Como si importara

La dejó por muerta, desangrándose e inconsciente, y huyó. Cándida Hernández estuvo a un paso de agrandar la lista de los 230 feminicidios registrados el año pasado en República Dominicana, pero sobrevivió al ataque. Hoy, exige justicia en una sociedad indolente, desenfocada y profundamente machista. 

Cándida Hernández (50 años) despertó ese jueves con dos dedos menos, la oreja izquierda troceada, la cabeza partida y una gruesa lámina de plástico ensamblada con tornillos quirúrgicos en cada antebrazo. No sabía qué día era. No sabía, tampoco, que había pasado tres noches inconsciente en la cama de Cuidados Intensivos del hospital Traumatológico Ney Arias Lora,  mientras los médicos debatían si amputar sus brazos picados era la mejor opción. 

El lunes anterior, el 26 de septiembre pasado, su esposo le había partido el cuerpo con una lluvia de machetazos.

— Mami, como van a venir personas a verte, te voy a decir algo para que no te sorprendas -le advirtió su hija cuando le mujer recobró la lucidez-. Te quitaron los cabellos para operarte.

Cándida entonces pidió un espejo. Recordó el cuchillazo que Confesor Moreta García (48 años), su esposo, le había dado en la espalda en plena calle. Recordó cuando cayó al suelo y él se le fue encima, gritando "te voy a matar" con cada corte que le daba. Recordó cómo trató de protegerse con los brazos, y el recuerdo se fue a negro. No pudo recordar más.

Miró la imagen que le ofrecía el espejo, y lloró. No por los dedos menos, ni por el dolor que sentía en el cuerpo, ni por las cicatrices que habían colonizado sus brazos. Lloró por esa cabellera perdida, por la calvicie forzada que reinaba donde antes hubo una melena al hombro.

Lloró, como si el pelo importara.

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En República Dominicana, en 2011 se registraron 230 feminicidios. Veinte más que en 2010, 53 más que hace un lustro. La violencia hacia las mujeres es un problema nacional: un informe de la organización Small Arms Survey publicado este año situó a República Dominicana como uno de los países con mayor tasa de feminicidios, en el lugar 24 de 111 estados.

La realidad es la siguiente: por cada 100 mil mujeres, más de tres mueren como resultado de la violencia de género, una cifra considerada alta para los estándares del problema. La situación del país se agrava cuando se analiza la efectividad del sistema: según la Procuraduría de Asuntos de la Mujer, un 80% de las víctimas fatales nunca se atrevió a denunciar.

Este no fue el caso de Cándida. La mujer denunció el maltrato en dos ocasiones, y además obtuvo una orden de protección. El alcance de la misma fue puesto en duda ese mismo día: horas después de ser emitida, Confesor decidió quitarle la vida a su compañera.

 

Es martes 13 de marzo y por primera vez Cándida y Confesor se verán las caras. Es la audiencia preliminar que tomará lugar en la Fiscalía, donde ambas partes presentarán sus pruebas. Es, también, el inicio de un proceso que puede llegar a tardar hasta dos años y en cuyo desenlace Confesor arriesga hasta 20 años de cárcel.

Cándida se ha maquillado. Su pelo ha crecido, y ella se ha puesto un pañuelo plateado a modo de cintillo. Las placas en sus antebrazos siguen rígidas. Ella cuenta que ya lleva más de 30 terapias de rehabilitación, pero que todavía no sabe si recuperará la sensibilidad de su único dedo meñique.

Confesor llega esposado junto a otros dos detenidos. Rufino Tavera y sus hermanas han venido a apoyar a Cándida y seguir el proceso del hombre que odian. La sala de la audiencia está repleta y sus 40 metros cuadrados no dan abasto para albergar a los interesados y las familias de las partes. Cándida queda recluida en un rincón a la espera de su turno, atenta a que la masa humana no aplaste los aparatos de sus brazos.

Sentado frente al juez, Confesor gira continuamente la cabeza para captar la mirada de Cándida. Ella se encoge en su silla, y se ve aun más diminuta de lo que es. No quiere mirarlo.

Ilkania Ramírez, la abogada asignada por el Ministerio de la Mujer, ha reconocido que la situación volverá a repetirse: Cándida tendrá que exponerse a estar en el mismo salón que su agresor "varias veces". "Cada vez que sea llamada, ella tiene que venir". Así funciona el sistema.

El sufrimiento de Cándida hoy será en vano. La audiencia será aplazada para el 4 de abril porque el abogado defensor, Hitler Fatule, ha llegado tarde.

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"Ella le decía a él que iba a Yamasá donde su familia, y era donde su amante", asegura de entrada el abogado defensor, Hitler Fatule. La charla tiene lugar en el pasillo de la Fiscalía. "El tipo parece que la agredió, pero ella fue que buscó eso", dice. "La presencia de ella bastó para provocarlo".

— Pero si él reacciona así, es un peligro público y hay que meterlo preso.
— Y a ella también. Ella provocó eso.

— O sea,  ¿hay que meter presas a todas las mujeres que tienen amantes?
— Bueno, si le pegan cuernos al marido, sí.

— ¿Qué quiere usted que le den a él?
— Yo como abogado quiero ponerlo en libertad. Lo que sea, con una fianza, lo que sea. Pero ella lo provocó a él poniéndole cuernos, y no todos los hombres reaccionan igual.

E insiste en el tema de la infidelidad. Como si importara.