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Tiempo de Zafra
Tiempo de Zafra

Le llegó el tiempo de zafra a la moda dominicana

La marca creada por Edgar Garrido y Stephanie Bezarra supracicla con curiosidad y destreza las piezas que otros desestiman (para un público que otros también desestiman)

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Le llegó el tiempo de zafra a la moda dominicana
Edgar Garrido y Stephanie Bezarra. (FUENTE EXTERNA)

Edgar Garrido tenía poco tiempo de haber mudado su atelier a una casa chorizo de la calle Sánchez, en la Ciudad Colonial, cuando los vecinos comenzaron a tocar su ventana para hacerle el mismo comentario. “¿Ah, pero tú estás haciendo ropa? ¿Tú sabías que aquí en esta casa fue que nació Oscar de la Renta?”, le comentaban entre señoras y señores con suficiente edad como para haber sido testigos del paso de la familia Renta Fiallo por la vía.

La diferencia está en que Garrido y su compañera, la investigadora brasileña Stephanie Bezarra, no trabajan el diseño de moda en la forma tradicional en que lo hacía el más grande nombre que ha parido Dominicana en ese ámbito. No hay mayor metáfora de la evolución y el potencial de la moda quisqueyana que el traspaso que está sucediendo en esa misma casa: Tiempo de Zafra, la marca creada por Garrido y Bezarra, supracicla las vestimentas que otros descartan o desestiman y las transforman en obras funcionales a la medida, sin dejar desperdicio alguno —del hocico a la cola de una pieza pueden salir hasta cinco nuevas—. “Nunca creamos más de lo que se necesita”, explicó el diseñador. En esa propuesta de moda con conciencia medioambiental, y sobre todo, social, está una posibilidad de competir internacionalmente con una narrativa estética ciertamente única, basada en la realidad de Santo Domingo.

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Pero, ¿por qué conciencia social? La inspiración visual de la marca no es un abstracto o una idea intangible de una dominicanidad estética utópica. Es, más bien, la realidad. Es la mujer que tanto por herencia como por injerencia tiene todas las libras de cadera y con tela elástica hace combinaciones que le hacen sentirse maravillosa. Es el hombre que con piezas de paca logra crear los atuendos que luego todos piropean esa noche en la calle. Es el sastre que, sin tirar la toalla por el auge de la moda rápida y la importada, todavía le pone su toque personal a las camisas y los pantalones que le encargan. Es, en otras palabras, la expresión del estilo popular que muchos diseñadores de moda local también descartan y desestiman.

Precisamente de un sastre nació Tiempo de Zafra: el mismo padre de Garrido. Oriundo de Sabana Grande de Boyá pero residente en Nueva York, comenzó a soñar con piezas híbridas, unas amalgamas imposibles que luego comunicaría a su hijo. El joven ya veía y tocaba todo lo que se vestía en la ciudad: hizo innumerables pasantías con marcas de moda estadounidense, comparando texturas y caídas y cortes y entalles cada día. Algo, sin embargo, le decía que en vez de crear su propia marca de ropa callejera (streetwear) en Nueva York, iba a encontrar mayor inspiración de vuelta a casa, en Dominicana, donde había estado distinguiendo vientos de cambio en las industrias creativas. Y entonces recordó los cuentos que le hacía su progenitor sobre el tiempo de zafra en las comunidades cañeras del este: de repente, los comercios se quedaban sin inventario y todas las casas botaban humo, pues los fogones estaban encendidos con comida; la gente finalmente podía comprar y lucir sus mejores ropas. La pos-pandemia, concluyó Garrido, podía ser el tiempo de zafra de la moda dominicana. Tras venir y entrenarse en patronismo en el instituto de Mercy Jácquez, así como trabajar en el equipo de Jenny Polanco, se lanzó. “De allá, de Estados Unidos, nos trajimos el sistema de producción, porque esos sistemas funcionan… pero de aquí es que viene la inspiración, de lo ingenioso que es el dominicano y el caribeño para crear cosas nuevas a partir de cosas existentes”, explicó Garrido.

Para honrar ese acto de crear cosas nuevas a partir de cosas existentes, Garrido y Bezarra hoy se lanzan a los mercados de pulga de la ciudad para encontrar piezas de fibras naturales, de telas duraderas: mientras menor sea el componente sintético, mayor su posibilidad de supraciclaje. En el taller de la Sánchez, junto a dos diseñadoras junior, convierten alforzas de camisa de hombre en chalecos para mujer y en sombreritos de pescador que se venden en un santiamén en su tienda en línea. De pantalones khaki salen faldas fruncidas con ruedos de tulipán. De un cadáver exquisito de retazos surgió un enterizo que puede ser utilizado por cualquier género. En las perchas detrás de las máquinas de coser cuelgan vestidos cortos con superficies imposibles de ignorar, unos con elementos tejidos y otros con patrones de retazos retorcidos tan complejos que parecen una obra pollockiana hecha con textil en vez de pintura. Son piezas nacidas en la intersección del diagrama de Venn donde se juntan la curiosidad que observa sin juzgar con una destreza técnica innegable.

Aparte, todas las piezas se hacen a la medida no solo de las circunferencias de los portadores, sino también de sus aspiraciones y hasta de sus complejos. “Hay mujeres que pensaban que por la forma de sus cuerpos, con caderas y nalgas prominentes, nunca iban a poder ponerse una pieza de diseñador”, explicó Bezarra.  “O peor: cuando escogemos personas para modelar para nuestras campañas, muchos de los modelos que nos atraen son personas que nunca pensaron que eran lo suficientemente atractivas o adecuadas como para estar delante de una cámara”. Más que una pequeña casa de moda, entonces, Tiempo de Zafra parece ser un laboratorio de experimentación material y emocional, pues la posición del taller es integrar al consumo de moda de autor a muchas personas social y económicamente rechazadas por el sistema tradicional. “La moda, lamentablemente, tiende a dejar mucha gente fuera”, reflexionó su compañero. “Pero la mayoría de nuestros clientes vienen de las industrias creativas. Son agentes de cambio, personas que quieren decir algo con lo que llevan puesto”.

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En efecto, una de las portadoras que ha repetido zafras ha sido la cantante Tokischa: ha vestido desde un revelador enterizo tejido, que llevó en el video musical de Linda, hasta un cobertor vestido holgado y plisado, hecho de partes de 30 camisas descartadas por haber tenido manchas y agujeritos. Y aquí hay otra metáfora: si a Oscar de la Renta se le aplaudió el haber llevado sus piezas al cuerpo de figuras como Taylor Swift, los zafristas ven en la cantante urbana un digno maniquí. Así, aunque los altos poderes locales volteen la cara ante la fuerza de este género musical y sus suplidores satelitales para proyectar el país creativamente a nivel internacional —todavía los gobernantes insisten en empujar el faldeo del merengue como valor bailable único—, los profetas fuera de su tierra han capturado la atención de medios como Teen Vogue, i-D y Chew. Como tristemente sucede con frecuencia, tendrán que venir de fuera a validar lo que deberíamos apreciar desde dentro.

“Cuando vivía en Nueva York, yo siempre pensaba que desde aquí se podía,” recordó Garrido. “Porque lo que tenemos que hacer no es imitar lo que están haciendo ellos: es al revés… es llevar lo nuestro allá”.

Contenido original de Design Week RD.

Fotos: Alejandro Pé, MAS y Mia

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Editora y curadora enfocada en las industrias creativas, con más de 10 años de experiencia en publicaciones especializadas en Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica y Dominicana