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Los burundeses dan un último adiós amargo al expresidente Nkurunziza

Christian Bigirimana

Gitega, 26 jun (EFE).- Los más altos cargos del Gobierno de Burundi, familiares, representantes internacionales y centenares de personas dieron este viernes su último adiós al expresidente Pierre Nkurunziza, que falleció de forma repentina el pasado 8 de junio por un supuesto paro cardiaco, durante una ceremonia fúnebre solemne.

Nkurunziza, que llevaba quince años gobernando el país con puño de hierro, fue hospitalizado en la noche del 6 de junio y su estado de salud experimentó una mejoría, pero el 8 de junio por la mañana 'cambió de manera brusca, con un paro cardíaco', según informó entonces el Ejecutivo burundés.

Diez días antes, la esposa del mandatario, Denise Bucumi Nkurunziza, había sido trasladada de urgencia por vía aérea a Nairobi para recibir supuestamente tratamiento médico tras contraer la COVID-19, enfermedad que su marido infravaloró en vida, lo que ha desatado especulaciones sobre la posibilidad de que el coronavirius acabara con la vida del ex jefe del Estado.

LÁGRIMAS POR UN ADIÓS APRESURADO

El Hospital del Cincuentenario de Karusi (centro-norte), donde permanecía los restos del mandatario (1963-2020) desde su fallecimiento, amaneció hoy en un clima tenso y con gran presencia militar.

Solo Denise Nkurunziza, la ex primera dama, sus hijos, la familia más cercana del fallecido y algunos funcionarios han podido rendir los últimos tributos al cuerpo en el hospital, antes de que el féretro saliese en su último desfile.

La emoción y las lágrimas se apoderaron de la familia, que no esperaba un adiós tan temprano al exmandatario, fallecido a los 55 años, durante toda la procesión militar, que ha desfilado por carretera hasta el estadio de Ingoma en Gitega, capital administrativa del país, donde ha tenido lugar la ceremonia fúnebre, mientras el féretro del difunto era transportado en helicóptero.

Con uniformes militares y vestidos blancos para las mujeres y trajes negros para los hombres, altas personalidades y representantes de otros países esperaron la entrada del coche blindado que transportaba el féretro cubierto con la bandera burundesa y rodeado por diez generales del Ejército, cinco a cada lado.

El automóvil dio una vuelta al estadio para que un centenar de asistentes pudiera dar su último adiós al que murió como presidente, pero vio su sucesión votada en las urnas el pasado 20 de mayo.

Nkurunziza se disponía a abandonar la jefatura del Estado el próximo agosto, tras no postularse como candidato a las elecciones presidenciales de mayo, a pesar de que modificó la Constitución para poder perpetuarse en el poder.

'Antes de él, no habíamos visto a un jefe de Estado que asumiera su fe, ayudando a las personas en trabajos comunitarios, estando cerca de los más pequeños y compartiendo comida y jugando al fútbol con ellos', recordó durante la ceremonia en su discurso el vencedor de esos comicios y ya presidente del país, Evariste Ndayishimiye, que, una vez más, prometió perpetuar su buen ejemplo.

Por su parte, la mujer del fallecido agradeció las circunstancias en las que se produjo su muerte, a pesar de todo.

'Mi esposo no fue llevado en condiciones insoportables, asesinado como otros presidentes antes que él. Tuvo tiempo para enfrentar la muerte y prepararse para ella porque estaba orando en sus últimos momentos', dijo Denise Nkurunziza.

Entre los invitados estuvieron presentes el primer ministro de Tanzania, Kassim Majaliwa, el expresidente de ese país Jakaya Kikwete y la primera dama de Zambia, Esther Lungu, así como representantes diplomáticos de Estados Unidos, la Unión Europea y China, entre otros dignatarios.

EL OTRO ADIÓS DE SUS VÍCTIMAS

Al entierro no acudieron, sin embargo, las decenas de miles de burundeses que tuvieron que abandonar el país durante su mandato por la violencia y la persecución política que él y su partido instigaron desde que llegó al poder en 2005, tras una larga guerra civil (1993-2005), que enfrentó a hutus (el 85 % de la población) y tutsis y provocó unos 300.000 muertos.

Organismos de derechos humanos han denunciado repetidamente las torturas y matanzas de las milicias juveniles paramilitares, las Imbonerakure, que actuaban bajo impunidad y alentadas por el exmandatario.

'Los que sentían a Nkurunziza como cercano o se beneficiaron por su Gobierno hoy lamentan su muerte. Es su derecho. Pero su muerte no debería limpiar su vida. (...) Yo lloro a los torturados, a los encarcelados, a los empobrecidos', decía la poetisa y activista burundesa exiliada Ketty Nivyabandi, en un artículo publicado en la plataforma panafricana de noticias African Arguments.

'Nkurunziza -continuó la poetisa- puede encontrar la paz en la muerte, pero sus víctimas vivirán con las heridas de su Gobierno por el resto de sus vidas'.

Nkurunziza fue finalmente enterrado en la colina de Musinzira, cerca del estadio, donde se dispararon 21 salvas de cañón en su honor y hay construido un monumento en su memoria. A su tumba se lleva el pomposo título de 'Guía Supremo del Patriotismo'. EFE

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