La batalla del Matum (y 2)

Última parte del trabajo del Mayor general (Ret.) Héctor Lachapelle Díaz, E. N. (DEM) sobre este hec

El coronel Montes Arache organiza la defensa en el segundo piso del hotel Matum.
EN EL HOTEL MATUM. Después de este incidente nos dirigimos en nuestros vehículos al hotel Matum, llegando como a las nueve de la mañana, siendo recibidos por una comisión de Santiago.

Estando yo sentado en una mesa del comedor, acompañado entre otros por mi padre, quien deseaba un vaso de leche, y mi cuñado Bello Veloz, se acercó con suma rapidez el alférez de navío Jesús de la Rosa Canó, informándome de que tropas estaban llegando al Monumento a los Héroes de la Restauración, situado aproximadamente a 400 metros del hotel. Acto seguido, ráfagas de ametralladoras procedentes de las tropas que estaban por el mencionado monumento, comenzaron a hacer impacto en las ventanas y paredes del hotel Matum, por lo que de inmediato se oyeron las voces de mando constitucionalistas: "Al segundo piso, todo el mundo al segundo piso a tomar posiciones". El capitán Lorenzo Sención Silverio, combatiente del Hotel Matum, describe este difícil momento así: "La Plana Mayor de los constitucionalistas celebró una reunión de emergencia para analizar la situación y tomar las decisiones pertinentes, convirtiéndolas en órdenes , con la siguiente conclusión: montar una defensa a toda costa en el interior del Hotel, dividiéndolo en cuadrantes: la parte del frente, bajo la responsabilidad del Comandante Montes Arache; en el flanco izquierdo, el coronel Lora Fernández; en el derecho el Teniente Coronel Lachapelle Díaz; y, en la parte trasera, el Coronel Caamaño Deñó, quien además tenía el Comando en Jefe".1

Con gran velocidad subimos al segundo piso. El coronel Montes Arache y los Hombres Rana tomaron de inmediato posiciones de ataque y después de observar cómo se acercaban peligrosamente los atacantes, empezaron a disparar certeramente. Lo mismo hicimos los demás. Los que tenían las armas largas dentro de los vehículos, tuvieron que bajo el fuego enemigo, salir del hotel a buscarlas. Las armas largas se dejaron en los vehículos dando cumplimiento al memorándum de la Orden de Ruta del coronel Caamaño número 3 del 17 de diciembre de 1965, que dice en su acápite "K": "Las armas largas no deberán salir de los carros". La prensa mostró para la fecha al constitucionalista Víctor Marranzini en la tarea de sacar armas largas de los carros y entrarlas al hotel. Pude ver al capitán de corbeta Rafael Ubiera Padua ir al vehículo en que vino de Santo Domingo y sacar varios fusiles. También lo hizo mi escolta el Hombre Rana Agustín Taveras Rodríguez.

Inicialmente el coronel Montes Arache y los Hombres Rana se ubicaron en posición dando frente al monumento y luego se movieron por los lugares dentro del hotel donde se precisaba de su presencia, disparando certeramente.

También, durante el transcurso del combate, el teniente coronel Rafael A. Quiroz Pérez y yo nos ubicamos dando frente al monumento. Quiroz accionaba su ametralladora Thompson y yo mi fusil Fal. Cuando los atacantes estaban alejados del hotel no disparamos de inmediato, pero sí cuando se acercaron. Entre el monumento y el hotel Matum no había para la época ninguna construcción, como ahora está el Gran Teatro Cibao. Existía una pequeña explanada a descampado, con una pequeña ondulación. Cuando los atacantes llegaban a esa ondulación y avanzaban, era el momento propicio para que un concierto de balas disparadas por los constitucionalistas cayeran sobre ellos, causándoles bajas.

El coronel Juan María Lora Fernández y yo nos fuimos al corredor del segundo piso, desde donde se domina la piscina y toda la parte de atrás de hotel, y vimos soldados disparando avanzando hacia el hotel, algunos parapetados ya detrás de unas matas de coco o de palma. Comenzamos a defendernos disparándoles a ellos. El poder del fusil Fal que yo portaba y el fusil G-3 de Lora era tan grande, que al disparar al los árboles donde se protegían los atacantes, las balas pasaban las matas de cocos o palmas y caían al suelo los que trataban de sitiarnos para matarnos a todos.

Estando en ese lugar fue la última vez que tuvimos contacto Lora y yo, pues un tiempo después una bala de un poderoso tanque de guerra hizo doblegar físicamente a este titán defensor de la Constitución y de la dignidad nacional, junto a su ayudante el sargento Domingo Peña Liriano, apodado Peñita.

En determinado momento entré a una habitación donde habían militares y civiles y allí mi amigo Pedro Russo, compañero del Colegio Santo Tomás, me dijo: "Hector, tengo seis cápsulas en mi revólver, cinco son para dispararle a estos asesinos y la última es para mí, pues no voy a dejar que me cojan vivo".

La voz del doctor Jottin Cury se dirigía voz en cuello a su esposa de entonces, que la tenía a su lado, diciéndole, para que lo oyéramos todos: "Valor Julia, valor".

