La zozobra de inquilinos de un condominio del ensanche Quisqueya
La dueña ha denunciado ante las autoridades sin tener respuesta
Una inquilina llega a su casa de noche, en medio de una temperatura calurosa. Mientras se prepara para descansar, un grupo de individuos sube a su condominio, quitan la luz y luego tocan las puertas para pedir dinero por hacer una reconexión, pero ese dinero lo utilizan para consumir droga en el mismo edificio, armar alboroto y hacer sus necesidades fisiológicas en las escaleras y azotea del lugar.
En la misma situación están varias familias que residen en un edificio de apartamentos estudios, ubicado en la calle José Tapia Brea #215 (antigua C/18) en el Ensanche Quisqueya en el Distrito Nacional, lugar en el que se han establecido presuntos rateros y consumidores de droga, poniendo en zozobra la vida de los residentes.
La propietaria del edificio, Mariela Roa, y el administrador, Rodolfo Sención, explican que a pocos metros funciona una Fiscalía Comunitaria a la que han acudido en varias ocasiones, sin tener una respuesta, por eso han decidido hacerlo público a través de los medios para que las autoridades tomen cartas en el asunto.
“Todo comenzó cuando el grupo de sujetos se subían al techo para esconderse de la policía y de la DNCD cada vez que hacían una redada en el sector. De ahí comenzaron a reunirse a diario en el techo, usándolo como centro de operaciones. Haciendo fiestas, usando tinaco para bañarse y hacer sus necesidades fisiológicas dentro de este, amenazando a los inquilinos”, expresa Mariela Roa.
Luego de esto pusieron rejas, llavines, candados, mallas, alambres de trinchera “y todo lo que ponemos lo rompen y lo cortan como si fueran los dueños. En varias ocasiones he ido a la Fiscalía más cercana para poner denuncia, pero me exigen nombres, apellidos y hasta fotos y videos de los sujetos. Información que no tengo, además se hace difícil por miedo a agresiones de los sujetos”, denuncia el administrador del lugar.
Asegura que recientemente están usando la entrada del inmueble para sentarse a hacer ventas de droga. Lo que mantiene más temerosos a los pocos que quedan en el lugar, porque ya muchos han decidido mudarse.
“Esto es un grito desesperado de denuncia urgente, porque ya honestamente no sé qué hacer ni a quién dirigirme”, resalta Roa sobre la difícil situación.
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