Pezqueñines no: la labor de la patrulla pesquera en el Bósforo
Ilya U. Topper
Estambul, 25 nov (EFE).- 'Quince centímetros, muy bien, muy bien'. El inspector devuelve al cajón del barco un par de jureles y se agacha pare revisar si otro de los plateados pececillos que saltan en el suelo bajo la luz del foco llega también al tamaño permitido para su comercialización. Es casi medianoche sobre el Bósforo.
Ahmet Yavuz lleva veinte años en el cuerpo de Guardacostas y cuatro dedicado a las patrullas pesqueras. Se sabe de memoria los tamaños reglamentarios. 'Boquerón, nueve centímetros. Jurel y salmonete, trece centímetros. Bonito, 25'. Maneja una especie de pala de hojalata con una regla marcada sobre la que coloca a los peces.
'Nuestro trabajo es fundamental, porque si se pescan las especies antes de que lleguen a la madurez y puedan desovar, se extinguirán', subraya el inspector mientras lanza por la borda algún 'pezqueñín' que se ha colado.
Si los ejemplares no reglamentarios son poco, el barco responsable se libra de la multa.
'Pueden tener hasta un 15 % de morralla, es decir peces por debajo del tamaño reglamentario o especies distintas a la buscada', agrega Yavuz, mientras tiene cuidado de no provocar una morena que serpentea entre los jureles. 'Si es más, confiscamos la captura e imponemos multa'.
CERO TOLERANCIA
'El Gobierno muestra cero tolerancia ante la pesca ilegal', asegura en conversación telefónica con Efe el profesor Bayram Öztürk, del centro de investigación marítima Tüdav en Estambul.
'Las leyes son correctas, pero hacen falta aún más controles para erradicar del todo la pesca ilegal', agrega.
En los últimos diez años, el volumen de pesca ilegal o descontrolada se ha reducido un 56 % en el mar Negro, agrega, y la tendencia es esperanzadora, también porque 'las nuevas generaciones de pescadores son más conscientes del problema', agrega Öztürk.
Según datos de Tüdav, en 2018 se realizaron 120.600 controles en el mar Negro, se decomisaron 828 toneladas de pescado, se retiró la licencia a 50 embarcaciones y se multó a 8.640 personas.
Con las medidas, las poblaciones de jurel y boquerón 'son prácticamente sostenibles', opina el profesor, aunque sigue en peligro el rodaballo, y hay un punto clave por mejorar: 'La cooperación con los países vecinos en el mar Negro, pero especialmente en el Egeo, donde compartimos el pescado con Grecia, pero no hay cooperación al respecto', dice.
REDES Y MEDIDAS
Varios pesqueros de veinte metros de eslora se agrupan en la boca norteña del Bósforo, a poca distancia del mar Negro. Las fuertes corrientes de la vía marítima mantienen las aguas frescas y atractivas para bancos de jurel y otras especies y la flota artesanal lanza aquí redes de cerco conocidas como 'girgi'.
'Esta red es legal, pero no debe emplearse a menos de 24 metros de profundidad para no dañar el suelo marino. Y está prohibido emplear redes de arrastre, porque destruyen el ecosistema del fondo', especifica el experto.
Una enorme patrullera de los guardacostas, acompañada por dos lanchas rápidas, ha salido del muelle de Yenikapi, en el mar de Mármara, y ha recorrido los casi 30 kilómetros del Bósforo para llegar al lugar donde se arremolinan los pesqueros.
BARCOS SOSPECHOSOS
Hoy parece todo en orden. Un oficial comprueba el mapa de embarcaciones en su móvil: la pantalla está salpicada de triángulos verdes, cada uno un pesquero con la licencia en regla y localizado gracias al sistema de radio AIS, que al mismo tiempo indica su velocidad.
Una embarcación está marcada en rojo. 'El sistema indica que se mueve a cinco nudos, pero sabemos que un pesquero de este tipo debe ir a poco más de tres cuando está faenando; esto puede ser un indicio de que usa una red no reglamentaria, por ejemplo', explica el marinero.
FLOTA ARTESANAL
La flota pesquera de Turquía es una de las mayores de Europa y gran parte es artesanal: de las 15.000 embarcaciones registradas, solo 1.600 son mayores de 12 metros, y solo 275 tienen una eslora superior a 30 metros, según datos del Ministerio de Agricultura y Bosques difundidos el año pasado.
Las recientes reformas legales han aumentado las multas por pesca ilegal, que ahora van hasta la confiscación de la embarcación y todo el material, y penas de hasta tres años de cárcel en caso de reincidencia.
Todo, para mantener para futuras generaciones los tesoros del mar porque, si bien la cocina turca más conocida gira en torno al kebab y los platos de carne, la gastronomía de Estambul es inimaginable sin pescado.
Una cena festiva de amigos en un 'meyhane', un restaurante con música en directo y raki, el tradicional aguardiente de anís, no puede hacerse sin una tapa de gambas, otra de bonito marinado, un plato de boquerones fritos y una dorada a la brasa. Una riqueza plateada que intentan preservar las patrullas del Bósforo. EFE