Raúl, el pragmático hombre de armas que cambió las tornas de Cuba

El presidente de Cuba, Raúl Castro, pronuncia un discurso hoy, jueves 26 de julio de 2012, al final del acto público celebrado en la provincia oriental de Guantánamo (Cuba) por el Día de la Rebeldía Nacional, que conmemora el fallido asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, liderado por Fidel Castro en 1953. (EFE/Juan Pablo Carreras)

LA HABANA.- El presidente Raúl Castro, que se retira tras doce años al frente de Cuba, ha vivido buena parte de su existencia a la sombra de su hermano Fidel, pero la llegada al poder le descubrió como un militar pragmático que abrió la isla a cambios económicos y políticos impensables durante décadas.

El deshielo con Estados Unidos tras más de medio siglo de enemistad, las reformas que abrieron un resquicio a la economía de mercado o el impulso a medidas sociales anheladas por los cubanos quedan en la hoja de servicio del general de Ejército.

En 2006, Fidel Castro le traspasó temporalmente el poder por su enfermedad y en 2008 asumió oficialmente el mando tras renunciar su hermano a todos sus cargos.

Llegaba la hora de “Raúl el terrible”, como lo calificaron algunos biógrafos no autorizados, como el exanalista de la CIA Brian Latell, quien durante décadas estudió las personalidades de los hermanos Castro.

Pero quienes aventuraron una prolongación de las decisiones y modos férreos de Fidel, erraron: 18 días después de asumir la presidencia interina, Raúl lanzó el primer mensaje de reconciliación a EE.UU y un mes después de su designación oficial acometió las primeras reformas.

Un giro de timón

En la Sierra Maestra comandó el II Frente Oriental “Frank País”, la forja como militar del hombre que después organizó y por décadas dirigió, como ministro, a las todopoderosas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba.

Su personalidad

Raúl asumió, tras triunfar la Revolución, la primera vicepresidencia de los consejos de Estado y de Ministros, lo que le convirtió en el número dos del país.

El resolutivo general construyó metódicamente un ejército que convirtió en la institución más respetada del país, compuesto por “soldados-empresarios” del que surgió una elite militar-gerencial que dirige las principales empresas estatales y que ha ido aumentando su poder e influencia en lo que algunos analistas han llamado “la etapa castrense del castrismo”.

Poco se ha escrito sobre la personalidad de Raúl, poco dado a discursos, confidencias, y menos a entrevistas: su aversión por la prensa es notoria.

Abrazó la institucionalidad y ha limitado su presencia pública, aunque se le atribuye un humor socarrón.

También encarnó, bajo incontables acusaciones de represión, la mano dura de la revolución, de la que ha sido “el puño”, como en 1960 lo definió la revista Time en un reportaje en el que añadía que el “Ché” era “el cerebro” y Fidel, “el corazón”.

Raúl Castro blandió por décadas la batuta de las omnipresentes inteligencia y contrainteligencia cubanas, cuando estas se tuteaban con la CIA estadounidense en los años de la Guerra Fría.

Hombre de familia, sus horas más amargas las vivió cuando enterró en 2007 a su esposa, Vilma Espín, madre de sus cuatro hijos y único amor conocido, y en 2016 a su hermano Fidel, cuya muerte anunció él al pueblo cubano.

Ahora, el hombre que en sus años insurgentes trocó las letras de su nombre para firmar “Luar Trosca”, regresa a las montañas de oriente, pues se cree que trasladará su residencia a Santiago de Cuba, el lugar donde realmente se siente en casa. Lorena Cantó