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"trans fat": la nueva locura alimenticia

Encontrándome de viaje y visitando uno de mis sitios favoritos, los supermercados americanos, me topé con una etiqueta curiosa "0 trans fat" y pensé si, aparte de los ya conocidos light, low fat, sugar free, no colesterol…, también iba a tener que lidiar con otra moda del consumismo americano. Así que me dediqué a investigar qué rayos era esto.

Existen dos tipos de "trans", los generados naturalmente en el rumen de los animales y los que se encuentran normalmente en alimentos procesados con aceites vegetales parcialmente hidrogenados, como manteca vegetal, algunas margarinas (especialmente las de consistencia más sólida), galletas saladas, caramelos, alimentos fritos y horneados.

A diferencia de otras grasas, los ácidos grasos "trans" se forman cuando los aceites líquidos vegetales, (maíz, soya, girasol, maní, algodón) se convierten en grasas sólidas al agregar hidrógeno en un proceso que retarda la caducidad, mantiene estable el sabor y facilita su solidificación, llamada hidrogenación.

¿Todas las grasas son iguales? La respuesta es negativa. Las grasas son la principal fuente de energía del cuerpo y ayudan en la absorción de las vitaminas A, D, E, K y los carotenos. Los alimentos –tanto de origen vegetal como animal– contienen grasas que, consumidas con moderación, son importantes para el crecimiento adecuado y el desarrollo y mantenimiento de una buena salud. Como ingrediente de alimentos las grasas proporcionan sabor, consistencia, estabilidad y nos ayudan a sentirnos satisfechos. La diferencia básica es que la actuación y comportamiento en nuestro organismo de los "trans" de origen natural, presentes en la grasa de los lácteos y en algunas carnes, es diferente (de manera positiva) del de los "trans" hidrogenados que elevan los niveles de colesterol LDL ("malo") de la sangre y, además, disminuyen el colesterol bueno o HDL, incrementando el riesgo de enfermedades cardíacas.

A diferencia de las anteriores, las grasas como las mono-insaturadas (aceites de oliva y canola) y las poli-insaturadas (nueces y pescados) no elevan el colesterol LDL y son benéficas si se consumen con moderación. Es recomendable, por tanto, elegir alimentos bajos en grasas saturadas, ácidos grasos "trans" y colesterol, como parte de una dieta saludable, dado que los "trans" favorecen el aumento de los principales factores de riesgo vinculados con la enfermedad cardíaca coronaria, acrecientan el riesgo de padecerla y favorecen desórdenes metabólicos tales como una actividad anormal de la hormona insulina o el desarrollo de algunos cánceres como el de seno, colon y recto, así como depresión a la respuesta inmune del organismo.

Además, se ha advertido una gran correlación entre el contenido de "trans" en la dieta de la mamá y los niveles de "trans" presentes en el cordón umbilical, encontrando una relación positiva entre los valores de "trans" en la leche materna y los de "trans" en la sangre del bebé lactante.

Lo expuesto es de gran trascendencia, ya que la correcta utilización de los mismos es fundamental en el niño y, por ende, los "trans" podrían interferir en su crecimiento y desarrollo, conllevando a desórdenes neurológicos o visuales.

A consecuencia de estas investigaciones, a partir de enero del 2006 es obligatorio desvelar en las etiquetas de información nutricional la cantidad de "trans fat" que contienen los productos, llegándose inclusive en algunos estados americanos a prohibir de manera permanente la utilización de éstos en la elaboración de alimentos al público, provocando una reingeniería absoluta en las cadenas que venden alimentos basura (junk food) como las de donuts, pollo frito, hamburguesas y todas aquellas que vendan papas fritas procesadas. Bien me lo decía mi abuelita española, que dejara de comer tanta porquería y me comiera un pescadito al vapor con un chorrito de aceite de oliva.