Kill Bill y la violencia estilizada de Tarantino
La nueva cinta ha provocado una revisión de toda su obra

Santo Domingo . Las opiniones y comentarios en torno a la última película de Quentin Tarantino centran su atención en el carácter paródico del filme e incluso del conjunto de la obra del director norteamericano. La violencia estilizada de principio a fin, sería una nueva forma de parodia, en la cual se imitaría, de manera burlesca, los filmes de artes marciales y también en cierta medida al género western. Esto es sólo su apariencia.
En primer lugar, el filme no es una parodia, es una rapsodia en el más riguroso de los términos: se trata de fragmentos de otras obras con aires populares. Esto se evidencia con mayor fuerza en la articulación de la banda sonora, compuesta por muchas canciones y melodías propias de la cultura pop. ¿Qué se pretende cuándo a una escena que debiera ser dramática se le pone la melosa flauta de Jean-Paul Rampal? La respuesta no es otra que un alto contraste, en la búsqueda del distanciamiento del espectador.
En la historia del cine, sólo los realizadores franceses de la nueva ola se plantearon el desafío de mantener despierto al espectador en el sueño hipnótico de la proyección fílmica. Es famosa la escena final de "Vivir su vida" (1962), de Jean Luc Godard, en la cual la cámara mostraba el asesinato de la protagonista desde lejos. Tarantino logra el mismo efecto por otras vías, su intención es provocar la racionalización, evitando la identificación, cuestión fundamental del cine clásico y moderno. Este ejercicio de alta cultura fílmica resulta divertido e incluso jocoso, mas el efecto logrado es crítico y logra mantener una distancia entre el relato y su correspondiente percepción en el inconsciente del sujeto espectador.
[b]La espada invencible[/b]
En cuanto a la historia, ésta utiliza un argumento clásico de venganza, ligado a una arquetípica leyenda de la Edad de Hierro: la espada invencible. Siguiendo otros cánones impuestos por la cultura popular de fines del siglo pasado, especialmente a través del cómic, esta vez son mujeres quienes ejercen el poder y actúan como expertas asesinas a sangre fría. La espada, símbolo fálico primordial, es enarbolada por las serpientes (otro símbolo, bíblico esta vez), quienes trochan brazos y piernas en desenfrenado festín de sangre.
A diferencia de otros filmes que pretenden ser posmodernos y que nada tienen de ello - "The Matrix", por ejemplo- éste contiene todas las credenciales para ser considerado como tal, a saber: se nutre del mismo cine (arte moderno), se estructura desde la rapsodia (arte clásico) y propone una heroína surgida de la iconografía del cómic (noveno arte); toda una mezcla estructurada en torno a principios artísticos definidos, sin parecerse a nada antes visto.
Aludir a un espectador consciente no es un ejercicio menor, va de lleno al núcleo de la industria del entretenimiento. Bien por ello, ya era tiempo de dar vuelta la página, o mejor dicho, de ver películas en sintonía con este siglo.
Kill Bill. Vol. 1.
Estados Unidos, 2003.
Dirección: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino & Uma Thurman
Música: Lily Chou Chou, RZA, D.A. Young
Fotografía: Robert Richardson
Intérpretes: Uma Thurman, David Carradine, Lucy Liu, Daryl Hannah y Vivica A. Fox
En primer lugar, el filme no es una parodia, es una rapsodia en el más riguroso de los términos: se trata de fragmentos de otras obras con aires populares. Esto se evidencia con mayor fuerza en la articulación de la banda sonora, compuesta por muchas canciones y melodías propias de la cultura pop. ¿Qué se pretende cuándo a una escena que debiera ser dramática se le pone la melosa flauta de Jean-Paul Rampal? La respuesta no es otra que un alto contraste, en la búsqueda del distanciamiento del espectador.
En la historia del cine, sólo los realizadores franceses de la nueva ola se plantearon el desafío de mantener despierto al espectador en el sueño hipnótico de la proyección fílmica. Es famosa la escena final de "Vivir su vida" (1962), de Jean Luc Godard, en la cual la cámara mostraba el asesinato de la protagonista desde lejos. Tarantino logra el mismo efecto por otras vías, su intención es provocar la racionalización, evitando la identificación, cuestión fundamental del cine clásico y moderno. Este ejercicio de alta cultura fílmica resulta divertido e incluso jocoso, mas el efecto logrado es crítico y logra mantener una distancia entre el relato y su correspondiente percepción en el inconsciente del sujeto espectador.
[b]La espada invencible[/b]
En cuanto a la historia, ésta utiliza un argumento clásico de venganza, ligado a una arquetípica leyenda de la Edad de Hierro: la espada invencible. Siguiendo otros cánones impuestos por la cultura popular de fines del siglo pasado, especialmente a través del cómic, esta vez son mujeres quienes ejercen el poder y actúan como expertas asesinas a sangre fría. La espada, símbolo fálico primordial, es enarbolada por las serpientes (otro símbolo, bíblico esta vez), quienes trochan brazos y piernas en desenfrenado festín de sangre.
A diferencia de otros filmes que pretenden ser posmodernos y que nada tienen de ello - "The Matrix", por ejemplo- éste contiene todas las credenciales para ser considerado como tal, a saber: se nutre del mismo cine (arte moderno), se estructura desde la rapsodia (arte clásico) y propone una heroína surgida de la iconografía del cómic (noveno arte); toda una mezcla estructurada en torno a principios artísticos definidos, sin parecerse a nada antes visto.
Aludir a un espectador consciente no es un ejercicio menor, va de lleno al núcleo de la industria del entretenimiento. Bien por ello, ya era tiempo de dar vuelta la página, o mejor dicho, de ver películas en sintonía con este siglo.
Kill Bill. Vol. 1.
Estados Unidos, 2003.
Dirección: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino & Uma Thurman
Música: Lily Chou Chou, RZA, D.A. Young
Fotografía: Robert Richardson
Intérpretes: Uma Thurman, David Carradine, Lucy Liu, Daryl Hannah y Vivica A. Fox
Diario Libre
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