Pude observar las actitudes serenas de José Augusto Vega Imbert y su esposa doña Rosa María, a Salvador Jorge Blanco y su esposa doña Asela, a Hugo Tolentino Dipp y a muchos más demostrando valor en momentos tan críticos.

En dos o tres habitaciones más que entré observé mujeres y niños que estaban hospedados en el hotel lloraban y los hombres que estaban también como huéspedes, temerosos de perder sus vidas por las balas de los atacantes o si éstos llegaban a penetrar al hotel y se dieran a la tarea de matar a diestra y siniestra.

Yo le había pedido al capitán Ernesto González y González que mantuviera a su lado a mi padre Luis Enrique Lachapelle Urbáez, para yo concentrarme en el combate. En una ocasión que reptando sobre mi vientre llegué hasta la habitación donde ellos estaban en la parte derecha del edificio, penetré en el preciso momento en que una bala disparada por un tanque hacía un hueco grande en una de las paredes. La onda expansiva lanzó al capitán González y González hacia atrás. Observé el polvo que se produjo cuando la bala de cañón traspasó la pared de concreto haciendo un hoyo o hueco, una abertura. Como un gigante el capitán González, que había caído al suelo, se irguió y con un revólver se asomó al hueco hecho por la bala del tanque y comenzó a disparar a los soldados que avanzaban al lado del tanque. ¡Tanto heroísmo! El capitán William García Duval también estuvo con mi padre, para apoyarle.

Ya para estos momentos el hotel estaba rodeado recibiendo disparos desde todos los lados. Pero también los atacantes recibían el fuego de los constitucionalistas también desde todos los lados.

El ruido producido por aviones que volaban sobre el hotel nos hizo pensar en lo peor: ataque aéreo al hotel. Eran aviones P-51. Para sorpresa nuestra, aunque siguieron dando vueltas sobre el Matum, no dispararon.

Como al medio día, hubo una interrupción del fuego, para permitir que entraran al hotel, para ver si lograban una tregua, los sacerdotes católicos Emilio Lapayese, Miguel Otura y Juan José Cerceda. Hablaron con Caamaño, Hector Aristy y Montes Arache. Luego se retiraron y entonces los disparos comenzaron de nuevo.

El coronel Caamaño había establecido contacto telefónico con el presidente García Godoy y le informó del ataque cruel del que éramos víctima y éste, García Godoy, le expresó que impartiría órdenes al Secretario de las Fuerzas Armadas para detener el ataque y que enviaría a elementos de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) para que ayudaran a resolver el problema.

Yo mismo me comuniqué en Palacio Nacional con Franklin Domínguez luego de muchos intentos de comunicación, y le informé de la situación. Me dijo que ya García Godoy estaba haciendo las diligencias de lugar.

A eso de las 11:00 a.m. llegó al Hotel Matum el cónsul norteamericano con asiento en Santiago señor Leslie Scott, quien le solicitó al coronel Caamaño le entregara alrededor de 18 ciudadanos norteamericanos que estaban en el hotel, a lo que Caamaño le dijo que no y le agregó que tenía que quedarse en el hotel como seguridad para todos los que estábamos allí, quedó como rehén, convirtiéndose así en lo que algunos decían "era la gallina de los huevos de oro".

A la 1:30 p.m. se tuvo la información de que los norteamericanos de la FIP habían llegado en helicópteros a la Base Aérea de Santiago.

A eso de las 3:30 p.m. llegó al hotel el teniente coronel norteamericano John J. Costa, comandante de las tropas que arribaron a Santiago, acompañado de tres a cinco soldados, para conversar con el coronel Caamaño acerca de la evacuación de los constitucionalistas, militares y civiles que estábamos en el hotel.

El teniente coronel Costa subió a la segunda planta del hotel a conferenciar con Caamaño, Estuvimos presentes en la conversación Montes Arache, Hector Aristy, el coronel Marte Hernández, otros oficiales y yo, entre otros.

ULTIMO ATAQUE. Al salir el teniente coronel Costa y soldados norteamericanos que le acompañaban, el cónsul Scott le solicitó a Caamaño le permitiera salir con el teniente coronel Costa para ayudar con su influencia a la solución de la crisis, dando su palabra de honor en ese sentido. Contrario a la opinión de varios, Caamaño se impuso y tomó la decisión de dejar salir al cónsul Scott.

Al dejar ellos el hotel, se produjo entonces el ataque más terrible habido durante toda la batalla. Noté que el número de tropas era mayor. Atacaban por todo el perímetro del hotel con infantería armada de fusiles y ametralladoras y tanques de guerra con sus cañones y ametralladoras.

A las 5:00 p.m. ocurrió un cese de fuego, que a la postre fue el punto final de la lucha. Los soldados de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) rodearon el hotel y se interpusieron entre los constitucionalistas y los atacantes, dando el frente a los atacantes y la espalda a los defensores del hotel Matum, los constitucionalistas.

