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Los graves choques comunales en Nueva Delhi cumplen un año sin respuestas

Moncho Torres

Nueva Delhi, 23 feb (EFE).- Hace hoy un año, horas antes de la llegada del expresidente estadounidense Donald Trump a la India, estallaron los peores enfrentamientos en décadas en Nueva Delhi entre hindúes y musulmanes, dejando 53 muertos y cientos de heridos y damnificados que aún hoy buscan justicia y rehacer sus vidas.

Entre los 53 muertos durante los varios días de violencia en el noreste de la capital, 40 de ellos eran musulmanes, la misma religión que profesa Khurshid Saifi, un diseñador de interiores que sobrevivió a una paliza cuando trataba de protegerse de la turba en una mezquita.

'Tenían palos y barras de hierro y comenzaron a golpearme (...) De algún modo logré salir, pero afuera había una multitud de unas 70-80 personas (...) Me golpearon hasta que quedé inconsciente. Luego me desperté en un hospital', relató a Efe Saifi en la pequeña tienda de comestibles que ahora regenta, al haber sido incapaz de recuperar por 'invalidez' su antiguo trabajo de diseñador.

Este padre de tres niños perdió un ojo y le han tenido que someter a varias operaciones para colocarle placas de metal con las que 'sostener' su mejilla: 'No pude masticar la comida durante casi seis meses, e incluso ahora no puedo hacerlo completamente', dice.

La víctima, a la que llegaron a dar por muerto en el hospital, ha denunciado a tres hindúes de su barrio a los que reconoció entre la turba, a pesar de las presiones 'de la Policía' para que retirara las acusaciones.

LEY DE CIUDADANÍA

Además Saifi recuerda, con su mirada oculta tras unas gafas de sol, cómo mientras amenazaban con matarlo le decían que ahora le darían 'Azadi', el grito de 'libertad' que había acompañado desde diciembre las manifestaciones pacíficas en todo el país contra la nueva ley de Ciudadanía promovida por el Gobierno del hinduista BJP.

Esta ley busca naturalizar a inmigrantes irregulares de Pakistán, Bangladesh y Afganistán, pero excluye a los musulmanes, algo que como recordó este mes la organización pro derechos humanos Human Rights Watch (HRW), es 'discriminatoria (y) por primera vez se basa en la religión como criterio para la ciudadanía'.

Durante esos meses de manifestaciones, un modo de presión fue bloquear con acampadas algunas calles de la capital, lo que desencadenó la ira de radicales hindúes asegurando que ellos mismos pondrían fin a la fuerza a las protestas si la Policía no lo hacía antes.

El 23 de febrero, horas antes de que estallaran los choques comunales, el líder local del BJP Kapil Mishra dio un 'ultimátum' a la Policía para retirar a esos manifestantes, un discurso que, según reportó en un informe la Comisión para las Minorías de Delhi, ha sido visto como un 'factor instigador' de los choques.

Además 'la violencia siguió un patrón organizado y sistemático', aseguró la comisión, con grupos de entre cien y mil personas, en su mayoría 'foráneos' pero también gente del barrio, que arremetieron de manera 'selectiva' contra musulmanes y sus propiedades entonando vítores hinduistas.

Una versión que contrasta con la de la Policía, que aseguró en junio en un comunicado que la violencia, que coincidió con la visita de Trump, nació de una 'conspiración' entre quienes se oponían a la Ley de Ciudadanía, con la intención de 'dañar la imagen del país'.

Y lejos de actuar, la Policía 'ignoró' las palabras de Mishra y 'otros discursos y declaraciones que incitaban a la violencia', subrayó por su parte la Comisión para las Minorías.

'Si fuera necesario repetir lo que hice el 23 de febrero, lo volvería a hacer', afirmó ayer Mishra en un acto en Nueva Delhi para respaldar un libro que defiende la conspiración durante los choques comunales. 'No me arrepiento', sentenció, según recoge un artículo del diario local Indian Express que él mismo retuiteó luego.

ÁCIDO EN LA CARA

Entre los heridos de la violencia también se encuentra el musulmán Mohammed Wakeel, de 52 años, que regentaba una pequeña tienda de comestibles hasta que lo perdió todo.

Era de noche y habían cortado la electricidad en el barrio. Atrapado en su pequeño apartamento con su mujer e hijos, una turba empezó a lanzar piedras contra ellos desde la calle. Por un tiempo, se las devolvieron, hasta que perdieron 'todo el coraje'.

'Entonces les dije a mis hijos que escapáramos de aquí. Justo me asomé afuera desde el balcón y en el momento en que miré, me tiraron ácido a la cara', recuerda a Efe Wakeel en su casa recién reformada, después de que le prendieran fuego quedando completamente destruida.

Sin rastro de sus ojos, con las cuencas hundidas bajo una enorme cicatriz, Wakeel explica que el ataque también le dejó marcas en su estómago y en el hombro, además de los cristales que le tuvieron que retirar en el hospital tras ser golpeado con una botella de vidrio.

Los agresores llevaban casco, no pudo reconocer a nadie.

Su mujer Mumtaz, de 45 años, no se separa de él, le guía para que agarre la taza de té y las galletas, mientras lamenta entre lágrimas su 'mala suerte'.

'Hemos perdido la confianza en los humanos, ahora solo confiamos en Dios', confiesa. EFE

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