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Exposición
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“Tenemos entre uno y dos minutos de lucidez al día”

Ignacio Iturria, artista plástico uruguayo

Expone desde hoy, a las 7:00 p.m. en Lyle O. Reitzel Galería de Arte Contemporáneo.

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“Tenemos entre uno y dos minutos de lucidez al día”
Ignacio Iturria: “Tengo 67 años y desde los 15 estoy pintando”. (BAYOAN FREITES)

SANTO DOMINGO. Cuentan de un joven que tenía una litografía numerada y firmada por Dalí, que la vendió justamente para comprar un cuadrito pequeño de un tal Ignacio Iturria. Tal deslumbramiento hizo que al pasar los años, aquel muchachón nombrado Lyle O. Reitzel trajera a su galería de arte contemporáneo a su estrella de rock, con la exposición individual “Interformas”. Iturria accedió a hablar con DL.

—Como estudió Publicidad, intuyo que su pintura era diferente. ¿Cómo influyó en Ud.?

La Publicidad fue la obligación que tenía frente a mis padres de cumplir con algo normal. Entonces había un pintor muy importante, Ramos, a quien consideré un maestro, que en esa escuela daba clases de pintura los jueves. Y él se acordaba que yo caía con una gabardina de esas, cargada de dibujitos chiquitos. Me escapaba de mi clase, y él me orientaba como palabra santa. Siempre consideré importante elegir un maestro que sea voz única, para no escuchar muchas voces... No fue un período muy feliz de mi vida, porque tenía que ir obligado a la universidad, y a mí lo obligatorio me mata.

—En su obra hay una narrativa que habla de un interés por cronicar lo cotidiano.

Lo anterior era como una escena casi. Siento que en las últimas obras pegué un salto. Esto es multiescena. Empecé mi pintura con una gran abstracción. Mi primera entrada al cuadro es la expansión del abstracto, atacar la tela. Le llamo el mono a eso. Es una sesión larga hasta que ya suda uno y se satisface. Entonces voy para atrás, me siento, prendo un cigarrillo, y ahí se supone que se fue el mono y entra un semi-mono más intelectual, más pensante. Y después empiezo a refinar y gozar de los detalles.

Vengo de una generación cuando el abstracto había terminado su primera etapa. Y pensé, ¿por donde voy? En Las Ramblas de Barcelona vendían muy baratos libros de Tápies, los llevé a casa, y en cada cuadro de él le dibujaba un personaje, y casi milagrosamente toda esa abstracción se transformaba en un paisaje, en territorios, en nubes, en vuelos. Creo que ahí metí un gol.

—¿Alguna vez los ha expuesto?

No, porque no me gestiono. No hay quien haga una retrospectiva mía. Ahora en Montevideo hicieron una semi-retrospectiva. Tengo un lugar inmenso como un hangar con todo lo pintado -no significa que sean buenas cosas ni que estén terminados-, sino cuánto he pintado. Tengo 67 años y desde los 15 años estoy pintando... No sé como se hace eso para poder sintetizar, pero lo guardo, porque creo que alguien va a tomar una vez cada papelito, cada pintura y le va a dar un orden.

Creo que más o menos tenemos entre uno o dos minutos de lucidez por día. Y el pintor depende de esa lucidez, que se les puede llamar las musas. A veces del mes entero, un momento de lucidez hace que uno le abra la puerta para desarrollar uno o dos meses a partir de ese minuto. A la mujer siempre le digo ‘que ese minuto de lucidez no te agarre en el supermercado: ¡vas a hacer la mejor compra del mundo!’; pero a mí me agarra siempre en el estudio.

—¿Eso es disciplina?

Sí. U obsesión. No sé. Soy obsesivo. Pinto y duermo, pinto y duermo, pinto y duermo. No hago otra cosa. Las voy a hacer en la vida que viene. Andar en lancha, en parapente, todas esas cosas.

—¡Me comentaba que hacía más de 20 años no entraba al mar! Y de pronto aquí ha entrado. ¿Esto le ha cambiado la sensibilidad hacia lo que le rodea?

Sí. En general la gente piensa que uno piensa que si uno se va a un lugar como éste, con tanta belleza, con el mar, verde agua, con las palmeras, es eso lo que va a pintar. Y en verdad lo que uno recoge es la idiosincracia. Tuve suficiente tiempo en ese lugar (Portillo, Samaná) para ir aflojando los brazos. La gente que vas conociendo va a otra velocidad. Las caras no son como en Uruguay u otros lados, que están estresadas; todo el mundo tiene las caras suavecitas, habla cordialmente, bajito, va a una velocidad diferente, caen desde los árboles las frutas... Nosotros somos un país de vacas (Uruguay), el que mata más vacas en el mundo. Aquí si uno se va dejando llevar la mano va más suave. Me entusiasma mucho para pintar. Me siento más laxo.

—¿Se considera todavía un niño que pinta?

Sería muy difícil por más que quisiera. La infancia fue muy importante, la adolescencia fue muy importante, ahora soy adulto, próximamente voy a ser viejo... Encontré como una calle abierta donde puedo instalarme en cualquier lugar. Mi mente se va a pensar como cualquiera de los tres y juntos decidan lo que estoy haciendo... Hay cosas muy maduras, mucho conocimiento del arte entremezclado. Eso de niño queda simpático. ¡Pero en realidad, no soy un niño pintando!

—El cómic tiene gran presencia en todo eso...

El cómic es esencial en mi obra. Mi primera concentración en la imagen fue a través del cómic. Eran unos dibujantes geniales. Cada vez que voy a Estados Unidos siento que he entrado a un dibujo animado.

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en diariolibre.com

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