La ternura no desaparece en tiempo pandemia
La madre y la beba salieron a reencontrarse con la Ciudad Colonial, sus calles adoquinadas, sus vetustos muros, sus templos coloniales, en estos días de cuarentena que nos obligan a permanecer en casas.
Pero aun en tiempo de coronavirus, la ternura y el amor maternal no desaparecen bajo las mascarillas que impiden la entrada del mortal virus.
La madre con su mascarilla negra, la niña con su mascarilla blanca, deciden apreciar los múltiples colores de una ciudad llena de recuerdos y a veces de viejos fantasma que en la imaginación de muchos asoman de vez en cuando en cualquier esquina.
Con sus ojos muy atentos ambas atan con la mirada la mayor cantidad de recuerdos de las calles y sus gentes, de los colores, para entonces revivirlos en cada momento de una cuarentena gris.
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”, dice el Eclesiastés, y el tiempo de la madre y su hija es el de percibir la tibieza de los rayos solares, el de reír cuando se percibe el viento y sus murmullos en los rostros.
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