Día Mundial del Riñón: la historia (con final feliz) de Ricardo y Ozary

Este es el caso de un matrimonio dominicano que, en plena pandemia, encontró en Argentina la solución a su trasplante de riñón

Ozary Lluberes y Ricardo Martínez. (Fuente externa)

Desde el año 2006 el mundo celebra, el segundo jueves del mes de marzo, el Día Mundial del Riñón. Y, año tras año, los motivos para celebrar se siguen multiplicando. El objetivo de este día es crear conciencia sobre la enfermedad renal, y resaltar la necesidad urgente de actuar para prevenir y tratar esta seria condición de salud.

Y mucho hay que celebrar por los avances logrados desde que se realizó, en 1954, el primer trasplante de riñón en los Estados Unidos.

Según las estadísticas más recientes, el 10% de la población mundial sufre de enfermedades renales, y millones mueren todos los años porque no pudieron ser trasplantados a tiempo o no tuvieron acceso a los medicamentos disponibles. Sin embargo, con el paso de los años, las cifras se han tornado alentadoras: en 1990 las enfermedades renales ocupaban el 27º lugar en fallecimientos. En el 2010, un estudio de la Global Burden Disease (organización internacional que provee información sobre 369 enfermedades en 204 países) colocó la enfermedad en el 18º lugar. Una caída de nueve puntos en una década. Esos números reflejan los logros alcanzados por la comunidad científica, y las acciones que se han tomado a nivel mundial para elevar los niveles de información sobre esta enfermedad.

La historia de Ricardo y Ozary

El año pasado, justo en el pico de la pandemia que paralizó el mundo, una joven pareja -– también vivían el impacto del virus del COVID-19 en la vida del ciudadano común y corriente. Pero, en el caso de ellos existía un ingrediente adicional. Necesitaban elaborar, desde su casa -y a pesar de la pandemia- posibles estrategias para lograr el trasplante de riñón que necesitaba Ricardo, y que los especialistas consideraban de alta prioridad.

En ese momento, ambos se miran y se ríen. Como si todavía no pudiesen creer el milagro. ¿Complicidad de vida compartida? Es posible. De repente, Ozary fija la mirada, reflejando algunos de los difíciles momentos vividos y afirma: “Tenemos que educarnos, educar a la población, y no dejarnos llevar tan fácilmente. Tenemos que hacer nuestra tarea, investigar todas las opciones. ¡Un donante no compatible sí puede donar un riñón!”

Hoy día, gracias a los excelentes medicamentos inmunosupresores (los medicamentos que el receptor del riñón tendrá que beber para toda la vida, para que su cuerpo no rechace el órgano) cualquier persona en buen estado de salud, y debidamente evaluado siguiendo los protocolos establecidos, puede donar un riñón, aunque no sea compatible con el receptor.

“Debido a esa falta de información, podemos decir que perdimos dos años, entre el 2018 al 2020. Es una leyenda urbana el hecho de que no se puede donar un riñón a una persona con la que no eres compatible. Ojalá se vaya eliminando esa idea, que se eduque, para que las personas entiendan que pueden donar un riñón sin el requisito de la compatibilidad”, comenta en tono enérgico.

“Consideramos que la opción de Argentina fue un salto de fe para nosotros. Los pasajes en ese tiempo estaban por las nubes, Argentina estaba cerrada, nosotros no conocíamos a nadie que hubiese pasado por ese Centro. Pero nos fuimos con los ojos cerrados, porque todos los caminos nos llevaban hacia Argentina”, asegura Ozary con una sonrisa de oreja a oreja.

El proceso

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La estadía, desde el primer momento, fue en el hospital. Un mes exacto de exámenes diarios. “Eran pasadías en el hospital”, recuerda Ricardo, sonriendo. Solo tenían los sábados libres, pero hasta los domingos tenían evaluaciones y terapia de apoyo psicológico, e inclusive espiritual. Aseguran que todo el equipo de enfermeras/ros, especializados en este procedimiento, era del más alto nivel.

