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Soberano: el día después del fin del mundo

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Soberano: el día después del fin del mundo

Partamos del hecho de que esta Gala es un oasis en medio de la disentería posteleccionaria. Partamos de que Edilenia Tactuck es una de las más capaces y talentosas productoras dominicanas de TV, que no tuvo su mejor noche este aciago 31 de mayo. Imaginemos que debido a los cambios de fecha, las incertidumbres, las agendas que no coincidían con las de los artistas. En fin, el mar...

Partamos de que los mejores momentos de la Gala fueron el homenaje a la New York Band; el segmento de homenaje a los fallecidos con Maridalia finísima, en la sobriedad misma; el de Irving trasvestido de Darisho; y quizás el de los urbanos que tuvo su final con Gente de Zona, y su arrollador La Gozadera; así como el oppening de Irvin y Cheddy donde bailaron y cantaron.

Partamos de que entre los peores, por su caótico final, fue el de homenaje a Joseíto, a quien hubo que tirarle la música encima. Partamos que fue insólito el tiempo que había que esperar para ver a los “conductores oficiales” del Soberano Cheddy e Irving. Cuando volvían a salir, tenían que recalentar en microwave a un público que ya se había olvidado que ellos existían.

Tras el arranque, la Gala evidenció falta de un concepto transparente en la dirección artística, algo que parecían satélites de muy difícil órbita se sucedieron por 3 horas con 50 minutos, algo demasiado largo que seguramente atentó contra el rating general, y que aterrizó en el Gran Soberano con la sala medio llena y los estómagos hambrientos.

Amén de los fallos técnicos, especialmente de sonido, de un premio otorgado a nominados de otro acápite que el anunciado, etc., hay que mencionar que el diseño de vestuario fue generalmente deficiente, y que tuvo uno de sus peores momentos en el diseño justamente del momento más alto: el de la New York Band.

Las coreografías fueron las mismas de siempre. En un país que se puede dar el lujo de tener a una Marianela Boán, de las mejores coreógrafas latinas de la danza contemporánea en el mundo, es terrible lo que vio en escena.

La ausencia de escenografía cargó la mano en el diseño de imágenes para las pantallas leds, pero que igualmente denotaron la ausencia de un lenguaje único, desde el punto de vista estético que aportara limpieza, alegría, fabulación y colorido.

A lo maratónico hay que adjudicarle la inclusión de cuadros sin ton ni son. Ejemplo el segmento dedicado a Gabriel. Fui de los primeros que apoyó a este artista, él lo sabe, pero hay procesos que no se pueden saltar. Quisiera que alguien justifique el porqué de ese segmento, al cual fue invitado a última hora el mismo Mark B, a quien ni siquiera nominaron para darle más chance al joven cantante, que casualmente es hijo del administrador general de BanReservas. Un segmento en fin, que a la postre resultó traído por los pelos, soso y que le hace poco favor a ambos jóvenes artistas.

Sobre el segmento dedicado a los 20 años de Ilegales colgaba una amenaza de abucheo que al fin sólo quedó en dos personas que lo iniciaron, pero no continuaron. Y pasó sin penas ni glorias, como un segmento que bien pudo ser eliminado en aras de la agilidad de la puesta.

En más de una ocasión las coreografías la conformaban un ejército de bailarines que opacaban a los protagonistas.

Otro aspecto es el que tiene que ver con las ausencias de los premiados a subir a recoger estatuillas, y con los vacíos de sala que se dan cada vez que se da a conocer el premio. Se hace necesario contratar personal que cubra los asientos vacíos.

Sobre los premios en sí mismos hay, como siempre, tela por donde cortar. Muy aplaudidos algunos premios justos, como el de Diomary la Mala, que lloró con gipío al saberse ganadora, ovacionada y aplaudida de pie; El Show de Huguito; Ana Rossina Troncoso; la valentía de Juan Carlos Albelo, Tony Dandrades con lágrimas en los ojos; Rafa Rosario, el de Pavel Núñez, el de Santa Rosa... Cuando ganó La Gunguna debió subir no su director, sino su productor Juan Basanta. Es a él a quien pertenece esa estatuilla. La bien ganada del director es para Ernesto Alemany que subió las dos veces, y debe aprender a darle al César lo que es del César.

Una de las estatuillas más injustas fue la de actriz del año, adjudicada a Lidia Ariza, con un papel de cero dificultad en Cita a ciegas, cuando debió ganarlo Judith Rodríguez por su valiente Hamlet. Lo mismo pasó con el de actriz de cine, para Crystal Jiménez, y que debió ser para Patricia Ascuasiati, quien con una breve actuación en La Gunguna, se comió la pantalla. Lo que se premia es la calidad, no la cantidad de tiempo en pantalla.

Partamos de que cada año se agota más y más la capacidad de aguante para ciertos premios que parecen milagros. Y uno se pregunta hasta dónde son creíbles nominaciones o premios dados que lloran antes los ojos de Dios.

Partamos de que está bueno ya de jugar con la inteligencia de los demás y el sentido común.

Alguna vez propuse que por cada acápite se creara un jurado de tres personas que fueran quienes dieran la cara por las premiaciones. Pero claro que es más cómodo que todo el mundo vote, y... que sea el fin del mundo.

Recuerden el final del premio El Dorado.

The New York Band recibió el homenaje Soberano al Mérito

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