Historia de la iglesia y el hospital de San Lázaro

En Santo Domingo se levantó, durante el siglo XVII, una construcción dedicada a Lazareto para la lepra, flagelo traído a América por los españoles. Por María Cristina de Carías y César Iván Feris Iglesias

Imagen del monumento donde funcionó el hospital. (Fuente externa)

La plaga de la lepra y otras enfermedades consideradas contagiosas en la Europa medieval, fueron asunto de cuidado para esas sociedades. Debido a la influencia de la sofisticada y adelantada civilización mora, en donde existían hospitales especializados en diferentes enfermedades y los enfermos eran tratados y cuidados por los mejores médicos del mundo a titulo gratuito, los españoles empezaron a dedicar hospitales para estos flagelos. Anteriormente simplemente se expulsaba a los enfermos de las poblaciones, dejando que existieran en núcleos alejados, en donde vivían sin auxilio de ningún tipo, hasta su muerte.

Debido a la creencia existente de que Lázaro, a quien Jesús resucitó, había muerto de lepra, los hospitales erigidos para ese fin, se llamaron “Lazaretos”.

En Santo Domingo se levantó, durante el siglo XVII, una construcción dedicada a Lazareto para la lepra, flagelo traído a América por los españoles, junto con otras enfermedades desconocidas por los aborígenes.

El establecimiento, notable por la excelencia de su construcción y los detalles arquitectónicos escultóricos, fue levantado en uno de los puntos más altos de la ciudad intramuros, precisamente en el extremo noroeste de la misma.

La elección de este lugar alto se debió a que las brisas y vientos, pasaban por encima de la ciudad, imposibilitando, según el criterio imperante en la época, el contagio al resto de la población.

Hacia 1650, y por encargo del Oidor de la Real Audiencia, Don Juan Melgarejo Ponce de León, se terminó, tanto la iglesia como el hospital, los que habían permanecido inconclusos por largo tiempo.

La construcción que funcionó como hospital y convento, fue trasformada a lo largo del tiempo, hasta convertirla en lo que hoy existe, la que ha albergado distintas funciones: residencia de monjas, casa de cursillos, residencia de estudiantes universitarios; hasta nuestros días en que el movimiento Neocatecumen, se instaló allí, y erigió nuevas construcciones hospitalarias, para sostener el programa “Provida” que mantiene la iglesia Católica en nuestro país y el mundo.

La iglesia y sus dependencias, conservan todo el esplendor del siglo XVII. El templo es de una sola nave, cubierta por bóveda de cañón, de perfil rebajado, construida en ladrillos, enlucidos y encalados. La bóveda se desarrolla paralela a la vía de acceso, en dirección norte. Está sostenida por enormes arcos de descarga, en ladrillo visto, algunos de los cuales son sostenidos por pilastras de piedra. El ancho de este espacio es notable, al ser corta la nave única, se produce la sensación de gran salón rectangular. El presbiterio, sobre elevado es un gran espacio cerrado por una estructura curva y laterales poligonales, en donde aparecen arcos de descarga abocinados, en ladrillo, para producir el cambio en los niveles del muro del fondo. El espacio está cubierto por una bóveda semiesférica, bastante rebajada.

Apoyado en el testero se encuentra un magnífico retablo de una sola calle, barroco, con columnas salomónicas que definen el espacio central, en donde se encuentra un crucifijo moderno. La predela o mesa de altar en la que se apoya, así como la enorme peineta que lo corona, están talladas con figuras vegetales que forman curvas y volutas, características del estilo. Se pueden notar en el muro del testero, en su zona alta, antiguas pinturas murales que simulan un coronamiento, sobreelevado del retablo, limitado por finas volutas alargadas que se tocan en la parte alta, formando un enorme tímpano triangular. A ambos lados del antiguo retablo, se encuentran dos edículos neogóticos, conteniendo el del este, una imagen moderna de la Virgen y el del oeste, una talla antigua de San Lázaro, posiblemente de finales del siglo XVII, al igual que el retablo.

Sobre el muro sur existe un rosetón de tracería gótica. En la zona inferior se encuentra la celosía que permitía que las monjas de clausura que atendían el hospital, pudieran asistir detrás de ésta, a las celebraciones en el templo.

El acceso principal se encuentra en el muro este, donde hay un espacio protegido por un antemuro que accede a la vía pública. Sobre este portal, al exterior existe un conjunto de imágenes, en su centro una talla en piedra de San Lázaro, como coronamiento de un portal de marcado gusto neoclásico.

El antemuro sobre el área del hospital y convento, tiene tres arcadas de medio punto que crean una logia, dedicada a los visitantes y parientes de los enfermos, los que no tenían acceso al interior por el problema del contagio.

Lo más notable de este conjunto arquitectónico, es una estancia de planta cuadrada que se produce al lado oeste del templo y que al mismo tiempo se comunica al norte con la sacristía. Está realizada totalmente en piedra de sillería y cubierta por una bóveda rebajada y nervada, en cuyo centro la clave se proyecta con un hermoso bajo relieve de San Lázaro, de gran calidad artística. Esta sala pudo haber sido el despacho y biblioteca del superior de la orden que atendía el templo y el hospital.

El conjunto arquitectónico visto desde la hoy llamada calle Santomé, presenta, a medida que asciende el terreno, el perfil escalonado de sus construcciones. Con portales al exterior de gran sobriedad y los correspondientes al interior, de gran riqueza arquitectónica y decorativa. La actual acera peatonal es escalonada asimismo.

Tres son los elementos más destacados: La armonía en los arcos de la logia, la graciosa espadaña en ángulo, que otorga carácter a la obra y el perfil de la bóveda que cubre la nave del espacio religioso.

Hoy día un muro de piedra rodea el jardín al exterior del presbiterio y el hospital. Allí se encuentran magníficos restos arqueológicos de las partes del mismo perdidas con el paso del tiempo.

El conjunto de San Lázaro presenta uno de los mejores estados de conservación de la arquitectura colonial religiosa, gracias al cuidado del movimiento neoctecumen, el que utiliza el monumento.