Botar comida en medio de hambre

Un sondeo realizado en el país en 2014 arrojó que 2.5 millones de libras de alimentos se van a la basura cada semana

SANTO DOMINGO. El Banco de Alimentos de República Dominicana registra 3,208 personas de 26 organizaciones que hacen turno en una lista de espera para que se les incluyan entre los que reciben raciones alimentarias.

La entidad, de la iglesia católica, tiene como misión mitigar el hambre mediante el rescate y distribución de alimentos, reparte raciones diariamente a 2,300 personas, gracias a las donaciones que recibe de un grupo, no muy numérico, de establecimientos comerciales.

Pero las raciones que les envían, que varían entre las 10,000 y 50,000 libras por mes, son insuficientes para atender toda la demanda de personas que le piden comida.

Mientras las organizaciones esperan, millones de libras de alimentos se van a la basura en el país debido, en parte, a las condiciones socioeconómicas nacionales, pero sobre todo por la poca cultura de donación que se aprecia entre vendedores, consumidores y productores.

Un sondeo realizado entre julio y agosto de 2014 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 336 establecimientos nacionales, arrojó que cada semana 2.5 millones de libras de alimentos se pierden o desperdician en el país.

El desecho de comida contrasta con la realidad de un país de 10 millones de habitantes, donde el 6 % (unas 601,513 personas) vive en indigencia, con ingresos menores a los RD$2,138.14 mensual (unos 71 al día) y el 28.9 % (2.9 millones) es pobre, es decir, que tiene ingresos mensuales por debajo de los RD$4,644.08.

Según la FAO, se pierden alimentos en las fases de producción, post-cosecha, almacenamiento y transporte. El desperdicio se refiere a desechar productos que todavía tienen valor y están asociadas al comportamiento de los vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta de comida y consumidores.

Natanael Quezada, un agricultor del municipio de Constanza, cuenta que en ocasiones el precio de algunos de los vegetales, sobre todo la lechuga, se deprecia tanto, que es más barato dejar perder la producción que cosecharla y tener que pagar transporte para trasladarla al puesto de venta. En otras ocasiones, la pérdida se da porque el producto incumple los requisitos de exportación y tampoco se venden en el mercado local.

Julien Bulliard, gerente del Banco de Alimentos, recuerda un episodio en que un exportador, también de Constanza, tenía cinco tarimas de madera llenas de cajas de pepinos calificadas de rechazo. “Eran pepinos más pequeños que los que se consumen en el mercado local, solo de exportación, por lo que se les devolverían al productor y los tirarían. Pero si los veías, no entenderías porque eran rechazados”.

Una de las metas del Banco de Alimentos, además de poder aumentar el registro de donantes, es montar un sistema de frío para captar estos productos y las comidas de los restaurantes para almacenarlos de forma adecuada hasta el momento de entrega a los beneficiarios.

A nivel de mayoristas, las pérdidas se vinculan a la falta de condiciones de almacenamiento y la crisis económica.

Miguel Minaya, presidente de la Federación de Comerciantes del Mercado Nuevo de Villas Agrícolas, afirma que las ventas “están en el suelo” y se queja de las condiciones físicas de un mercado que en 1973 se construyó para 830 comerciantes y hoy acoge a 1,270, más otros 500 vendedores ambulantes.

Dicho mercado comercializa, según sus estimaciones, el 70 % de la producción agrícola nacional. Pero las dificultades de acceso por el entaponamiento que causa el tránsito local junto a los más de 35 mil vehículos que entran a su entorno cada mes para vender o comprar mercancías y las condiciones de higiene por la poca acción de las autoridades municipales, disuade el deseo de llegar al lugar de muchos compradores, afirma Minaya.

“Los productos agrícolas si no se venden en un día o dos hay que botarlos. Hay mayoristas que han tenido que botar 50 sacos de berenjena o 10 ó 15 guacales de tomates, pues son productos que se dañan y no hay facilidades de tener un sistema de cámara de frío para mantenerlos a temperatura, porque es un mercado abierto”.

Francisco Paredes es vendedor de vegetales en la avenida Duarte. Asegura que alrededor del 20 % de los productos que compra en la semana los tira a la basura porque no los vende y empiezan a dañarse.

