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Niños migrantes pasan semanas en refugios de Estados Unidos

Más de 700 niños pasaron tres semanas o más en los centros sin licencia del gobierno a mediados de julio

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Niños migrantes pasan semanas en refugios de Estados Unidos
En esta imagen de archivo del 2 de julio de 2021, niños esperando ante un centro de llamadas donde pueden contactar con su familia en un centro de emergencia para menores migrantes en Pomona, California. (AP FOTO/MARCIO JOSE SANCHEZ, POOL, ARCHIVO)

Cinco meses después de que el gobierno del presidente estadounidense Joe Biden declaró una emergencia y se apresurara a habilitar refugios para alojar a una cifra récord de menores que cruzaban solos la frontera entre México y Estados Unidos, los niños seguían haciendo largas estancias en los centros mientras continuaban las llegadas, según activistas de bienestar infantil.

Más de 700 niños pasaron tres semanas o más en los centros sin licencia del gobierno a mediados de julio, según declaraciones presentadas ante una corte federal que supervisa las condiciones de alojamiento para jóvenes inmigrantes. Los activistas afirman que los niños deberían ser liberados rápido para quedarse con familiares en Estados Unidos o ser enviados a un centro con licencia.

En uno de los casos documentados, un chico salvadoreño de 16 años dijo que se había servido carne cruda a los niños. Pasó más de un mes hasta que el joven, que dijo hablar con su madre y su padre cada semana, fuera entregado a su padre en Georgia.

“Cuando me despierto todos los días me siento muy frustrado. De los jóvenes con los que llegué, yo soy el último”, dijo el chico en su declaración. “Me gustaría estar con mi papá ahora mismo”.

Cuando el gobierno de Biden abrió los centros de emergencia en marzo para aliviar el peligroso hacinamiento en los puestos de frontera, pretendían ser una solución temporal. Pero meses más tarde, algunos se preguntan si ese sigue siendo el caso.

El número de niños que cruzaron la frontera sin un adulto en julio se acercó a las cifras de marzo, pese al calor estival.

“Si tienes una cena que preparas para tres personas, y aparecen 30,000, vas a tener un problema”, dijo en una audiencia reciente la juez de distrito Dolly M. Gee, que supervisa el acuerdo de alojamiento alcanzado hace décadas, según el cual los gobiernos custodian las condiciones en las que están los niños.

“La infraestructura no está pensada para la llegada de decenas de miles de personas a la vez, y de algún modo el paradigma tiene que cambiar para determinar cómo gestionar estas cifras”, dijo.

Las autoridades fronterizas estadounidenses reportaron más de 18,000 encuentros con niños inmigrantes no acompañados en julio, un aumento del 24 % respecto del mes anterior. Ha sido el mes más atareado en la frontera durante el gobierno de Biden, con casi 200,000 encuentros a pesar de que normalmente se espera que las llegadas decaigan en el verano.

Según un reporte del gobierno publicado a principios de agosto, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS por sus siglas en inglés) tenía casi 15,000 niños a su cuidado, pero sólo 11,000 camas en refugios con licencia para albergar niños inmigrantes. Utilizar grandes centros puede cubrir ese déficit, aunque los activistas señalaron que el gobierno haría mejor en ampliar los refugios con licencia donde los niños tienen trabajadores encargados de sus casos, recreación y seis horas de educación diarias entre semana.

El HHS se encarga de atender a los niños hasta que se les pueda enviar a vivir con familiares u otros tutores en Estados Unidos, mientras esperan a que un juez de inmigración decida si pueden quedarse en el país de forma legal.

La agencia sigue recurriendo a estos centros de emergencia a pesar de que dispone de una extensa red de refugios con licencias estatales que podrían ser ampliados, así como grandes centros, llamados instalaciones de atención en afluencia y que tienen normas especiales de personal y condiciones de alojamiento.

Los activistas dicen que los alojamientos de emergencia no cumplen ninguno de los criterios de la agencia y son una opción inadecuada y costosa, especialmente para niños pequeños y vulnerables que ya lidian con el trauma de dejar su casa y hacer el peligroso viaje al norte.

