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El último órdago de Matteo Renzi, un aliado incómodo en la política italiana

Gonzalo Sánchez

Roma, 13 ene (EFE).- En la última década Matteo Renzi ha saboreado la victoria y las derrotas más amargas, pero algo no ha cambiado: este Maquiavelo moderno sigue agitando la política italiana, ahora torpedeando al Gobierno sin piedad en un momento muy complicado para el país.

El político ha retirado el apoyo al Ejecutivo de su pequeño partido, el centrista Italia Viva (IV), alegando un mal reparto de los fondos europeos del Plan de Recuperación para la pandemia, y ha puesto así al país de nuevo ante el precipicio de la inestabilidad, ya que su presencia en el gabinete es clave.

RENZI, UN ALIADO INCÓMODO

No es la primera vez que Renzi pone la zancadilla a un Gobierno. En febrero de 2014, apenas dos meses de hacerse con las riendas del Partido Demócrata (PD), el exalcalde de Florencia defenestró al entonces primer ministro, Enrico Letta, su propio correligionario.

'Enrico, estate tranquilo', insistía Renzi a su correligionario, que ya veía venir su embate, pero la sospecha de Letta se cumplió y el joven político acabó jurando como primer ministro.

Ese día, con 39 años de edad, se puso al frente del país. Fue su época dorada, los mejores años, coronados con su más preciado galón, aquel 40 por ciento de votos en las elecciones europeas del 2014 que le coronó como fulgurante promesa política del continente.

Se presentaba de hecho como el 'desguazador' de las viejas formas de los palacios romanos.

Todo el mundo hablaba de él, inauguró una nueva forma de hacer política, destacaba por su ademán chulesco, coloquial, y pronto fue acusado de acallar a sus opositores dentro del partido y de agrandar sus divisiones, tal y como reconocen todavía sus exponentes.

Sin embargo, todo se torció en el momento en que decidió cambiar la Constitución.

Su proyecto más ambicioso fue acabar de una vez por todas por el bicameralismo perfecto, el sistema que prácticamente iguala en poder y competencias a la Cámara de los Diputados y al Senado, culpable de las eternas tramitaciones de leyes.

Los italianos debían decantarse sobre si reducir el poder del Senado en un referéndum en diciembre de 2016, pero, una vez más, a Renzi le perdió la boca y en plena campaña aseguró que si salía derrotado, si fracasaba, dimitiría como primer ministro.

Y llegó el varapalo. Su reforma fue rechazada por la población y no le quedó más remedio que dimitir.

UN CAMINO POR EL DESIERTO

Enseguida Renzi fue sustituido por Paolo Gentiloni, en la rápida centrifugadora que es la política italiana, que suma más de sesenta gobiernos en apenas siete décadas de democracia.

No obstante, el político revalidó su cargo como secretario general del PD en las primarias de 2017. Esto, a pesar de que en la calle ya pocos le creían, cuestionado también por su polémica reforma Laboral y del Estatuto de los Trabajadores.

Su coalición de centroizquierda perdió las elecciones generales de 2018, sobrepasada por el empuje del antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5S), y Renzi no tuvo más remedio que dimitir como líder del partido. De ahora en adelante sería simplemente senador.

SU VUELTA A LA RELEVANCIA

En el verano de 2019 Italia se envolvía en una nueva crisis política: el ultraderechista Matteo Renzi había roto su coalición con el Cinco Estrellas en un intento de forzar elecciones y llegar al poder por sí solo, animado por el viento favorable de las encuestas.

Y el senador Renzi insistió desde dentro del PD para que diera su apoyo al Cinco Estrellas y revalidara un nuevo Gobierno de Giuseppe Conte. Así se evitaron unas elecciones que a buen seguro habrían derivado en la victoria del ultraderechista.

No obstante, el político seguía queriendo mandar y en septiembre de 2019 anunció su salida del PD y la formación de un nuevo partido, al que bautizó como Italia Viva (IV), centrista, liberal, europeísta.

El surgimiento de esta nueva formación hizo que el PD sufriera una dolorosa escisión y Renzi se llevó consigo a 30 diputados y 18 senadores sin que ninguna elección le avalara para ello. Pero el transfuguismo es la norma en el Parlamento italiano.

De este modo, el político florentino se integraba en la coalición de Conte junto al PD, el M5S y otras fuerzas de izquierdas. Una alianza con visos de cierta estabilidad ahora torpedeada por él mismo, en una jugada que pocos o nadie entienden en el país. EFE

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