Y Ozary aclara: “Increíblemente, muchos pensaban que estábamos nerviosos porque -a pesar de todo el proceso- fue unos cinco días antes de la operación que finalmente me dieron la noticia que me aceptaban como donante. Después de todo ese tiempo, de todos los análisis. No había garantía de nada”.

Pero ya se empezaba a ver la luz al final del túnel. “Para esto fue que trabajamos”, explica Ricardo en voz baja.

Sin embargo, Ozary admite que durante el proceso se sintió “nerviosa, ansiosa, eufórica… viviendo muchas emociones juntas.” Pero, cuando le confirmaron que sería la donante “viví momentos de alegría. Me invadió el sentimiento del logro alcanzado. Era, para mí, el resultado de Dios”.

Finalmente, el 30 de septiembre, todas las piezas cayeron en su lugar. Llegó la hora de entrar, los dos, juntos, al quirófano, el mismo día. La operación de Ozary primero: dos horas. La de Ricardo: cinco horas.

“Una vez despertamos de la anestesia nos llevaron a las habitaciones. Nada de sala de recuperación. Ricardo tenía un equipo asignado solo a él que lo monitoreaba cada hora. En solo dos días, le hicieron 48 pruebas. Una cada hora”, comenta Ozary, moviendo la cabeza de lado a lado como si se tratara de un sueño.

A los tres días, le dieron de alta a Ozary. A los cinco, a Ricardo. Se hospedaron en un hotel frente al hospital, ya que tendrían visitas médicas dos veces por semana por los próximos dos meses.

Finalmente, con su nuevo riñón, Ricardo y Ozary regresaron al país a finales de noviembre de 2021. Y, a pesar de los medicamentos que tiene que tomar todos los días (en vez de dializarse cuatro veces al día, ahora toma cuatro pastillas), no se ha enfermado. 

“Vivimos un día a la vez, porque los primeros seis meses del trasplantado son críticos. Regresamos en enero a Argentina para un chequeo, pasamos un pequeño susto, pero todo ha regresado a la normalidad”, confirma Ozary, reflejando en su rostro la paz que solo se produce cuando se percibe la anhelada luz al final del túnel.

 

Fundación Dominicana de Trasplantados (FUNDOMIT)

Fundomit fue incorporada en 2016, cuando los cientos de trasplantados que había en el país andaban “sin rumbo, sin saber dónde acudir” para buscar ayuda u orientación. Ana Teresa Rodríguez, una de las fundadoras de la Fundación, explica que hoy, seis años después, Fundomit cuenta con unos 250 miembros. Aunque tienen una larga agenda de necesidades. Rodríguez hace hincapié en que ahora mismo lo más importante para la Fundación es garantizar que los medicamentos que necesitan los trasplantados siempre estén disponibles. “Felizmente” trasplantada hace 25 años, Ana Teresa asegura que después de su intervención “…nunca he tenido el más mínimo problema de salud”. “En aquel entonces, cuando nos reunimos para tratar el tema de los medicamentos, nos recibió la Dra. Giselle Vásquez, quien nos escuchó y se solidarizó por completo con nuestra causa. Ella dirigía el Programa de Medicamentos de Alto Costo del Ministerio de Salud Pública, pero falleció a fines de agosto del año pasado. Ella hizo todo por nosotros. Su pérdida ha sido muy grande y jamás la olvidaremos”. Asegura que el programa estuvo funcionando muy bien durante años. Las personas recibían a tiempo sus medicamentos, que son muy caros. “Pero ahora estamos enfrentando problemas de nuevo. Y un trasplantado sin sus medicamentos es una bomba de tiempo”, asegura la Rodríguez. Como mensaje de vida, ella recomienda a todas aquellas personas que están en proceso de diálisis en la actualidad que acudan al INCORT para ponerse en la lista de espera para un trasplante de riñón.