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El fin del mulá Omar, la muerte de un fantasma

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El fin del mulá Omar, la muerte de un fantasma
Varias personas rezan en un funeral por el exlíder de los talibanes afganos, el mulá Omar, el 1 de agosto de 2015 en Islambad (Pakistán). Unas 300 personas, entre ellas varias figuras políticas, lloraron la muerte del exlíder talibán mulá Omar en un funeral in absentia celebrado en Islamabad, tres días después de que Kabul anunciase su fallecimiento en 2013 en territorio paquistaní. ( EFE/AMJAD ALI)

El mulá Omar, el guía tuerto, el líder de los talibanes que impuso con mano de hierro la aplicación de la ley islámica cuando el fin del siglo XX llegaba a Afganistán, ha muerto. Así lo anunció el Gobierno a finales de julio, asegurando que el hombre más buscado del país, el fantasma tras el que se escondían los atentados más terribles de los últimos años, había fallecido.

Nadie lo había visto desde 2001, cuando Estados Unidos invadió Afganistán en la resaca del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. El régimen talibán acababa de hacerse mundialmente conocido por destruir los budas gigantes de Bamiyán, una escena que conmocionó a la opinión pública mundial.

Pero fue la decisión del mulá Omar de dar cobijo al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, lo que selló el fin del régimen talibán en Afganistán.

Desde entonces, el mulá tuerto se escondía en las montañas dirigiéndose esporádicamente a sus seguidores con motivo del Ramadán (el ayuno musulmán) y manteniendo un halo de secretismo, que hizo que su existencia real dejara de ser incluso importante.

Así lo dijo el Gobierno afgano al asegurar que Omar llevaba muerto desde abril de 2013 y que lo hizo en un hospital de Pakistán, algo que este país ha negado por activa y por pasiva, asegurando siempre que no mantiene contactos con los talibanes.

DOS AÑOS DESPUÉS

El pasado 29 de julio los servicios secretos afganos filtraron a la prensa internacional la muerte del mulá Omar. Oficialmente el Gobierno afgano se limitó a decir, inicialmente, que estaba estudiando una información cursada por el Gobierno paquistaní en ese sentido, pero no confirmaba el extremo.

Fue en horas de la noche de ese mismo día cuando, de manera coordinada, el Directorio Nacional de Seguridad (NDS, siglas en inglés), a través de su máximo responsable, Abdul Hassib Sediqi, y posteriormente el presidente del país, Ashraf Gani, en la red social Twitter, confirmaban el final del enemigo público número uno del país.

“El Gobierno de la República Islámica de Afganistán, basándose en información creíble, confirma que el líder de los talibanes, el mulá Omar, murió en abril de 2013 en Pakistán”, dijo Gani en la mencionada red.

Sediqi dijo a Efe que la muerte del líder insurgente ocurrió en un hospital de la ciudad paquistaní de Karachi.

“El mulá Omar estaba enfermo y fue hospitalizado hace dos años y cuatro meses en un hospital cercano a la ciudad de Karachi. Murió en el hospital, pero no sabemos si falleció por una enfermedad o por otro motivo”, agregó.

“Teníamos esta información desde hace dos años, pero ahora es más fiable”, añadió.

La noticia terminó de ser definitiva al día siguiente, cuando los propios talibanes confirmaron el deceso de su líder.

“El liderazgo del Emirato Islámico (como los talibanes denominan a Afganistán) y la familia del mulá Omar, anuncian que el fundador del Emirato Islámico y su líder Amir-ul Momineen (Príncipe de los Creyentes) ha muerto debido a una enfermedad”, informó el grupo insurgente en un comunicado enviado por su portavoz Zabihullah Mujahid.

En la nota, firmada por líderes talibanes y miembros de la familia del mulá, se negaba la versión de la muerte de Omar en Pakistán.

“A pesar de la presión y de ser rastreado regularmente por Estados Unidos, (Omar) estuvo viviendo en Afganistán y durante los últimos 14 años nunca salió de Afganistán, ni por un día y nunca viajó a Pakistán ni a otro país”, indicaron.

Además, aseguraron que el mulá Omar “estuvo manejando los asuntos del Emirato Islámico desde su residencia y hay suficientes pruebas de esto”.

“Enfermó hace algún tiempo y su enfermedad se volvió grave en las últimas dos semanas y finalmente murió”, afirmaron los talibanes, sin precisar a qué periodo de tiempo se referían.

MUERTE SOSPECHOSA

Apenas una semana antes del anuncio de la muerte de Omar, el grupo insurgente Fidai Mahaz, escindido de los talibanes, publicó en su página web un comunicado en el que el líder de la formación, Qari Hamza, aseguraba que el mulá Omar fue “martirizado” hace dos años.

Un exministro talibán también había detallado a Tribune Express, un diario de Pakistán, que el jefe talibán pereció de tuberculosis y que su cadáver fue identificado por su hijo y enterrado en territorio afgano.

Sin embargo, las especulaciones se multiplicaron cuando el pasado mes de abril, en un inusual gesto, los talibanes difundieron a través de internet la primera biografía oficial del mulá Omar, desmintiendo su muerte.

La publicación se hizo en coincidencia con el 19 aniversario de su nombramiento como Amir-ul Momineen o Príncipe de los Creyentes, que le convirtió en el dirigente de la yihad y emir de Afganistán, país que gobernó desde 1996 hasta 2001.

Los insurgentes justificaron la publicación del documento por “la urgente demanda de numerosos colegas, especialmente escritores e investigadores” y para “prevenir la falsa propaganda”, de acuerdo con su página web.

Lo cierto es que desde 2001, cuando el mulá Omar huyó de Kabul en una motocicleta, no volvió a aparecer en público.

MARTIRIO DE LOS INFIELES, PROFETA DE LOS DESILUSIONADOS

El mulá Omar quiso que Afganistán viviera de acuerdo a los preceptos de la sharía o ley islámica y trató de recrear el modo en que vivió el profeta Mahoma hace 1.400 años, según explicó en su libro “Los talibanes” el periodista paquistaní Ahmed Rashid.

Así, se prohibió a las mujeres que salieran de casa, estudiasen, usasen tacones o se pintaran las uñas, porque llamaban la atención de los hombres, y se las obligó a vestirse con burkas, mientras los varones tuvieron prohibido afeitarse la barba.

Las ejecuciones, amputaciones y las lapidaciones públicas por violación de los edictos talibanes se convirtieron en eventos semanales entre 1996 y 2001.

Pero el mulá Omar se convirtió también en inspiración para los “los hijos desilusionados de la yihad” y en una suerte de Robin Hood, que ayudaba a los pobres frente a los abusos de otros grupos insurgentes sin pedir nada a cambio.

En solo dos años, el modesto mulá logró el control de la mayor parte de Afganistán, tomando Kabul en 1996.

Ese mismo año fue nombrado Amir-ul Momineen, que lo convirtió en el dirigente de la yihad y emir de Afganistán.

La confirmación de este nombramiento llegó el 4 de abril de 1996, cuando Omar apareció ante la multitud sobre el tejado de un edificio, en el centro de Kandahar, ciudad del sur de Afganistán desde la que gobernó hasta la invasión de EEUU.

Occidente impuso sanciones por su desprecio de los derechos humanos, pero fue la negativa a entregar a Estados Unidos al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, refugiado en suelo afgano y acusado del ataque a las Torres Gemelas, la que provocó la invasión estadounidense de Afganistán y la caída del régimen talibán en octubre de 2001.

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