Se permitió la salida del hotel a los residentes de Santiago, lo que se llevó a cabo terminando la tarde y lo hicieron caminando. Antes, Caamaño y muchos otros agradecimos su presencia, su comportamiento de valor y su apoyo.

Aunque todo indicaba que los norteamericanos no permitirían que nos atacaran de nuevo ni se notaba en ellos animadversión hacia nosotros, organizamos algunos puesto de centinela, a los cuales se les inspeccionaba constantemente.

El plan de ataque al Hotel Matum, en su ejecución, no cumplió con los principios de la guerra, fue torpe y recibieron la humillación de la derrota.

LA EVACUACIÓN DEL HOTEL. Pasado el combate, ya en calma, comenzaron los preparativos para que los militares constitucionalistas viajaran al caer la tarde hacia Santo Domingo, utilizando helicópteros de los norteamericanos. Antes de abordar los helicópteros los primeros oficiales y alistados que saldrían, sucedió algo que el fotógrafo Milvio Pérez lo dijo así a la periodista Florángel Cárdenas para la Revista Ahora No. 114, de fecha 3 de enero de 1966, p.15: "Caamaño llamó al coronel Lachapelle, para decirle que se fuera en el primer grupo. Lachapelle replicó: "No Francis, tú eres quien debe ir primero. Tú eres el líder de esta Revolución"... El coronel Caamaño contestó: "Si lo que dices es cierto, yo debo ser el último en salir ... Saldré cuando lo haga el último de mis hombres"... Lachapelle dijo entonces: "Yo no iré primero Francis. Me quedaré para el último momento"... Milvio Pérez terminó diciendo: "Estaba asistiendo al diálogo de dos valientes que me hacían sentir el orgullo de ser dominicano".

Los oficiales y alistados que fueron evacuados el mismo día 19 de diciembre, día de la batalla, salieron al anochecer y llegaron al lugar de destino, una explanada donde hubo una vez un campo deportivo, frente al Campamento "27 de Febrero", en Sans Souci, asiento de la Brigada Mixta de las Fuerzas Armadas "General Gregorio Luperón", el recinto de los constitucionalistas. Caamaño, Montes Arache y yo viajamos, también usando helicópteros norteamericanos a la mañana siguiente. Una gran parte retornó a Santo Domingo usando vehículos.

BAJAS. "28 personas entre las víctimas de ambos lados".2

- 28 personas muertas (16 soldados de los atacantes., algunos civiles y 2 constitucionalistas).3

- 4 muertos constitucionalistas (incluyendo coronel Lora Fernández) y seis heridos; de policías y militares 11 muertos y 11 heridos.4

- Días después de la batalla, acompañé al coronel Caamaño en visita que le hiciera al Presidente Provisional García Godoy al Palacio Nacional y al solicitarle pensión para la viuda del coronel Juan M. Lora Fernández, el presidente dijo: "Por ahora no es posible, pues tendría que darles pensión también a las viudas de los 72 soldados que murieron".

- No hubo bajas de ciudadanos norteamericanos.

- Para el autor, nunca se sabrá el número exacto de bajas, pero como nuestros comandantes de tropas escribían los Partes de Guerra en el siglo XIX: "El campo de batalla quedó sembrado de cadáveres".

ACONTECIMIENTOS EN SANTO DOMINGO. Después de llegar procedente de Santiago el 20 de diciembre de 1965, me enteré que al conocerse los incidentes que ocurrían en el hotel Matum de Santiago el 19 de diciembre de 1965, Santo Domingo se puso en pie de guerra, tomando estaciones de radio. De inmediato se pusieron en contacto organizaciones políticas y se alertaban por teléfono a los ex -combatientes constitucionalistas. Estas acciones ayudaron a que todos los constitucionalistas no fueran asesinados en el Hotel Matum.

UNA REFLEXIÓN. La Revolución de Abril de 1965 es una advertencia para que a nadie ni a ningún sector, se le ocurra derribar gobiernos constitucionales y atentar contra la Constitución del país, ya que fuerzas de la luz estarán siempre dispuestas a hacerle frente, junto al pueblo dominicano, a las fuerzas de las cavernas, y lucharemos siempre por los principios democráticos y la defensa de la soberanía nacional.

(1) Consideraciones Generales sobre el Asalto al Hotel Matum, en Santiago, en Guerra de Abril, Inevitabilidad de la Historia, Textos del Seminario sobre la Revolución de Abril de 1965, Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas, Edita Libros, S.A., 2002, p. 417).

(2) Fernando Infante, Cronología Histórica, 21 noviembre 1961-junio 1966, Editora Búho, Primera Edición, 2005, P. 196).

(3) Richard W. Mansbach, Dominican Crisis 1965, Interim History, Editado por Dept. de Ciencias Políticas, Universidad Rutgers (New Brunswick, N.J.) 1971, p. 113.

(4) General Bruce Palmer, Intervention in The Caribbean, Editora The University Press of Kentucky, 1989 P. 128.

El autor es Miembro Correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia

"El ruido producido por aviones que volaban sobre el hotel nos hizo pensar en lo peor: un ataque aéreo al hotel".