Fumio Kishida, un diplomático discreto ante su mayor reto político
Antonio Hermosín Gandul
Tokio, 30 oct (EFE).- Fumio Kishida llegó al poder en Japón hace un mes tras vencer en las primarias de su partido con un perfil discreto y centrista, y ahora trata de ganarse el apoyo de los nipones con esas mismas armas en su mayor reto político hasta la fecha.
Kishida, de 64 años, fue el elegido del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) en los comicios internos del pasado 29 de septiembre para liderar el país en el final de la legislatura y optar a un nuevo mandato, que sería el cuarto consecutivo de la formación conservadora.
El exministro de Exteriores y de Defensa y político profesional de tercera generación cuenta con el respaldo de la poderosísima maquinaria electoral del PLD, un partido que ha gobernado Japón de forma casi ininterrumpida desde 1955, aunque no ha entrado con buen pie como jefe del Ejecutivo.
COMIENZO DUBITATIVO
Kishida se impuso en las primarias con un programa que incluía una 'reforma del capitalismo', una aspiración sorprendente para el aspirante a encabezar un partido caracterizado por su estrategia económica neoliberal, que en los últimos nueve años ha tomado la forma de 'Abenomics'.
De este modo apeló a las sensibilidades de los sectores más progresistas de su partido, además de apropiarse de parte del mensaje de una oposición que lleva denunciando un aumento de las desigualdades en Japón desde la llegada al poder de Shinzo Abe a finales de 2012.
Pero Kishida se vio obligado a recular con su mensaje y a afirmar que su prioridad sería el 'crecimiento económico' seguido de 'un mejor reparto de la riqueza', después de que sus ideas sobre reformas fiscales causaran recelo en el sector privado y motivaran una sucesión de caídas bursátiles.
LA ALARGADA SOMBRA DE ABE
De ser uno de los protegidos del ex primer ministro Abe, con quien ocupó las dos antes citadas carteras ministeriales de peso, Kishida ha pasado a plantear una ruptura con la estrategia económica del líder nipón más duradero en el cargo, además de incidir en algunos de los escándalos que afearon el tramo final de su mandato.
Por todo ello, Abe, quien sigue siendo una de las figuras más influyentes en su partido desde que dejó el cargo por motivos de salud en septiembre de 2020, apoyó a otra candidata que compitió con Kishida en los comicios internos, la ultraconservadora Sanae Takaichi.
Las complejas alianzas que permitieron que Kishida se hiciera con el control de su partido pueden también maniatarlo a la hora de gobernar, según apuntan los analistas, ya que deberá contentar tanto a los sectores más a la derecha de la formación como a las voces reformistas.
Este escenario, unido a los tibios índices de popularidad del primer Gabinete Kishida -de en torno al 40 %-, amenaza con convertir al actual primer ministro en un líder fugaz incluso si vence en las urnas, como venía siendo habitual en Japón hasta que Abe arrasó en los comicios generales de 2012.
EXPERIENCIA DIPLOMÁTICA
Kishida afronta semejantes desafíos con un extenso currículum como canciller de Japón (2012-2017), y con logros relevantes como los avances en el deshielo con Rusia o el acuerdo de 2015 con Seúl para compensar a las esclavas sexuales surcoreanas, aunque este pacto fue desechado posteriormente por el Ejecutivo surcoreano de Moon Jae-in.
Además de ser el ministro de Exteriores más duradero del Japón de posguerra, fue el artífice en la sombra de la histórica visita del expresidente estadounidense Barack Obama a Hiroshima en 2017, en la que por primera vez un líder del país autor del ataque nuclear rindió tributo a las víctimas de la mortífera arma.
Sus partidarios le atribuyen las dotes de saber escuchar y de tener un carácter tranquilo y conciliador, mientras que sus detractores lo consideran demasiado 'blando' para liderar y poco carismático.
Los nipones serán quienes tengan la última palabra sobre su trayectoria política y sobre el prolongado dominio del partido conservador nipón, en las elecciones generales que se celebran este domingo. EFE
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