Luna, un hombre que la historiografía ha tratado con cierta injusticia, estaba ya en Haití junto al patricio Francisco del Rosario Sánchez, pactando con las nuevas autoridades haitianas, para detener la Anexión a España, un crimen contra la República, orquestado por el traidor Pedro Santana. A la gente se le ha vendido la idea de que luego de la Independencia Nacional del otro lado de la frontera sólo había neblinas y que los dos pueblos no se comunicaban. Tremenda mentira que yo desmonté en mi obra Misiones Dominicanas en Haití (Tomo I, 1866-1876, y Tomo II, 1877-1887). Los generales dominicanos y haitianos no sólo se entendían cordialmente, sino que pactaban con frecuencia para lograr una colaboración ya sea en planes conspirativos en uno y otro país, como para mantener la hegemonía cuando lograban subir al trono. Los documentos están ahí, en el Archivo General de la Nación, siempre estuvieron ahí, yo no me los inventé, sólo los descubrí y lo di a la luz pública, aunque me sigan odiando los extremistas de ambos países.

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Infografía

¿Cómo surge su vocación de historiador y qué tiempo le dedica?

Como te dije antes, fue accidental, porque aunque siempre me gustó la historia, lo que hacía era hacer relatos de la vida campesina, pero un día el director del periódico Hoy, don Mario Alvárez Dugan, que en paz descanse, me pidió hacer una reseña sobre la historia de Haití, con motivos de los 200 años de su independencia, que se cumplía el primero de enero del 2004. La cosa salió bien y entonces me entusiasmé y comencé a investigar en serio.

¿Qué diferencia al periodista del historiador que hay en usted?

Fui un reportero de la calle, un trabajador del periodismo, que sufrió en ocasiones los golpes de esta difícil profesión. Yo soy esencialmente periodista, y creo que hay un puente muy corto entre un periodista y un historiador. La diferencia está en que el periodista por lo regular trabaja para el mundo cotidiano, para reportar la actualidad, pero llega un momento en que cruza al otro lado, hacia las nieblas del pasado. Creo que muchas veces el instinto de investigador nos empuja hacia la historia.

¿Se manipula con la historia?

Claro que se manipula. No quiero acusar a nadie, pero el poder maneja el mito a su antojo, adoctrina en su provecho. Por eso no me gusta esa historia sin documentación, sin ir a las fuentes primarias. En nuestro país se ha gastado mucha tinta y papel en narraciones tomadas de fuentes secundarias. Eso muchas veces se hace por haraganería, pero otras veces hay en esa actitud una forma de manipulación, sobre todo cuando se valen de anécdotas para narrar la historia, y con esto no quiero que se confunda con un menosprecio a la historia oral, que es una buena fuente.

¿Cuáles historiadores han sido importantes en su forja intelectual?

Los principales han sido los escritores dominicanos Emilio Rodríguez Demorizi, un maestro de la historia bien documentada, Bernardo Vega, Emilio Cordero Michel, Ramón Marrero Aristy y Frank Moya Pons. De los escritores haitianos, el que más me inspiró fue el difunto Roger Gaillard, porque era un periodista y sus obras eran verdaderas crónicas históricas, alejadas de la tediosa mezcla con la sociología.

¿Cuáles otros temas le gustaría explorar?

Estoy fascinado con la historia de los trenes. Yo viví los trenes azucareros y recuerdo que mi padre se iba al ingenio en un pequeño tren sin vagones. Yo lo veía partir desde la galería de mi casa y siempre soñé con estar allí junto a él. Quiero investigar las tres épocas de los trenes, la de los primeros trenes de pasajeros, del siglo XIX, la segunda época del siglo XX, y la fascinante historia de los trenes azucareros.

¿Cuáles son los pecados y las virtudes de la historia?

El pecado no lo tendría la historia, sino los historiadores que la manipulan, y la principal virtud de la historia es que nos muestra los malos pasos que hemos dado en la sociedad para no volver a repetirlos.

¿Está garantizado el relevo de nuestros historiadores mayores?

Sí, si supieras que hay muchos jóvenes preparándose, me he sorprendido del interés que hay en la juventud por ese pasado nuestro como pueblo. Sin embargo, la Academia Dominicana de la Historia ha estado haciendo unos diplomados que han concitado un gran interés en las nuevas generaciones. También la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra tiene un doctorado que representa una oportunidad bastante importante para los nuevos historiadores.

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