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“Me gusta más escribir canciones, subirme al escenario y cantarle a la gente”

Se presentará el 14 de marzo en el Palacio de los Deportes, de la mano de César Suárez Pizano. Las boletas van de RD$3,500 a RD$8,000

SANTO DOMINGO. Le siguen caricaturizando con las mismas cosas que se empecina en negar. Joaquín Sabina es el más sincero, hondo, poeta y original de los cantautores después de Serrat. Ayer cantó en Costa Rica y el día 14 se presentará en el Palacio de los Deportes de Santo Domingo.

—A veces negarlo todo es confirmar la culpabilidad...

Lo que ocurre es que había toda una serie de titulares de periódicos que me estaban haciendo una leyenda un poco disparatada. Y a mí me gusta reírme de mí mismo y de los tópicos, entonces recogí una serie de tópicos - “el profeta del vicio”, qué se yo- para reírme de ellos. Burlarse de uno mismo es más sano que burlarse de los demás.

—¿Por qué los ritmos musicales mexicanos le son tan afines?

Me importan mucho. Me parece que José Alfredo Jiménez fue un enorme creador y además la música tradicional mexicana está tan presente en México en cada momento, vía el mariachi, vía la radio, vía cualquier cosa que uno camina por la ciudad, que me parece un país muy ejemplar en el sentido de que su música tradicional está muy viva. No tienen que ir los intelectuales a rescatarla. Está en mitad de la calle.

—¿Dentro de sus hijos musicales, qué virtud específica tiene Lo niego todo?

Abrimos una ventana para que entrara un poco de aire fresco, de la calle. Yo creo que en mis últimos discos yo estaba literaturizando e intelectualizando demasiado mis letras. Lo cual las alejaba del público normal, del público general. Y entonces en este hemos tratado de ser un poco más directos, un poquito más rocanrolero y tener un sonido más fresco.

—No voy a andarle preguntando por los mareos y la salud y esas cosas. ¿Pero ha pensado en el retiro?

No. Han sido un par de tonterías. México me afecta mucho con lo de la altura. Hace que uno ser quede un poco sin respiración. Yo acabo de cumplir 69 años, tuve un mareo, me levanté de noche a ir al baño, choqué contra una puerta y me hice una herida en el ojo derecho, tremendo, que me ha hecho suspender un par de conciertos. Pero ya estoy estupendamente. Estoy otra vez más en el suelo. Más en el Caribe. Hemos tocado ayer (antes de ayer) en Nicaragua, hoy (ayer) estamos en Costa Rica y con muchas ganas de llegar a Santo Domingo.

—¿Qué opinión le merece la campaña de Me Too? Hay realidades y casos dolorosísimos, pero a veces uno también siente que se va la mano. Un poco de maccartismo de género...

Sí. Todo eso es verdad. A mí me parece que en Estados Unidos cualquier pequeña cosita se convierte de pronto en una moda. Y lo que más me molesta de este movimiento es que no se dan cuenta de qué pasa con las mujeres en los países árabes, qué pasa con las mujeres en los países africanos, de qué pasa con las mujeres en tantos lugares de Latinoamérica. Solo se ocupan de su pequeña burbuja.

—¿Cuál es la peor caricatura que Ud. cree que han hecho de Ud.?

Es siempre la misma, es siempre del tipo que va fumando por la calle, fumando algo que no es tabaco, mirándole el culo a todas las chicas que pasan, o que no vuelve y que lleva una botella de whisky en el bolsillo. Es siempre la misma que tuvo algo que ver con la verdad. Que cada vez tiene que ver menos con la verdad. Pero que a mí ni siquiera me molesta, solo me divierte. Por eso la canción es divertida.

—¿Sigue gustándole más viajar que grabar?

Sí. Me gusta mucho más actuar que grabar. Yo no soy muy partidario de las técnicas de grabación que se han complicado hasta extremos tremendos. Y en el estudio te pasas más tiempo esperando cambiar un botoncito, que grabando. Me gusta mucho más grabar en vivo. Que es lo que hemos hecho en este disco. Volver a las grabaciones como lo hacíamos antes. Ese es el problema, no es ningún otro. A mí me gusta mucho escribir canciones, sobre todo subirme al escenario y cantárselas a la gente.

—Su canción Leningrado envuelve un mundo ido.

Aproveché esa canción para contar la historia del siglo XX, del socialismo en el siglo XX y todas las decepciones que nos hemos llevado. Creo que las revoluciones como las personas envejecen y envejecen mal.

—¿Con qué personaje se ve más cercano con Quevedo o Góngora?

A mí me gusta mucho más Quevedo. Góngora es un genio de la palabra y el barroco. Quevedo además era muy muy mala persona, pero sus sonetos son absolutamente maravillosos.

—¿Lo sigue negando todo?

¡Cada vez más cosas!

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