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Poesía en el jardín, un recital único

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Poesía en el jardín, un recital único
El poeta Carlos Aganzo (FUENTE EXTERNA)

MADRID. El Jardín Romeral de San Marcos es un inmenso bosque ubicado en la ladera de un farallón marino del periodo cretácico. Ese jardín segoviano diseñado por el paisajista uruguayo y restaurador del Real Jardín Botánico de Madrid, Leandro Silva fue el escenario donde se realizó uno de los eventos poéticos más esperados del Festival Hay en la antigua ciudad de Segovia de la comunidad de Castilla y León en España.

Un murmullo de hojas secas me abrieron el camino hasta la falda del Alcázar de Segovia. Los deformes peldaños de las estrechas y empedradas escaleras me condujeron hacia la gruta donde un ligero viento de otoño atravesaba las sombras de los cipreses, hiedras y azucenas que habitan la tierra de ese esplendoroso y milenario laberinto selvático.

Poesía en el jardín. Seis poetas del mundo y un mundo exótico de vegetación me subyugaron esa mañana de septiembre. La otra mitad del silencio se convirtió de repente en poesía cuando la voz del poeta nigeriano Ben Okri irrumpió para mezclarse con el sonido del agua que caía en el estanque octagonal de una de las terrazas medievales.

“Belief should rest on what we know. What we know rest on what we sow”, fueron las primeras palabras dichas en un perfecto inglés londinense con la pasión y énfasis de éste escritor posmodernista del país más poblado de África. Sus poemas son historias que hablan de belleza y de dolor, que claras como el agua salen de la hondura del ser humano para convertirse en muchas voces que se levantan como peces en medio del océano para reclamar justicia, equidad, derechos y libertad.A medida que nos íbamos acercando al ojo escondido de una de las cuevas del jardín un aleteo de aves silvestres se escuchó en medio de la penumbra de esa mañana nublada. El público enriquecía el evento haciéndose parte de esa hermosa travesía poética leyendo a clásicos como Idea Vilariño, Antonio Machado, García Lorca y el caribeño Derek Walcott.

La cueva nos guardó de la lluvia y un poema de amor se transformó en la finalidad del alma. Así dicen los versos de Carlos Aganzo, poeta español y director del diario El Norte de Castilla, el más antiguo de España: “Recuerdo tu ausencia/como un dolor de manos;/una oración que dice:/“La finalidad del alma es el deseo”./Y después, el silencio”.

El eco multiplicó el deseo y multiplicó el silencio. Redobló las palabras que entre risas, historias contadas en versos, el agua que corría entre los árboles, los poemas leídos para todos, el sol que se escondía entre las nubes; entre las nubes que perdieron su agua, y así surgió la poesía. Entre distintas voces y gritos del mundo, entre diversas lenguas amarradas a la vida, entre estanques de peces rojos, de agua cristalina, debajo del árbol del amor, viven los poetas.

Jenny Valantine, José Félix Valdivieso, Dionisio Uría y Christina Ward fueron cómplices y testigos de una mañana que sedujo rostros y sonrisas. Esa mañana cálida y otoñal de un año impar en España fue rastro y memoria, residuo y huella de palabras y significados que guiaron las sendas de lo ignoto y desconocido. Eso es poesía, lo que nos sorprende, lo nuevo, lo inexplorado, lo que vemos y no vemos pero que en su hondura vemos descansar la belleza no sólo de palabras sino de conceptos.

Poesía en el jardín fue una de esas experiencias que no quieres que terminen. Entre el olor a tierra y a romero, a alelís recientemente florecidos y albahaca húmeda; entre hojas que crujen producto del frío de la noche y peces rojos que ven su sombra difuminarse con el sol que se hunde junto a ellos, vivió la poesía. Vivió la poesía para permanecer en mi memoria y en la de todos los que participamos de un recital único y hermoso en un jardín antiguo del viejo mundo.

Segovia y el Jardín de Romeral fueron espectadores exclusivos del encanto que producen las palabras cuando son irremediablemente dichas por la vida.

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Infografía
El poeta africano Ben Okri. (FUENTE EXTERNA)
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