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“El Plan Quisqueya viene a que los comerciantes pequeños pasemos a ser sus empleados”

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“El Plan Quisqueya viene a que los comerciantes pequeños pasemos a ser sus empleados”
Reyes Altagracia Morel (Mamá) fue presidenta durante quince años de la Asociación de Comerciantes de Dajabón. (FOTO: MARVIN DEL CID)

Reyes Altagracia Morel es Mamá. Así la llaman los comerciantes a los que ha liderado durante décadas. Es también, juzgan quienes la conocen, la depositaria de la memoria del no siempre apacible comercio fronterizo binacional. Por eso, cuando se pregunta quién puede hablar con propiedad sobre tema tan sensible, el concierto la señala a ella, pionera y referente. Una mujer de una voluntad inquebrantable y de una lucidez que admira. Se ha dejado la piel en el camino y, aunque apenas se asoma a la edad madura, habla de sus años como limitante para continuar ejerciendo de lideresa.

Presidenta durante quince años de la Asociación de Comerciantes de Dajabón y ahora asesora, recuerda que fue con ocasión del embargo de los Estados Unidos a Haití por el golpe de Estado que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide cuando ella y un grupo de emprendedores dajaboneros iniciaron el intercambio comercial transfronterizo a escala significativa. Abrían, quizá sin proponérselo, la brecha por donde transita hoy un proyecto socioeconómico colectivo que todos se dicen dispuestos a defender con uñas y dientes.

Mamá, se ufana de que la llamen de ese modo, admite que el comercio fronterizo carece de reglas, pero defiende que es dínamo de una prosperidad que los dajaboneros han construido a fuerza de un trabajo casi ciclópeo. Cincelado a fuerza de confianza en sus capacidades de construir bienestar en un territorio abandonado a su suerte por el Estado.

Sentada en la terraza de su casa, Reyes Altagracia Morel, maestra por vocación y comerciante por circunstancias ineludibles de la vida, reconstruye para Diario Libre el proceso de empoderamiento que pequeños emprendedores iniciaron hace décadas, y que hoy sienten amenazado por el gran capital que cabalga montado en el Plan Binacional Quisqueya.

¿Podría hablarnos de cómo se inicia este intercambio comercial informal fronterizo?

Todavía el doctor Joaquín Balaguer era presidente cuando se presentó el embargo de los Estados Unidos y la OEA a Haití. Balaguer fue consecuente con esa situación, pese a las amenazas de sanciones. Le dio mucha más importancia al sentimiento humano y priorizó las necesidades de los haitianos. Así comenzó el comercio informal: los haitianos venían y se abastecían de mercancía; primero lo hacíamos por el río, hay que ser honesto, porque no era legal el comercio, y así nos mantuvimos un tiempo. Pero los militares se aprovechaban de esa ilegalidad y llegaron a controlar el comercio de este lado.

¿Cómo enfrentan este control militar?

Al darse una situación en la que los comerciantes se sentían perseguidos, realizamos una reunión y logramos que el doctor Joaquín Balaguer permitiera que el comercio se desarrollara en un área específica de la ciudad.

¿Estamos hablando de qué año?

Alrededor de 1992. Todavía hoy no hay un comercio legal, pero ya ambos países permiten que la gente lo realice por vías que garantizan no tener temor de que los guardias le quiten la mercancía. Nosotros, los comerciantes, hemos sostenido una lucha permanente para que el comercio con Haití le legalice, que haya reglas del juego claras, que nos permitan reclamar, decir lo que está bien o mal. Pero hemos tenido que adaptarnos a las circunstancias.

¿Cuál es la situación del comercio binacional en la actualidad?

El comercio ha bajado, tal vez se está vendiendo un veinte por ciento de lo que se vendía antes, incluso menos. ¿Cuáles son las razones? Vamos a especular, porque de fuente oficial no tenemos ninguna información. Lo que se dice es que en Haití hay intereses que persiguen que los productos que se comercializan en el mercado binacional sean llevados directamente allá por los grandes comerciantes. Es lo que se comenta. Haití ha puesto muchos obstáculos para el paso de la mercancía; como no tenemos otra alternativa, los comerciantes hemos permanecido haciendo lo que se puede.

Otras personas me han manifestado sus temores, también vagos, por una supuesta estrategia de los grandes capitales de monopolizar el comercio transfronterizo, lo que terminaría con el mediano y pequeño comercio de la provincia.

