'La vida es sueño', un puente entre el barroco español y la Rusia actual
Fernando Salcines
Moscú, 20 oct (EFE).- 'La vida es sueño' del clásico del barroco español Pedro Calderón de la Barca, estrenada en el teatro Elektroteatr Stanislavski de Moscú, se ha convertido en un puente entre la España el siglo XVII y la Rusia actual, comentó a Efe la directora española Natalia Menéndez.
'Es como montar una catedral o un puente grande', confesó al referirse a esta singular puesta en escena, que calificó de 'absolutamente contemporánea', ya que más allá de las circunstancias de la época que relata, lo esencial perdura: la batalla del libre albedrío frente al destino, del bien frente al mal.
Fueron casi seis meses de mucho trabajo, afirma, al recordar su primer viaje a Rusia en mayo pasado, gracias al apoyo del Instituto Cervantes de Moscú , cuando se llevó a cabo la primera lectura dramatizada de la obra cumbre de Calderón de la Barca traducida al ruso por la poeta Natalia Vanjanen.
A partir de ese momento, la directora, dramaturga y actriz española, actualmente a cargo del Teatro Español y las Naves de Matadero de Madrid, trabajó en paralelo con dos repartos de actores, un proceso en el que ahondó no solo en la trama de la obra, sino que también viajó al fondo de la historia para devolverla renovada.
La escenografía de 'La vida es sueño' es minimalista: la prisión de Segismundo es una estructura metálica cubierta de un paño, que proyecta al príncipe por medio de sombras chinescas y es arrancado bruscamente cuando tiene lugar su encuentro con Rosaura.
El resto de la escenografía es igual de lacónico: escaleras y tarimas sin ningún tipo de adornos, que cambian su naturaleza gracias a un inteligente aprovechamiento de las luces y el uso de proyecciones de sombras o imágenes que impiden ubicar la trama en un punto concreto entre el siglo XVII y la actualidad.
A este efecto descontextualizador se suma el vestuario, que muestra de cuello y corbata a Basilio, rey de Polonia y padre del príncipe, y con una especie de librea a Clotaldo, maestro de Segismundo.
Los guardias llevan uniformes que recuerdan los del Ejército Soviético durante la Segunda Guerra Mundial y solo el pillo Clarín insinúa una vestimenta acorde a su época.
Todo para crear una atmósfera que cautiva al público durante las más de dos horas del espectáculo gracias al esfuerzo de un colectivo diverso pero unido en los deseos de crear, señala Menéndez.
'Las ganas, la voluntad estaban, en ellos, en mí, en el encuentro. En algunos momentos todo ha marchado bien, muy fácil, en otros momentos más como esculpiendo', explica, al constatar que el proceso en general fue muy fluido.
Y es que más allá de las barreras idiomáticas, que fueron vencidas con 'un gran esfuerzo' de ambas partes, existe 'un código común a todos, que es el código del teatro, y hay cuestiones que se parecen en todos los países'.
Todo, resumió, para presentar en escena 'un comportamiento humano que recuerde aquella época pero que es nuestro, es de hoy'. EFE
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