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Sergio Ramírez: “Yo me inscribo en la lista de los intelectuales derrotados por la política”

El celebrado autor estuvo en Santo Domingo, donde pronunció una conferencia magistral dentro de la cátedra de literatura caribeña René del Risco Bermúdez.

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Sergio Ramírez: “Yo me inscribo en la lista de los intelectuales derrotados por la política”
El escritor Sergio Ramírez mientras era entrevistado en Diario Libre. (EDDY VITTINI)

Sergio Ramírez, reconocido y respetado autor latinoamericano, se inscribe entre los intelectuales derrotados por la política, listado en el que también figuran otros grandes de las letras continentales, como el dominicano Juan Bosch, el venezolano Rómulo Gallegos y el peruano Mario Vargas Llosa.

En su reciente visita a la República Dominicana, invitado por la Fundación René del Risco Bermúdez para que disertara acerca de los “Mitos e historia en la literatura latinoamericana y caribeña”, dentro de la cátedra de literatura caribeña, dedicada al fenecido autor dominicano, el ganador del Premio Cervantes 2017 participó además en un fluido diálogo en el Centro León con el escritor Jochy Herrera y respondió preguntas de Diario Libre.

En tiempos políticos agitados, rememoró su salida de la actividad que lo llevó a la vicepresidencia de Nicaragua y al respecto dijo: “Yo me siento muy orgulloso de estar en la lista de Juan Bosch, de los que nunca pudieron realizar un proyecto de poder, porque ese proyecto de poder no se correspondía con la realidad circundante”.

¿Cómo se ha sentido en este retorno a Santo Domingo, donde tiene tantos amigos?

Este es un retorno permanente, que se había relentizado. La última vez estuve no en Santo Domingo, sino en Barahona. Estuve en Barahona, en la frontera, haciendo un reportaje sobre Haití para El país. Estuve en las centrales azucareras viendo la vida de los haitianos para escribir este reportaje antes del terremoto. Yo la primera vez que estuve en la República Dominicana fue cuando se daba la lucha contra (Anastacio) Somoza.

Vine aquí de la mano del doctor Peña Gómez, que era el gran líder de la solidaridad con Nicaragua cuando era el alcalde de Santo Domingo. Recorrimos todos los barrios, en mítines de proselitismo político contra Somoza. Después regresé para la toma de posesión del presidente (Jorge) Blanco. Ya nosotros (estábamos) en el gobierno.

Después volví por motivos literarios, por mi amistad con Juan Bosch. Estuve muchas veces en su casa, con doña Carmen, con él. Cuando gané el premio (de novela) Alfaguara también volví, volví a presentar mis libros. De manera, que tengo un vínculo permanente. Tengo tantos amigos aquí, escritores, intelectuales, académicos. Nunca me siento extraño al regresar. Conozco muy bien toda la historia de la dictadura de Trujillo, que fue paralela con la experiencia de la dictadura de Somoza.

Siempre recuerdo una anécdota muy divertida, y es que una vez vino Somoza a visitar a Trujillo con su esposa Salvadora Debayle, señora muy aristocrática, de las grandes familias tradicionales, y entonces ella le dijo a Somoza vámonos de aquí lo más pronto posible, es que Trujillo es un asesino. Es lo que el comal le decía a la olla (risas). Somoza era contemporáneo de Trujillo y había llegado al poder por las mismas razones, la ocupación militar, la búsqueda de los gringos de alguien que les garantizara estabilidad económica que a ellos les gustaba.

Se están dando cambios extraordinarios en la manera en que la gente se comunica, lee y procesa lo que se lee y escribe. ¿Esos cambios están impactando o van a impactar la manera en que se escribe literatura?

Es un cambio de civilización. No es un cambio de la forma de comunicación. Yo creo que quizás los contemporáneos de Gutenberg no se dieron cuenta de lo que estaban viviendo, en la transferencia profunda que tenía que el conocimiento saliera a las calles. Es lo que pasó con el libro. No hay que olvidar que los libros se elaboraban en los conventos y había monjes que pasaban toda su vida escribiendo un solo libro, dibujando, iluminándoles las letras a mano. Esos libros se guardaban en los conventos. Imagínate lo que pensaría un monje al escuchar gritar por la ventana que habían inventado una máquina diabólica que produce libros, en aquel tiempo. Y después de imprimir la Biblia se comenzaron a escribir, se imprimieron textos profanos... La posibilidad de conocer las ideas ajenas... Lo que eso significó para la humanidad y para el pensamiento crítico de la gente. Muy pronto vendría Voltaire y se pondrían a circular por toda Europa ideas iluministas de transformación, las ideas de Montesquieu, las ideas de Rousseau. Eso es producto de la democracia en la lectura que trajo el libro, obviamente para los que sabían leer.