Podríamos explicar eso. En el año 1996 un grupo de comerciantes formamos una compañía para comerciar en la ciudad de Ouanaminthe. Teníamos el propósito de abrir otras posibilidades al haitiano para que adquiriera mercancías sin dificultad, porque no es secreto que cuando ellos cruzan se les presentan situaciones difíciles con los militares, con Migración, etcétera. Nosotros, intentando hacer negocios con nuestros hermanos haitianos, nos trasladados allá. Cuando teníamos alrededor de once años en esta actividad, comenzaron a darnos un trato diferente, en el sentido de que pasar la mercancía era una caja de Pandora porque no sabíamos qué nos iba a cobrar la Aduana haitiana. Comenzaron a subir los impuestos y los aranceles; la gente piensa que ellos no tienen sus reglas y su disciplina, y sí las tienen. Quizá no se las aplican a ellos mismos, pero sí a los extranjeros. Cuando comenzaron a cobrarnos medalaganariamente sumas cuantiosas, que le quitaban rentabilidad al negocio, decidimos regresar a Dajabón.

¿Qué tiene que ver esto con los temores aludidos?

Tiene que ver. En ese momento de que le hablo, el director general de Aduanas, Miguel Cocco, que era un visionario, se dio cuenta de los obstáculos que nos ponía Haití y envió un técnico para instruirnos sobre cómo exportar desde el área primaria de Aduanas controlados, naturalmente, por la institución. El resultado fue que nos permitieron tener furgones estacionarios –de los cuales Aduana tenía una llave y nosotros otra— y desde ahí exportábamos, porque los haitianos entendían que no había razón para que los extranjeros vendiéramos de aquel lado, que ellos podían hacer su propio negocio. En ese momento, el mercado funcionaba también en el casco urbano de Dajabón. Cuando vino el cólera, el Ministerio de Salud Pública decidió que ese mercado había que trasladarlo a otro lugar y nos llevaron al lugar donde se desarrolla actualmente, pero la estructura no estaba terminada y nos pusieron en un área abierta, pasando mucho trabajo. El comerciante se mantuvo ahí hasta que la Unión Europea entregó el edificio en el que nos ubicaron. De hecho, ahora existen dos canales de venta: el de exportación y el mercado local.

¿Me explica en qué consisten esos canales?

El canal de exportación se desarrolla en un lugar específico para ocupar el cual Aduanas nos trazó requisitos que se resumen en la compra de un local con paredes seguras, altas, donde la institución tendría una oficina. Los lunes y los viernes, cuando no se permite que los haitianos crucen del área establecida como límite del mercado –y nuestro local está situado una cuadra después—, tenemos que llevar la mercancía al área primaria de Aduanas, acompañados de un celador, para poder vender ahí. En el otro mercado, que se desarrolla en el edificio financiado por la Unión Europea, vendemos mercancía comprada con impuestos. Pero dada la realidad que estamos viviendo, y previendo el futuro que se aproxima, pensamos que el canal que nos quedará será el de exportación.

¿Por qué prevén la desaparición del mercado binacional?

Ahora los comerciantes pequeños y medianos haitianos pueden comprar aquí a precios competitivos. Si eso no ocurriese es seguro que dentro de poco tiempo desaparecerían porque el grande los va a absorber. Nosotros mantenemos la venta (en el área primaria de Aduanas), pero como hay productos que no pagan impuestos, como las pastas alimenticias, estos ya se están perdiendo en el mercado local.

Volviendo a los temores...

Sí, hay amenazas. Todavía no ha sucedido nada concreto pero Juan Vicini hizo una reunión en Dajabón para presentar el Proyecto Binacional Quisqueya y explicó en qué consiste ese megaproyecto. Los comerciantes de aquí hemos comentado que cuando ese proyecto venga, se instale y se desarrolle, vamos a desaparecer, porque no podremos competir. Debo decir que a nosotros la presentación nos tomó de sorpresa. Yo lo había oído hablar por televisión diciendo que problema de la frontera es que no tiene ningún atractivo de desarrollo, y de pronto propone hacer zonas francas, comercios, vías de comunicación y crear las condiciones para que el haitiano no tenga la necesidad de venir a vivir en la República Dominicana.

¿Han pensado en cómo afrontar esa posibilidad?

No sabemos qué podríamos hacer. Sabemos que eso está y que viene porque ya lo explicaron Juan Vicini y sus técnicos. Es un proyecto ambicioso que abarca todo lo que es considerado desarrollo de la zona fronteriza.

Llama la atención que la economía de esta ciudad se sustenta en iniciativas del comercio y de productores medianos y pequeños y margen de los grandes capitales.

Producto de ese mercado, que es la columna vertebral de la economía de Dajabón. Por ejemplo, la farmacia de nutre de lo que nos ganamos en el mercado, las estaciones de gasolina, las clínicas, las ferreterías. Todo lo que es aquí negocio percibe el dinamismo de ese mercado.

¿Cuando les presentaron el Plan Binacional Quisqueya los comerciantes fijaron posición?

