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Sang Ben: apoyo de clase dominante y cualidades determinaron el triunfo del dictador Ulises Heureaux

Historiadores analizaron la vida política, económica, social y educativa de Puerto Plata durante el siglo XIX en un seminario de historia local

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Sang Ben: apoyo de clase dominante y cualidades determinaron el triunfo del dictador Ulises Heureaux
Manuel García Arévalo, María Amelia Finke Brugal y Juan Francisco Payero Briso. (KARINA VALENTÍN/ADH)

PUERTO PLATA. La historiadora Mu-Kien Sang Ben expresó que Ulises Heureaux (Lilís) fue indiscutiblemente una de las figuras políticas más sobresalientes, polémicas y sorprendentes de la historia dominicana, que triunfó en la difícil vida política del país gracias al apoyo recibido de parte de un sector importante de la clase dominante y a sus cualidades personales.

En su texto, “Amor y desamor de Lilís en Puerto Plata”, leído por Edwin Espinal en el Seminario de Historia Local “Puerto Plata: una ventana al mundo en el siglo XIX”, la investigadora indicó que estas cualidades (inteligencia, valentía, liderazgo y capacidad de manipular para poder gobernar un país tan convulsionado) le permitieron a Heureaux vencer las hostilidades políticas y los inmensos obstáculos que se le presentaban.

“Si hurgamos un poco en la vida de esta extraordinaria figura, nos encontramos con una persona de origen humilde, de pobreza casi extrema. Pero estas limitaciones impuestas fueron superadas gracias a sus grandes cualidades”, puntualizó en el cónclave organizado por la Academia Dominicana de la Historia, en el que participaron conocidos investigadores nacionales y locales y concentró un nutrido público.

Sang Ben, quien preside la Academia Dominicana de la Historia, recordó que el dictador era hijo de Josefa Level, santomeña que había inmigrado a Puerto Plata, donde conoció a D’ Assas Heureaux, haitiano, con quien tuvo un hijo natural el 31 de octubre de 1845, el cual fue bautizado con el nombre de Hilario Level, y que años más tarde el padre reconocería bajo el nombre de Ulises Heureaux.

Aseguró que Heureaux pasó su infancia junto a madeimoselle Rose, Roselia Jean Louis, y que, al parecer los padres del niño, vista su precaria situación económica, se lo entregaron a la mujer, quien fue su protectora hasta muy avanzada su adolescencia.

Sostuvo que “la madre adoptiva, al parecer, era una persona bastante instruida, que enseñó al protegido el gusto por la lectura, así como a hablar y escribir bastante bien el francés y el inglés”.

Aseguró que, desde sus primeras actividades en la vida política nacional, Heureaux se destacó como un verdadero soldado, dispuesto siempre a cumplir con las misiones asignadas y que así lo demostró en las postrimerías de la Guerra de Restauración.

Manifestó que la destacada participación de Heureaux en esa lucha fue gratificada primero con el título de “Restaurador”, otorgado a aquellos soldados que lucharon contra el invasor, y que luego fue designado como teniente.

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Vista del público. (KARINA VALENTÍN/ADH)

Lilís gobernando

Sang Ben manifestó que el proceso de desarrollo y expansión de la industria azucarera se dio paralelamente al de consolidación de la dictadura de Heureaux, y que este fue un verdadero representante de esos intereses, y que más aún, pues con el paso del tiempo, él mismo llegó a convertirse en parte de ellos.

“El control absoluto del Estado le permitía al dictador favorecer fácilmente a este grupo mediante la concesión de franquicias para la inversión, o la protección de sus bienes mediante leyes y decretos. Al mismo tiempo, los beneficiarios convertían a Lilís en inversionista gananciosos y propietarios de sus empresas. Así los comerciantes y los azucareros se convertían en acreedores, beneficiarios, sostenedores y defensores de la dictadura”, dijo.

Al aludir a los mecanismos de alianza entre Lilís y el sector comercial-importador-exportador, la historiadora se refirió a la concesión de préstamos a través de las Juntas de Créditos y sostuvo que en los archivos del Ministerio de Hacienda y Comercio se encuentran algunas transacciones y balances de préstamos realizados con las principales compañías de crédito de entonces.

Durante el seminario, Manuel García Arévalo expuso sobre “El propósito de Colón de asentar la Isabela en Puerto Plata y las implicaciones geopolíticas que pudo haber tenido”.

Igualmente, disertaron Juan Francisco Payero Briso, sobre “Puerto Plata: ciudad cosmopolita en el siglo XIX”, María Amelia Finke Brugal, acerca de “Puerto Plata en el siglo XIX, un pueblo peculiar”, y Rómulo Briceño Suero abordó el tema “Puerto Plata: una puerta al mundo para la inmigración en el siglo XIX”.