“Hay otras formas de hacer esto. En cierto modo están metiendo al cabeza en un agujero y haciendo como si los alojamientos de emergencia fueran la única opción, y eso está muy lejos de la verdad”, dijo Leecia Welch, directora de activismo legal y bienestar infantil en el Centro Nacional de Derecho de Menores y que está entre los abogados que representan a los niños en el caso federal. “Cuando empiezas por algo espantoso, y algo mejor sigue siendo horrible, no está bien”.

Los activistas han pedido a Gee que ordene al gobierno cumplir con los estándares en sus centros de emergencia tal como lo hace en las instalaciones de atención en afluencia, que también pretenden responder a picos de llegadas. Por ejemplo, un alojamiento para hasta mil niños en Carrizo Springs, Texas, debe proporcionar un trabajador social por cada ocho niños en las horas en las que están despiertos y ofrecer al menos una sesión individual de terapia semanal por menor. Hay una audiencia programada sobre la cuestión para el 1 de octubre.

Un portavoz del Departamento de Salud dijo que los centros juveniles con licencia siguen cerca de su capacidad, y que los sitios de acogida de emergencia proporcionan una atención crítica a los niños que están esperando que los envíen a vivir con un padre u otro patrocinador. El portavoz señaló que el cuidado de esos niños es una prioridad, y que la agencia está trabajando para aumentar la capacidad en sitios con licencia.

Los gobiernos de los expresidentes Barack Obama y Donald Trump también abrieron centros temporales cuando aumentaron las llegadas de niños solos, pero las cifras estaban lejos de las que se han registrado en el gobierno de Biden.

Cuando apareció el coronavirus, el gobierno de Trump prácticamente cerró la frontera suroeste a los solicitantes de asilo, amparándose en una medida asociada a la pandemia que envió de vuelta a muchos inmigrantes. Posteriormente, en noviembre, un juez federal obligó al gobierno a dejar de expulsar a los niños no acompañados por ese mecanismo.

Dos meses más tarde, Biden asumió la presidencia y el número de niños migrantes que intentaban cruzar la frontera empezó a crecer. Los refugios para menores migrantes seguían operando a una capacidad reducida para combatir el coronavirus, y el Departamento de Salud se vio de pronto sin espacio para alojarlos.

En los últimos meses, la estancia media en los centros de emergencia ha bajado y el HHS ha cerrado algunos centros y trabajado para mejorar las condiciones en otros. Pero en un momento dado, algunos niños estaban tan desesperados por salir del centro de emergencia más grande, en la Base Militar de Fort Bliss, en Texas, que intentaron escapar, según declaraciones presentadas ante la corte.

Tras ser atrapados, algunos niños fueron trasladados a un centro juvenil con más restricciones en Nueva York.

Uno de ellos, un hondureño de 16 años, dijo que era una mejora porque en el nuevo alojamiento recibían pizza y otros alimentos que les gustaban en lugar del pollo crudo y sanguinolento que les servían en la base militar. También tenían profesores, mientras que antes no recibían clases.

“Mereció la pena portarse mal”, dijo en una declaración. En Fort Bliss, señaló, pasaba el día en la cama como un rehén. “Me alegro mucho de haber intentado escapar de ese infierno. Era horrible y nunca podía dormir”.

Alex Nowrasteh, director de estudios de inmigración en el centro libertario Cato Institute, dijo que las políticas estadounidenses están empeorando el problema. Él cree que los padres envían a sus hijos a la frontera porque saben que tienen más posibilidades de entrar solos que con un familiar.

Biden ha mantenido las normas de salud pública implementadas por el gobierno de Trump que impiden a la gente solicitar asilo en la frontera, salvo por los niños que cruzan sin la compañía de un adulto.

Si Estados Unidos permite a las familias solicitar su entrada legal en el país, las autoridades podrían gestionar los flujos, eliminando la necesidad de esos refugios de emergencia, señaló Nowrasteh.

“Seguimos en una emergencia —las cifras siguen siendo altas— pero desde luego esta no es la forma de gestionarlo”, añadió. “Tenemos la capacidad de procesar una enorme cantidad de solicitudes de asilo si queremos. Sólo se trata de que el gobierno quiera”.

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