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De un lugar

Los que estudian las lenguas no solo analizan las palabras, sino que, además, se dedican a ponerles nombre. Es lo que conocemos como metalenguaje, un lenguaje que habla del lenguaje y se refiere a él. A los sustantivos y adjetivos que utilizamos para referirnos a la relación con un determinado lugar geográfico o con una nacionalidad los llamamos gentilicios, una palabra, como nos informa el DLE, derivada del adjetivo latino gentilis, que significa ‘que pertenece a una misma nación o a un mismo linaje’.

Es algo tan simple en la práctica como que a los que son de Santo Domingo de Guzmán los llamen capitaleños; a los de Higüey, higüeyanos; a los de Santiago de los Caballeros, santiagueros; a los de Mao, maeños; o a los de Baní, banilejos; en fin, como que a los que tienen nacionalidad dominicana los llamen dominicanos.

Los gentilicios no solo se refieren a las personas; pueden aplicarse también a otras realidades, como los tapones capitaleños, los quesos higüeyanos, el carnaval santiaguero, los atardeceres maeños o los mangos banilejos.

Y no se limitan a relacionar cosas y personas con grandes poblaciones. Cada municipio, cada sección y cada paraje disfruta de alguien o de algo orgulloso de llamarse matero, charquero, angelinense o cambitero.

No crean que hoy se me escapa la recomendación ortográfica. Como pueden comprobar en toda esta Eñe, los gentilicios se escriben con inicial minúscula. Nada que ver con la mayúscula que es normativa en los gentilicios ingleses, cuya influencia se cuela por cualquier rendija. Prueben a hacer un repaso de nuestros gentilicios –su riqueza y su sonoridad no los dejará indiferentes–, pero escríbanlos en minúscula.

@Letra_zeta

Envíe sus preguntas y/o comentarios a la Academia Dominicana de la Lengua consultas@academia.org.do

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