Hoy en día estamos viviendo una revolución mucho más profunda en la civilización, porque el artilugio de lo digital no sólo afecta la comunicación, la lectura, sino que lo afecta todo. Es decir, un apagón digital significa que la civilización se paraliza. Un apagón digital significaría que no funcionarían ni la radio ni las televisoras, ni las gasolineras, ni los autobuses, ni los trenes, ni los aviones. Es decir, todo depende del mismo chip y nosotros estamos apenas en el umbral, entrando en el umbral de esa transformación.

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Sergio Ramírez cuando dictaba la conferencia. Foto: fuente externa.

No sabemos lo que va a pasar. Yo estaba leyendo el otro día un artículo sobre el mundo digital cuántico. Ya hay computadoras capaces de hacer operaciones en un segundo que tardarían diez mil años... Entonces lo que eso va a significar para el conocimiento, para la comunicación, no lo sabemos. Todos los instrumentos que manejamos hoy día como el WhatsApp y el Instagram dentro de cinco o seis años los veremos como piezas de museo, porque vendrán otros instrumentos mucho más veloces, mucho más abiertos, mucho más dinámicos que los van a sustituir.

Ya el Facebook está pasando de moda como forma de comunicación. Está siendo sustituido por otro procedimiento para comunicarse. Estamos viendo la desaparición de los periódicos impresos. Nunca imaginé que iba a presenciarlo en mi propia vida, es decir que se acabaran los periódicos, que se están acabando. Eso es algo que inevitable. Desde luego que es un cambio de civilización. El hecho de que la gente no lea periódicos no quiere decir que ya no le interese informarse. Es otra forma de informarse y lo que vamos a ver en el futuro es que cada quien va a hacer su propio periódico en su pantalla, de acuerdo con los intereses que tenga. Si a mí no me interesan los deportes no tengo por qué estar pasando páginas de deportes. Yo voy a hacer mi propio periódico si quiero saber qué está pasando en Francia, Italia, España, qué pasa en el mundo de la cultura. En otras cosas no me voy a interesar. Entonces, tendremos la especialización de la comunicación, la comunicación personal.

Cada vez estos los instrumentos se van a volver más personales, con todos los riesgos que tiene, porque el gran riesgo en esta transformación en la información, en la comunicación y en el mundo digital es la sociedad del gran hermano, de que podamos ser todos controlados por unos hilos invisibles como está ocurriendo ya en Occidente, porque todas estas grandes compañías de comunicaciones se prestan recursos unos a otros de los perfiles de la gente, para llegar a los perfiles de la gente ya no solo en términos comerciales, para entrar a tu casa y decirte no solo el mensaje comercial sino también el mensaje político. Ya en Estados Unidos y en otros países el mensaje político se dirige en función del color de piel de la gente, la formación educativa, el entorno familiar, y en la China ya hay un sistema que te sigue por la calle a través de tu propio perfil. Tú vas por la calle y a través de tu propio perfil esa información es transmitida a un cerebro de la Policía y se dice este hombre es peligroso porque una vez asaltó un banco y está cruzando frente a un banco. No es ya “1984” (novela de George Orwell). “1984” pasó hace tiempo. Estamos yendo hacia un mundo diferente y lo que no sabemos es cuánto vamos a ser de nosotros mismos o cuánto nos van a quitar de nuestra propia individualidad y nos van a meter en un molde colectivo.

En los años 90 usted decidió dejar atrás la política y centrarse más en la literatura. ¿Cuál fue el motivo que lo llevó a tomar esa decisión?

Yo me inscribo en la lista de los intelectuales derrotados por la política. Yo me siento muy orgulloso de estar en la lista de Juan Bosch, de los que nunca pudieron realizar un proyecto de poder, porque ese proyecto de poder no se correspondía con la realidad circundante... Es una tragedia, ¿no?, que alguien como Juan Bosch, Rómulo Gallegos o Mario Vargas Llosa tengan un proyecto de poder distinto, de país, y la realidad no le dé el eco suficiente para poderlo realizar.

Entonces resultamos derrotados por el caudillismo tradicional y en un momento determinado me di cuenta de que no era ese tipo de político que lo patean en el suelo, le clavan cuchillo y se levanta como que nada y vuelve a empezar, que las derrotas no significan nada porque su vocación es seguir allí hasta volver... Es una vocación. Esa vocación yo no la tenía. Yo había estado en la revolución como intelectual, como escritor. Me di cuenta de que el proyecto por el poder en el que yo había luchado no iba por buen camino que yo consideraba, y no solo yo, sino un grupo de gente importante en Nicaragua, intelectuales, gente que había luchado contra Somoza, que pensábamos que no era lo que el país merecía. Intentamos un cambio.

