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El Rey de Najayo

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El Rey de Najayo
Alabo en El Rey de Najayo, en primerísimo lugar, la excelente actuación de Manny Pérez en un papel convincente, bien diseñado y sobre todo asumido visceralmente.

Detesto el diálogo panfletario, aleccionador, educativo y moralizante, que se convierte en el peor enemigo del filme. Problema de un guión con una historia que pudo ser interesante y se pierde en el panfleto. Lo educativo tiene que ser la propia historia, no discursos de maestricos de primaria.

Alabo en Fernando Báez su destreza en la fotografía, con encuadres sugerentes, iluminación adecuada, planos y contraplanos, zoom in, dollys, travellings y panorámicas que aportan una factura de calidad no siempre presente en el cine criollo.

Hay, no obstante tomas muy bien hechas, que bien pudieron no estar, porque no aportan nada. Por ejemplo la perspectiva de un bote desde una vista submarina. Esta escena sugería algo... que nunca pasó. Cada cuadro debe estar justificado dramatúrgicamente.

La música en cuanto a la selección de temas es coherente con lo que se cuenta, sin embargo el sonido en general, incluyendo música incidental y efectos sonoros, evidencia una pobre selección de catálogo. Recuerda más la sonorización de una serie televisiva que a un filme de ficción, que son cosas distintas.

La ambientación es un logro de esta película. Reproducir casi íntegramente la cárcel de Najayo en otro lugar es un éxito. Desde una de sus ventanas, realiza un cameo el colega Severo Rivera.

El largometraje, ya se sabe, es como la novela, un maratón de largo aliento. Pero El Rey de Najayo parece fatigarse de vez en cuando, lastrado por esa vocación asmática panfletaria, y así el personaje de Luz García que bien pudo aportar a la trama, se fractura entre lo rebelde y lo monástico, por culpa de un diseño que lo frustra con ese anhelo maniqueo-moralizante. En Luz se da el extraño caso de ser convincente por sí misma, pero poco creíble por el texto que le han puesto en boca.

Laura García Godoy aparece como salida de la nada. No es fácil asumir un personaje negativo de tanta crueldad, esa crueldad debe tener su raíz en algo que no llega a contarse.

El personaje de Sergio Carlos no presentaba mayores retos para el actor. Vladimir Acevedo es una revelación en un filme, donde la dirección actoral es uno de sus mejores aciertos, a pesar de la nada convincente presencia de Giovanny Cruz.

El Rey de Najayo, con luces y sombras, resulta una historia muy atractiva para el gran público por estar inspirado en hechos reales de amplio conocimiento y es un nuevo peldaño en la evolución del nuevo cine dominicano que nos regala, eso sí, una extraordinaria actuación de Manny Pérez. ¡Enhorabuena!