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Los cartoneros argentinos, entre exponerse al contagio o refugiarse sin apoyo

Pablo Ramón Ochoa

Buenos Aires, 10 jul (EFE).- Multitud de cartoneros argentinos acostumbrados a vivir con lo justo gracias a lo que consiguen en su recolección en la calle pasan por un momento crítico debido al temor constante al coronavirus por salir a trabajar pero al mismo tiempo con la necesidad de hacerlo para subsistir.

La presidenta de la cooperativa '18 de abril', de la localidad de Escobar (Buenos Aires), Leo Larraburu, cuenta a Efe que una gran parte de los colegas a los que agrupa se está 'cagando de hambre' puesto que por su trabajo no reciben ayudas por parte del Gobierno de Alberto Fernández, que según esta cartonera se encuentra 'ausente' para ellos.

LOS CARTONEROS, SIN LOS POCOS INGRESOS QUE GENERABAN

'Es triste porque ves la necesidad que tienen los compañeros, y no poder ayudarlos... El Estado está ausente porque lamentablemente no ve la necesidad del compañero (...), no es capaz de traerle la bolsa de mercadería de lo que se necesita', afirma la también miembro de la comisión de la cooperativa 'El amanecer de los cartoneros', la más grande de la ciudad de Buenos Aires.

Los recicladores urbanos, llamados de manera común cartoneros, son una parte importante de la cadena de reciclaje argentina: el movimiento surgió en el país a partir de la crisis económica y social de 2001 y, por lo general, lo desempeñan personas de sectores con bajos ingresos.

La reclamación y lucha de los cartoneros por el trabajo digno es una lucha que a día de hoy continúa activa en el país, que además de la crisis del coronavirus afronta otra económica desde 2018.

Larraburu se encuentra en aislamiento después de que un contacto estrecho suyo haya dado positivo por COVID-19 en la planta recolectora donde colabora en la capital, a unos kilómetros de Escobar.

El lugar se ha tenido que cerrar por precaución así que las personas que trabajaban todavía allí con un servicio mínimo tampoco lo podrán hacer, en unas semanas en las que la pandemia avanza con mayor fuerza en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el foco principal de casos.

A pesar de ese caso positivo y de otros que, afirma, se han detectado en miembros de la cooperativa que dirige en Escobar, Larruburu considera que con las 'medidas de seguridad necesarias' los cartoneros 'sí pueden trabajar'.

Larraburu dice que le duele 'en el alma' la discriminación que ha sufrido ella misma cuando ha salido durante la pandemia a acompañar a algunos compañeros que todavía salen a la calle a trabajar: algunos de ellos proceden de las llamadas 'villas miseria', donde ha habido focos puntuales de coronavirus.

'Este virus no lo trajo un carrito, no vino con un cartonero (...). Es un virus que vino de afuera y lamentablemente nos pegó a todos y nos está pegando más a los de más abajo', asevera, al tiempo que recalca que ninguno de los trabajadores a su cargo 'buscaron enfermarse'.

SE RESIENTE EL RECICLAJE

Hasta que el pasado fin de semana tuvo que aislarse, Larraburu salía de casa a las 7 de la mañana y regresaba a las 23, y en ese lapso de tiempo hace un poco de todo para ayudar a quien puede alcanzar: 'salgo a acompañar, cargo bolsones, ando de operaria arriba de un camión, estoy en la cocina cocinando para los compañeros...'.

En la cooperativa '18 de abril', de Escobar, que sigue abierta, Larraburu coordina a cerca de 750 personas de las cuales 50 trabajan durante la pandemia con medidas protocolarias como desinfección de material, guantes, mascarillas y distancia de seguridad.

Recaudan apenas el 20 % de material en comparación con lo que se recolectaba antes de que se implementara la cuarentena obligatoria, hace ya más de 100 días.

Larraburu reclama al Gobierno que los cartoneros sean reconocidos como 'servicio esencial' y para ella debe ser 'remunerado a nivel nacional'.

Esta profesional indica que en 'El amanecer de los cartoneros' hay alrededor de 4.000 colaboradores independientes 'que no tienen ningún subsidio' y que no pueden salir a trabajar por la cuarentena.

CARTONEROS 'FURTIVOS' EN BUENOS AIRES

Pero, si uno sale a la calle en Buenos Aires, no es difícil encontrar a cartoneros que aún se arriesgan de manera independiente, ante la doble amenaza del coronavirus y las multas de la policía que, según Larraburu, muchos cartoneros sufren.

'El Ruben', como dice que le llaman todos sus amigos, recoge cartón en el barrio porteño de Barracas, aunque llega allí desde la zona sur del conurbano bonaerense.

'El Gobierno no te ayuda en nada, ni un mango', afirma, y explica, ajustándose la mascarilla, que aún sale porque lo necesita 'para comer' y se lo vende a alguien que conoce por el barrio.

En su carro, frente al cartón, lleva a uno de sus hijos, un pequeño de unos tres años.

El subsecretario de Higiene Urbana de la ciudad de Buenos Aires, Ezequiel Capelli, afirma a Efe que se trata de cartoneros 'furtivos', gente que 'necesita vivir de algo'.

'Es muy raro no encontrar a alguien revisando contenedores a la noche', indica.

EL GOBIERNO DE LA CAPITAL SOSTIENE A UNOS 5.000 CARTONEROS

Capelli asegura que en la actualidad trabajan en cooperativas bajo el paraguas del Gobierno porteño 5.112 cartoneros de cooperativas que, aunque no salen a las calles, sí están 'recibiendo el sueldo que ellos tienen' y además les dan comida.

'Nosotros no dejamos que los nuestros estén en la calle, primero por una cuestión de sociabilización y después porque uno se contagia cuando se junta y no tenemos la trazabilidad de la basura', argumenta Capelli.

Además, asegura que 'no se pierde el material', que aún se recolecta dos días por semana con camiones en macrogeneradores como supermercados y fábricas, aparte de los 3.000 contenedores de reciclaje repartidos por la ciudad, y que luego se llevan a los puntos de reciclaje entre medidas de desinfección.

Eso sí, la recuperación de materiales ha bajado porque la actividad comercial también lo ha hecho: de 380 toneladas por día se ha pasado a 129 toneladas en promedio, afirma Capelli, que puntualiza que el 46 % de los porteños tenía intención de reciclar antes de la pandemia. EFE

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