El historiador Edwin Espinal Hernández, coordinador del seminario, disertó acerca de los “Inmigrantes decimonónicos y su descendencia en la conformación de la oligarquía puertoplateña”; Oscar Zazo se refirió a los “Rasgos de la educación en Puerto Plata en el siglo XIX”, Danilo de los Santos ofreció “Pinceladas socioculturales sobre Puerto Plata durante el siglo XIX”, y Juan Ventura expuso acerca de Gregorio Luperón.

Lo que pudo ser

García Arévalo expresó que al regresar a la isla española en su segundo viaje, Cristóbal Colón constató la destrucción del Fuerte de la Navidad, que había construido en tierras del cacique Guacanagarix.

Dijo que, tras permanecer diez días frente a la Navidad, levó anclas el 7 de diciembre de 1493, y enrumbó hacia el este, con la intención de fondear en Puerto Plata y establecer la villa de La Isabela, en reconocimiento a la soberana que amparó la empresa descubridora.

Relató que al enfrentar condiciones atmosféricas adversas, Colón a duras penas pudo llegar al puerto de Gracia, hoy Puerto Blanco o Luperón, desde donde retrocedió ante la impaciencia de la tripulación, que sobrepasaba las mil doscientas personas, sumada a la fatiga de los caballos y al deterioro y escasez de los avituallamientos traídos de España.

Agregó más adelante que para el colombista italiano Paolo Emilio Taviani, “este angustioso cabotaje por la costa septentrional durante 25 días, desde que Colón zarpó de la Navidad hasta que finalmente se vio obligado a retroceder para dirigirse al a bahía de La Isabela, el 2 de enero de 1494, constituyó para el Almirante ‘el paso de la fortuna a la desgracia’, por las funestas consecuencias que le acarreó”.

Dijo que algunos autores sostienen que desde un primer momento, la intención de Colón fue erigir La Isabela en la desembocadura del río Bajabonico, mientras otros señalan Montecristi como una opción posible por su cercanía al caudaloso río Yaque, al que el almirante llamó “río de oro’”, que a su juicio fue descartada por tratarse de un lugar pantanoso.

Expresó que muy diferentes hubieran sido las posibilidades urbanísticas del primer poblado colombino de haberse establecido los españoles al pie del Monte de Plata, hoy conocido como Isabel de Torres, con su espléndida bahía, en forma de herradura, como la describió el padre Las Casas, y sus tierras “las mejores y las más lindas del mundo, todas campiñas altas hermosas”, como las describió el almirante Cristóbal Colón.

Explicó que tres años después, en 1499, Cristóbal Colón, con su hermano Bartolomé, volvió a reconocer ese lugar con la idea de trazar un poblado, y agrega que fue el gobernador Nicolás de Ovando, en el marco de su política fundacional, quien decidió, en 1502, establecer la villa de Puerto Plata en la costa norte de La Española, con el propósito de mejorar desde este punto septentrional la comunicación de ida y vuelta con España a través del Atlántico.

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El historiador Manuel García Arévalo.

“Mientras tanto ya la Isabela había sido despoblada. Y como avanzada de la monarquía hispánica de las Indias, Bartolomé Colón fundó la ciudad de Santo Domingo, en 1498, en la desembocadura del río Ozama, lo que no dejó de tener graves consecuencias en nuestro devenir histórico -ya que la Nueva Isabela como también se le llamó en un principio a Santo Domingo- se ubicó en la costa sureste de La Española, de cara al mar Caribe, en un lugar que acarreaba serios inconvenientes por estar apartado de la ruta de navegación atlántica y por los escollos existentes en el pasaje de la Mona, que conecta el Caribe y el Atlántico”, manifestó.

Recordó que fue precisamente por la necesidad de contar con un puerto en la costa atlántica, cercano al céntrico valle del Cibao, que los vecinos de Santiago hicieron una petición al rey en el 1732, para que autorizara de nuevo la fundación de Puerto Plata, demolida durante las devastaciones de 1605.

El historiador agregó que es presumible inferir que, de haber logrado Colón su propósito de asentarse en Puerto Plata, el destino de la República Dominicana hubiese sido distinto.

“La estratégica posición de Puerto Plata les habría permitido a las autoridades coloniales ejercer un mejor control del ámbito insular, y no hubieran ocurrido las devastaciones que a principios del siglo XVII asolaron los poblados establecidos en la Banda Norte y el oeste de La Española, con sus trágicas repercusiones socioeconómicas y políticas”, dijo.

Y a continuación argumentó: “De ese modo se habría preservado la integridad territorial, evitando la penetración francesa en la parte occidental, y por tanto, la isla no se hubiese escindido en dos colonias distintas bajo los respectivos dominios de España y Francia. De manera que la actual República Dominicana, al separarse de la dominación española, habría ocupado toda la isla, que hubiera permanecido indivisa desde los tiempos del descubrimiento de América”.

