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Los sueños rotos de niñas de Chibok secuestradas por Boko Haram

El 14 de abril de 2014, varios hombres armados asaltaron un internado para niñas de Chibok, en el estado de Borno, y obligaron a 276 alumnas a subir en camiones.

KANO. Saraya quería ser abogada. Cuatro años después de haber logrado escapar de las garras del grupo yihadista Boko Haram, como otras niñas de Chibok secuestradas en 2014, esta joven nigeriana vio sus sueños evaporarse por falta de dinero, pese a las promesas de ayuda del gobierno.

Las autoridades nigerianas se comprometieron a encargarse de la educación secundaria y los estudios superiores de las jóvenes que se escaparon justo después de su secuestro, pero Saraya nunca pudo inscribirse en la facultad de Derecho.

En el noreste de Nigeria, una región rural extremadamente pobre y devastada por la insurrección yihadista desde hace casi 10 años, solo un 8% de las niñas asisten y terminan la educación secundaria, según una encuesta nacional de 2013.

“Nos sentimos extremadamente mal y abandonadas, nuestro futuro está en suspenso”, reconoce a la AFP por teléfono Saraya Amos, de 19 años, desde Chibok (noreste).

“Las posibilidades de que podamos continuar nuestros estudios son mínimas”, añade. Desde que terminamos el liceo el año pasado estamos en casa sin hacer nada y el gobierno ni siquiera intentó contactarnos”.

El 14 de abril de 2014, varios hombres armados asaltaron un internado para niñas de Chibok, en el estado de Borno, y obligaron a 276 alumnas a subir en camiones.

Este secuestro en masa se convirtió en símbolo de los abusos cometidos por el grupo yihadista, que dejó 20.000 muertos y 2,6 millones de desplazados en el noreste del país desde 2009.

Tras el rapto, 57 de las rehenes se escaparon saltando de los vehículos en marcha y lograron regresar a sus casas, en tanto que 219 quedaron en manos de Boko Haram.

El gobierno de Borno les prometió entonces que garantizaría la escolaridad de las rescatadas hasta que obtuvieran un diploma universitario, con la condición de que recomenzaran sus tres años de liceo en otros establecimientos.

De esas 57, tres se trasladaron a Estados Unidos gracias a un organismo caritativo cristiano, y las otras 54 fueron admitidas en dos institutos privados nigerianos.

“Abandonadas”

Según Yakubu Nkeki, presidente de la asociación de padres de Chibok, las niñas quedaron “abandonadas” por el gobierno, “que no mantuvo todas sus promesas” y dejó de pagar los gastos de escolaridad cuando finalizaron la secundaria.

Además, “los padres son pobres, no pueden permitirse enviar a sus hijas a la escuela” tres años más, con todos los gastos que eso conlleva, como transporte y alimentación, dice con amargura.

El Ministerio de Educación de Borno se había comprometido a conceder 1,5 millones de nairas (3.400 euros) anuales por alumna hasta que terminara la universidad, una cantidad que nunca se entregó, según los padres.

Como resultado, 17 de ellas tuvieron que abandonar sus estudios antes de obtener su diploma de secundaria.

“Nuestros padres intentaron vender sus productos agrícolas y de ganado para comprar suficientes provisiones para nosotras”, explica Hadiza Fali, de 20 años, quien desearía ser ingeniera pero pasa sus días cultivando los terrenos familiares.

Los padres de tres de las jóvenes enviadas a un instituto no podían seguir pagando los 12.000 nairas (27 euros) de transporte a la semana para llegar a su internado, a 700 km de sus casas.

“Una de ellas se casó y las otras preparan sus casamientos”, cuenta Yagana Yamane, de 18 años, quien se pregunta qué será de ella si no va a la universidad.

En los tres años posteriores al secuestro masivo, 107 estudiantes fueron localizadas, rescatadas o intercambiadas en negociaciones entre el gobierno y los raptores.

Al contrario de sus 57 compañeras, el gobierno federal se hizo cargo de las liberadas y todas pudieron asistir a la Universidad Americana de Yola (noreste), un prestigioso establecimiento privado.

“Me siento decepcionada y tratada como una ciudadana de segunda clase”, explica Hadiza Fali, quien no comprende por qué hay tantas diferencias en el trato. “Me habría encantado continuar mis estudios”.

por Aminu ABUBAKAR

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