Nos tragó el caudillismo nuevo, esas arenas movedizas, y yo en lugar de seguir hacia adelante, yo me dije esto no es la vocación de mi vida. La vocación de mi vida es volver a lo que yo era antes, a ser escritor, y en el año 96 yo salí sin nostalgia o sin remordimiento de dejar atrás algo que para mí fuera lo mío. Realmente yo iba a la literatura, que siempre ha sido lo mío.

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En la mesa principal, Wilson Genao, Minerva del Risco, David Álvarez, Sergio Ramírez, Soledad Álvarez y Mariano Rodríguez en el acto en que el autor pronunció la conferencia en la Pucmm. Foto: fuente externa

¿Ha sido feliz escribiendo?

Siempre es un acto de felicidad escribir. Yo creo que uno nunca hace lo que no le gusta y si lo hace a disgusto no lo hace bien. Yo recuerdo que cuando era niño todavía se decía algo que se sigue diciendo en Nicaragua y en América Latina, y es que si te vas a dedicar a ser escritor te vas a morir de hambre... Naturalmente, no tiene nada de malo que los padres o los abuelos le digan a uno no te vayas por este camino... Hazte abogado si vas a tener una familia. Eso me parece que es muy racional. No hay mala intención, sino que volverse escritor es un riesgo. Yo recuerdo que cuando mis padres insistían en que debía que ser abogado. Era una buena insistencia la suya porque yo recuerdo cuando estaba recién graduado de bachiller y ya me iba a la universidad de León y le dije a mi papá, papá, un amigo se fue a estudiar periodismo a Chile. “Pero eso no es profesión”. Claro en 1959 nadie consideraba que ser periodista fuera una profesión ni siquiera liberal. Entonces uno termina escogiendo lo que más le gusta. Yo disfruto escribiendo y padezco corregir. Hay un padecimiento en corregir lo que uno escribió, pero la escritura es corrección siempre y de ahí viene el sufrimiento. Pero inventar es lo mejor del mundo para mí.

¿Cuándo escribe cuál es su mayor preocupación?

Que me entiendan. Yo creo que quizás hay escritores que buscan el mayor nivel de lectores saliéndose del canon literario, que tienen mucho éxito... Para mí (es ) importante) escribir dentro del canon literario siendo atractivo, porque si el escritor no es atractivo no lo va a leer nadie. No se trata de bajar hacia el lector. El lector no está más abajo que uno. Yo siempre pienso en un lector inteligente, muy perspicaz que me está siguiendo con mucha atención y que cualquier error que yo cometa lo va a detectar y de eso me cuido mucho. Yo coloco en la pantalla de la computadora a un lector inteligente, exigente y perspicaz y con ese lector es con el que me gusta entenderme, pero tampoco voy a teñir el lenguaje de oscuridades que le vayan a dificultar leer.

Creo que lo más difícil en la literatura es el lenguaje claro. Cuando uno escribe de manera transparente y entre cada línea puedes pasar el aire es el fruto de mucho trabajo de corrección. Lo que el lector lee fácil el escritor lo escribe con mucha dificultad. Tal vez uno está en un momento de iluminación y escribe un párrafo de corrido y solo le cambia un par de puntos. Eso puede ser el milagro del día, pero normalmente uno tiene que volver sobre la página escrita y tener la serenidad de alterar lo escrito y también el valor de suprimir, pues sin suprimir tampoco hay escritura.

Después de recibir el Premio de Novela Alfaguara, el Premio Cervantes, de obtener muchos reconocimientos internacionales y de mucho respeto ganado, ¿qué le queda como desafío?

Seguir escribiendo. Para mí el premio es el camino más estrecho. No es que lo amplía, porque si uno comienza a pasearse por una avenida muy amplia y se siente que está lleno de gloria, de lauros y no cuida lo que escribe, entonces no ha hecho nada. Para mí el camino es estrecho y yo tengo que ser más exigente conmigo mismo, porque tengo mayor atención de la gente sobre mí y porque cualquier tropiezo que dé va a tener más resonancia. Eso me recuerda el cuento de Augusto Monterroso sobre el mono, que dice que estaba referido a Juan Rulfo. Había un mono que había escrito un libro muy importante y la gente le decía cuándo vas a escribir el segundo libro. Se demoró. Se cuidaba mucho de su segundo libro porque sabía que querían que tropezara.

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Los escritores Jochy Herrera y Sergio Ramírez dialogaron sobre temas literarios en el Centro Cultural Eduardo Leon Jiménes, en Santiago. Foto: fuente externa.
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