Disertación de Espinal

El historiador Edwin Espinal Hernández afirmó que la élite social de Puerto Plata en el siglo XIX no sólo desarrolló alianzas estratégicas en el orden comercial, sino que también emparentó sus familias, “alcanzando a ser genearcas o antepasadas excepcionales de redes de parentesco multiplicadas con el tiempo y el paso de las generaciones”.

“Mucho antes de la burguesía nacional que se constituyó al amparo de la estabilidad política y los cambios económicos durante el régimen de Ulises Heureaux, ya en Puerto Plata se habían amalgamado inmigrantes, hijos de inmigrantes y nacionales dominicanos, que sucesivamente, de generación en generación, fueron integrándose entre sus mismos descendientes”, precisó.

Dijo que, de sus vínculos iniciales, a partir del comercio importador y exportador, los clubes sociales y el gobierno local, estos clanes pasaron a trabar una complejísima red de relaciones familiares sobre la base de patrones matrimoniales endogámicos y, en algunos casos, consanguíneos, que contribuyó a reforzar su cohesión interna y a sostener en pocas manos variados intereses económicos, políticos y sociales en el transcurso de dos siglos.

Mencionó a varias familias, entre ellas a la Brugal, a su juicio una de las “definitorias de los vínculos genealógicos endogámicos en Puerto Plata”.

Aseguró que su tronco, el catalán Andrés Brugal Montané (Sitges, España 1850-Puerto Plata, 1931) dejó 20 hijos, 16 del matrimonio con Lucía Pérez Pérez (1854-1944) y cuatro de su unión con María de la Encarnación Aranda Quintana.

“A partir de él, cuatro generaciones de Brugal han entroncado con otras familias genearcas de la Novia del Atlántico, como Barrera, Cocco, Plá, Limardo, Arzeno, Loinaz, Kunhardt, Imbert, Hurtado, Ginebra, Finke, Pelegrín, Morales, Puig, Lister, Heinsen, Zeller y Bournigal; de ellas resalta el caso de la Arzeno, descendiente del italiano Sebastián Arzeno, con cuyos miembros se han vinculado hijos, nietos y bisnietos de “Papá Andrés”, expresó.

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El historiador Edwin Espinal Hernández.

Payero Briso

Al referirse al “cosmopolitismo” de la provincia, Payero Briso recordó que el 14 de noviembre de 1865, Puerto Plata fue elevada a Distrito Marítimo, alcanzando una nueva forma de organización social, que trajo consigo el surgimiento de una cultura cosmopolita, expresada en nuevas ideas, valores, costumbres, estilos de vida y tecnologías.

Enfatizó que entonces se logró un importante auge económico y comercial, debido al papel jugado en la producción de tabaco por los pueblos del Cibao, y que el puerto local se constituyó en la puerta comercial para transportar dicho producto a Alemania, en vista de que las personas que comercializaban eran inmigrantes alemanes residentes en Puerto Plata.

“Es a partir de ese nuevo modelo de desarrollo socio-económico y cultural, con la llegada de nuevos inmigrantes y la presencia de nuevas tecnologías, que comienza a configurarse en Puerto Plata, un ambiente cosmopolita”, agregó.

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Juan Francisco Payero Briso (KARINA VALENTÍN/ADH)

Exposición de Zazo sobre la educación

Al referirse a la educación durante el siglo XIX en Puerto Plata, el escritor Oscar Zazo afirmó que el 5 de marzo de 1876 se inaugura la Sociedad-Escuela La Educadora en una casa de Gregorio Luperón, la cual fue la primera escuela dominicana de carácter esencialmente doctrinario.

“Allí Luperón siempre aparecía junto a (Eugenio María de) Hostos, a pesar de su situación política”, ya que “por aquel entonces era considerado el líder de la oposición al gobierno de González”, en sus postrimerías. “Siempre recordarían ambos esos años 1875 y 1876 como una época dorada”, dijo respecto a Hostos y Luperón.

De inmediato agregó: “El ilustre crítico Federico García Godoy, hijo del escritor Federico García Copley, aunque naciera en Santiago de Cuba, desde muy joven se instaló en Puerto Plata, donde se inició en el magisterio. En 1873, padre e hijo se involucraban en un centro que abría sus puertas en la ciudad. Era la Academia de Niñas Santa Rosa, con una capacidad para 12 estudiantes”, dijo.

Expresó, además: “Para el curso 1881-1882 en Puerto Plata ya había 16 centros educativos: Colegio San Felipe, Escuela nocturna San Felipe, Instituto Bolívar, Instituto La Providencia, Escuela nocturna La Providencia, Instituto Guttenberg, Unión Puerto Plateña, El Carmelo, Da. P.R. Westen, escuela de ambos sexos, Santa Teresa de Jesús, La inmaculada, The English School y El corazón de María”.

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Oscar Zazo (KARINA VALENTÍN/ADH)
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