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Zona fronteriza
Zona fronteriza

Pedro Ureña: “Tenemos derecho a caminar libremente sin temor de ser linchados”

Denuncia que fue objeto de un secuestro en la zona fronteriza

El reconocido médico pidió que se ponga mayor atención a dominicanos que viven allí

El cardiólogo Pedro Ureña tuvo una experiencia que no olvidará jamás. En la comodidad del hogar su voz en calma, aún con los hechos vividos el sábado en la carretera Internacional muy frescos en su mente. Nos cuenta como él y otros seis amigos fueron obligados a detenerse en plena avenida por una multitud armada con machetes, palos, punzones, hachas y cualquier otra cosa que pudiese causar una herida.

Inmediatamente fueron despojados de sus vehículos de motor y pertenencias, y arrimados en un espacio a unos cuantos metros de la carretera, junto a otros dominicanos ya rendidos ante la impotencia frente a una situación muy agitada. Y a unos pocos metros, dos guardias del Ejército Nacional Dominicano observaban pasivamente.

“No podemos intervenir”, le responde un militar al doctor cuando este le cuestiona que haga algo. La carretera Internacional es un tramo de una calle que forma parte de la frontera y es, como dice Ureña: “tierra de nadie”. No obstante, el cardiólogo argumenta que cuando fueron trasladados hacia donde se encontraban los demás secuestrados, ya no estaban en la carretera, al contrario, se encontraban más en el lado dominicano que haitiano, por lo tanto, ambos militares pudieron haber hecho algo.

“¿Cuál es la función? Yo como dominicano en mi país con un ejército puedo ser atacado de esta forma y que no haya ninguna respuesta”, analiza con tristeza e impotencia el doctor. “Esto no puede seguir así, hay que hacer un cambio”, exige.

Pedro es uno de los dominicanos que disfruta de viajar y hacer turismo interno. Visita las distintas zonas del país y es la primera vez que experimenta una situación como esta, en la que, por más de dos horas estuvo a merced de lo que una mole decidiera hacer con su vida.

El médico cuenta que los otros dominicanos que tenían ya horas allí, esperando resignados, sufren esas experiencias a cada rato. En ninguna de las situaciones los militares intervienen. “Nosotros tuvimos la suerte de que nos hicimos pasar por americanos, y nos devolvieron todas nuestras pertenencias y nos dejaron ir”, cuenta Ureña. “Pero; ¿y el que vive ahí? ¿por qué tiene que ceder todo, por qué tienen que robarle su vaquita, incautarle su vehículo, robarle su motocicleta? Cruzan del otro lado y no hay forma de alcanzarlo jamás”, razona con indignación.

“Aquí tienen que cambiar las cosas, aquí nuestra frontera tiene que ser una frontera que realmente exista, aquí tiene que haber una presencia militar”, explica el cardiólogo. “Hay que hacer algo diferente, lo que está pasando no funciona”, sentencia el doctor.

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