Pequeño Haití: confían en Dios y la comunidad internacional para recuperación de su país

Nacionales haitianos siguen pendiente a la situación de familiares que viven en zonas vulnerables afectadas por el terremoto.

La mayoría de los negocios del Pequeño Haití estaban cerrados, excepto algunos de expendio de ron y cerveza. (Foto: Diario Libre/Félix León)

En una tarde nublada, con amenaza de lluvias por la cercanía de la depresión tropical Grace, pequeños grupos de nacionales haitianos jugaban dominó o tomaban bebidas alcohólicas para matar el tiempo ayer domingo no laborable, en la zona conocida como el Pequeño Haití, en cuyo escenario daban la apariencia de que estaban ajenos a la tragedia que vive su pueblo, luego del terremoto del pasado sábado que dejó centenares de muertos, miles de heridos y desaparecidos.

Sin embargo, aunque una parte de los haitianos que DL intentó entrevistar se negaron a ofrecer su versión sobre la situación que vive su pueblo y en especial sus familiares, otros accedieron a hablar, algunos con la condición de que no se le hicieran fotos.

La mayoría de los negocios del Pequeño Haití estaban cerrados, excepto algunos de expendio de ron y cerveza, en los que se confundían haitianos y dominicanos, de ambos sexos, escuchando música de amargue o bachatas, mientras una mínima cantidad atendía pequeños negocios de flores y otras personas buscaban con ansias objetos de valor en los montones de desechos acumulados en las inmediaciones del mercado, que irónicamente todavía le llaman Modelo.

En ese ambiente y ante la mirada de desconfianza y a veces de rechazo al vehículo rotulado de Diario Libre, el primero que accedió a ser entrevistado fue Wilbert Jean Baptiste, de 43 años de edad, y cinco residiendo en República Dominicana y quien trabaja construcción.

Con un vaso de cerveza en la mano y una bachata de Anthony Santos que se escuchaba de fondo, declaró que sus familiares viven en Cavallion, al sur de Haití, una de las zonas más afectadas por el movimiento telúrico, al tiempo que calificó la situación de su país como muy grave.

“Mis familiares están bien, anoche me comuniqué con ellos, aunque las señales no estaban bien. Aunque ellos son de Puerto Príncipe, se mudaron para el campo, después que hubo problemas con el presidente; pero ellos no están en el sur, gracias a Dios”, explicó.

Planteó que se siente muy bien porque observa que la comunidad internacional ha ido en ayuda de Haití, incluida la República Dominicana, en auxilio de personas vulnerables afectadas por el movimiento telúrico, que sacudió la vecina nación el pasado sábado, con una intensidad de 7,2.

“Yo espero mis paisanos, que lo cojan tranquilo y con paciencia, por lo que pasó en mi país, que siempre oren a Dios que está en el cielo, para que el país eche pa’lante. No es cuestión de racismo ni de rencor estamos en un nuevo milenio”, aconsejó a sus conciudadanos residentes aquí y en su nación.

De su lado, Gertha Eugene, aunque nació aquí, su madre y su padre son de nacionalidad haitiana, de la ciudad de Les Cayes, al ser abordada mientras caminaba por la avenida Mella afirmó que su familia en Haití está bien, al tiempo que lamentó que muchos de sus relacionados sufrieron heridas a caerles escombros. “Tienen pierna rota, pero parte de mi familia está bien”, precisó.

Con la relación a qué esperaba de la comunidad internacional frente a la tragedia en la que está sumergida Haití contestó: “Solamente Dios sabe lo que van a hacer, porque yo no opino nada, porque mucha gente dice que Haití sufre todo lo que pasa y solo Dios puede cambiar todo”.

Como mensaje final al pueblo haitiano, Eugene insistió en que “busquen más a Dios, porque Dios tiene el poder y puede cambiar a todo el que confíe en él, el que cree en él no confía en otras cosas, ese es el mensaje que puedo mandar”.

En la misma zona caminaba la joven Wildra Celeste, quien sostiene que la situación en la vecina nación es muy dolorosa, a la cual no le encuentra una explicación, porque Haití ha pasado por muchas crisis y aparte de que su presidente acaba de morir, en medio de ese dolor llegó este terremoto.

Asegura que sus familiares están bien, su padre es de Jacmel y su madre de Puerto Príncipe, pero en estas comunidades lo que tiene es muchos amigos afectados y otras personas no conocidas, que como quiera le duele su situación.

Espera que en cinco años más Haití tenga otra cara, porque, a su juicio, los niños y ancianos sufren mucho.

“Espero que la ayuda que se reciba sea de corazón”, puntualizó Celeste, aunque no quiso dar mayores detalles y lo dejó a la imaginación de los lectores.

Periodista y editor en Diario Libre