En el colmado, con condiciones de refrigeración para algunos productos también se cuentan las pérdidas. Ángela Santana, dependiente del colmado Los Peloteros en el sector 24 de Abril, asegura que cada seis meses debe botar cajas de leche, jugos o galletas que se le vencen en las estanterías.

Francisco Paredes, vendedor de vegetales en la avenida Duarte, en el Distrito Nacional. Por (Danelis Sena)
Detallista indican que entre el 15 % y 20 % de su mercancía se les pierde porque las ventas “están flojas”. Por (Danelis Sena)
Vista de una de las vías de acceso al Mercado Nuevo de Villa Francisca. Por (Nehemías Alvino.)
La lechuga es señalada como uno de los vegetales que más rápido se descompone y genera más pérdida a vendedores. Por (Nehemías Alvino)

Donar o no María Vásquez, ex presidente de la Asociación de Establecimientos de Comida Casual y de Servicio Rápido (Adecor), y representante del sector restaurantes de la Asociación de Hoteles y Restaurantes de la República Dominicana (Asonahores), indica que entre sus asociados, unas 30 marcas nacionales e internacionales, las pérdidas de comida rondan entre el 5 % y el 3 % de las ventas.

Las cadenas de frío y normas de gestión de inventario le permiten controlar la disponibilidad de los productos, pero siempre hay sobrantes o devoluciones, así como materia prima que completa su vida útil.

Los sobrantes se donan entre los empleados o se desechan. “Las donaciones a terceros no se realizan con alimentos o materias primas no utilizados. Para ello se necesita contar con un marco jurídico que permita realizar las donaciones sin riesgos para ambas partes”, dice.

A nivel de supermercados, el Grupo Ramos, matriz de las tiendas La Sirena, Súper Pola y Aprezio, asegura que los productos próximos a vencer son retirados de las góndolas. Los que están aptos para el consumo pero no para la venta, por presentar algún desperfecto en su empaque, son donados al Banco de Alimentos.

Los productos cocidos que se expenden en sus restaurantes son retirados luego de las cuatro horas de exposición que tienen establecidas y, aquellas comidas que cumplen las condiciones organolépticas son reprocesadas, las que no, se desechan, asegura el Grupo Ramos.

Otras cadenas consultas por DL rehusaron responder. Pero durante entrevistas realizadas en 2016, varias admitían que donar les ocasionaba pérdidas, por lo que la estrategia que mantienen es comprar en función de los niveles de ventas y colocar en oferta especial algunos productos que están próximos a vencer o devolverlos al suplidor.

Recalentar

Otro de los factores que inciden en el desperdicio de alimentos en el país es la cultura de consumo. Bolívar Troncoso, presidente de la Fundación Sabores Dominicanos, asegura que la clase media nacional no recalienta. “Sea por herencia cultural o copia, en la clase alta o media no se recalienta, lo que no pasa en la clase baja o media baja, donde se cocina un plato de más para el que llegue y si sobra se recalienta para la cena. Pero además los pobres tienen gatos y perros que se alimentan de esa comida”. .Juan Febles, miembro de la fundación y rector de la escuela de cocina AyB Masters, plantea que si bien hay mitos relacionados a que recalentar es de pobres, esa es una costumbre exitosa de los países desarrollados que pre elaboran y recalientan.Pero advierte factores como el clima, condición socioeconómica y las tradiciones en el desperdicio de los alimentos que se da en los hogares. Uno es la forma de comprar. “No planificamos y compramos más de lo que utilizaremos en un periodo. Se aprovecha un especial y se compra un producto en grandes cantidades, pero se daña en la nevera, porque no usamos esa cantidad”.

Otro aspecto tiene que ver con la preparación. “No hay cultura de preparar por adelantado, de pre-elaboración y eso hace que preparemos lo que conseguimos en el día y muchas veces es más de que lo vamos a consumir, o se emplean ingredientes que no se utilizarán en otro plato durante la semana”.

La otra razón de desperdicio que identifica es el factor económico. “Se compran productos perecederos y la falta de energía hace que se dañen, pero también hay mucho desconocimiento de parte de los consumidores de cómo almacenar vegetales, carnes y otros productos para que se conserven por más tiempo”.

Febles aconseja planificar durante el periodo de compra lo que la familia va a consumir. También, controlar el gasto en productos en especiales y adquirirlos tomando en cuenta la cantidad que pueda conservarse en el refrigerador.