Yo estaba presente y alguien me dijo: “Mamá, pensé que ibas a pedir la palabra”. Le respondí que el corazón nunca me ha traicionado. Vi que todas las autoridades estaban aplaudiendo cuando hablaba Juan Vicini, y me pregunté cómo en ese ambiente iba a pararme, yo que soy una hormiga, para dar una nota discordante diciendo que nos están amenazando. A la salida, los comerciantes decidimos reunirnos y elaboramos un documento para entregarlo al presidente Danilo Medina, quien durante una visita reciente a Dajabón para inaugurar el Centro de Diagnóstico nos prometió regresar para reunirse solo con nosotros. Seguimos esperando que venga a visitarnos.

¿Qué le plantearían ustedes?

Le plantearíamos que estamos viendo que el desarrollo del Proyecto Binacional Quisqueya nos va a hacer desaparecer. Le vamos a preguntar al presidente qué solución tiene para Dajabón, porque tenemos entendido que él está de acuerdo, que les ha aprobado todo a ellos. Supe que les entregarán el muelle de Manzanillo, que después viene una autopista de circunvalación; ya se aprobó la que va por La Vigía, que nos dejará fuera. Cuando la vía principal de comunicación que conecta a los pueblos te deja a ti aislado, lo que dice la experiencia es que las economías sufren.

Pese a todo, y en términos ideales, el Proyecto Binacional Quisqueya persigue el desarrollo fronterizo.

Repito que a nosotros nos tomó de sorpresa la invitación de Juan Vicini y la presentación de ese proyecto. Fue entonces cuando nos enteramos en qué consiste. Percibo, y puedo estar equivocada, que esa no es la intención. Que ellos vienen a que nosotros, que somos comerciantes pequeños, pasemos a ser sus empleados, que nuestros hijos no tengan posibilidades de hacer negocios sino de ser trabajadores de zona franca. Para mí ellos tienen en la mente que los ciudadanos que vivimos aquí, que hemos optado por sembrar nuestras raíces en Dajabón, no tenemos capacidad para vivir en otro lugar.

¿No será que ustedes les han abierto los ojos a otros sectores frente a las posibilidades económicas de Dajabón?

El Señor nunca abandona a sus hijos. Al estar nosotros ubicados en esta zona olvidada, Él se habrá dicho: “Pero ven acá, si no hay una manera en la que esta gente pueda sobrevivir decentemente...”. La vida de nosotros es costosísima; si queremos calidad mínima de salud tenemos que coger para Santiago; cuando se enferma una persona pobre hay que buscar dinero para trasladarla en una ambulancia, porque aquí no hay forma de darle atenciones médicas. Estamos siempre expuestos a morir entre Dajabón y Santiago porque no encontramos asistencia médica antes de. Nosotros hemos afrontado todos los riesgos porque nos tocó vivir aquí. Y aquí hemos desarrollado nuestras actividades para sobrevivir.

Precisemos, sin embargo, que ese proyecto no es solo dominicano, sino que también involucra a grandes capitales haitianos. Eso significa que no solo los dajaboneros serían eventualmente afectados.

Pero en Haití solo existen dos clases sociales, el grande es grande y el pequeño es pequeño. Quienes tienen que poner las reglas claras son los gobiernos. Y yo siento que estamos desarmados, que si el gobierno dominicano no se empodera de esta situación y viene en auxilio de los pequeños comerciantes de Dajabón, el león se comerá al más pequeño. Porque por más que protestemos, si no hay una voluntad política, no lograremos nada. Esa es nuestra inquietud. Se lo plantearemos al presidente para que nos diga cuál solución él tiene para Dajabón. Y no solo para nosotros, porque al mercado vienen de todas partes a vender y comprar. Ni siquiera podemos cuantificar cuántas personas dependemos de ese mercado directa o indirectamente. Aquí hay más hoteles, transporte y bancos que en ningún otro pueblo de la región, y todo es fruto del mercado. Sin ese mercado no hubiera sido posible que Dajabón alcanzara su actual nivel de desarrollo.

Quizá no haya que ser tan pesimistas.

Cuando CODEVI, del Grupo M, de Fernando Capellán, se instaló en Ounaminthe, se nos dijo que muchos de sus insumos serían adquiridos en Dajabón y que de aquí también sería una parte importante de sus trabajadores. En CODEVI apenas hay unos pocos empleados dajaboneros y ya hasta han instalado un supermercado que no compra nada en nuestra ciudad ni en nuestra provincia.

Por último, ¿cómo ha influido el problema migratorio en la situación económica de la provincia?

Ha influido porque ¿quiénes desempeñan la agricultura y la construcción? Los haitianos. Aquí cada casa tiene por lo menos una haitiana que lava, plancha, limpia o cocina. Ellos tienen esa facilidad de venir y ganarse el peso y eso les permite comprar, que es parte del dinamismo de la economía de Dajabón.

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Infografía
Fila de migrantes haitianos, en su mayoría trabajadoras domésticas. esperando pasar el control migratorio para llegar a sus trabajos un viernes por la mañana en Dajabón. (FOTO: MARVIN DEL CID)
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