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La estatua de Sánchez y el Altar de la Patria

Reflexión. Un niño le dijo a su abuelo que Francisco del Rosario Sánchez no estaba en el Altar de la Patria

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La estatua de Sánchez y el Altar de la Patria
El Altar de la Patria, un sitio que todos los niños deben visitar.
Santo Domingo. E l 26 de Enero, día en que conmemorábamos el 194 aniversario del natalicio de Juan Pablo Duarte, fundador de la nación, uno de mis nietecitos quiso conocer acerca del nacimiento de Republica Dominicana.

Le hablé de la sociedad secreta la Trinitaria, de sus miembros, de su entrega y sacrificio, y hube de contarle de hechos innegables, ocurridos durante el periodo de incubación de la patria, en el que, por diversas razones, Duarte se vio forzado a ausentarse del territorio, permitiendo a Francisco del Rosario Sanchez convertirse en una figura tan cimera, que al paso de los años, algunos dominicanos le confirieron la paternidad de la patria, idea ésta que, rechazada por los duartianos, produjo tan agrias fricciones que forzaron a Ulises Heureaux a declararle con el honroso título de Padre de la Patria, junto a Duarte y a Mella.

Le relaté que entre las razones del rechazo a Sánchez, además de los méritos acumulados por Duarte, estaba el de sus rasgos físicos, que lo situaban en la raza negra, aunque aquí, a quienes tienen las caracteríscticas físicas de él, les llaman mulatos, en franca alusión a los hijos de caballos y burras ó de burros y yeguas.

Por coincidencias de la vida, días después, mi nietecito fue llevado desde su escuela al Altar de la Patria a rendir un merecido homenaje al patricio Duarte.

De regreso y con mucho entusiasmo, me contó cuanto había disfrutado de la ofrenda floral, pero me dijo que no vió a Francisco del Rosario Sánchez y me pidió que no dijera mentiras, pues, según él, no había ningún negrito entre los Padres de la Patria.

Le conté, entonces, que los negros llegaron a la isla como esclavos y no eran considerados seres humanos sino bestias y que aún algunos persisten en renegar nuestra raza y tratan de hacernos creer que no existen negros aquí. Tambien le dije, con pesar, que muchos de nosotros al saberse herederos de esclavos, extienden su pobreza material a la espiritual y tratan de esconderse, acentuando su debilidad cultural.

Estamos a tiempo para un desagravio a la memoria patriótica de Sánchez; a tiempo de detener el engaño a las generaciones presentes, presentándolo como descendiente de arios. Si en verdad queremos honrarle, lo primero es aceptarlo como era realmente. Lo segundo, mover la opinión pública a exigir el cambio de esa estatua por una que muestre los verdaderos rasgos de nuestro aguerrido patricio.

johnnyventura@gmail.com