“Te amo, te amo mucho”, exclamaba la viuda de piloto aferrada al ataúd

El teniente coronel Roberto Lanfranco Ureña (FARD) fue sepultado la tarde este sábado en el cementerio Parque del Prado, en Guerra

El teniente coronel Plutarco Damián Castro lee el panegírico del piloto. (Diario Libre/Ricardo Hernández)

Abrazada fuertemente al ataúd que contenía los restos de su marido, la viuda del piloto Roberto Lanfranco Ureña, muerto al caer a tierra el helicóptero que pilotaba, le decía en susurros y con voz desgarrada cuánto lo amaba y la falta que le haría a ella y a la hija de ambos.

“Te amo, te amo mucho, yo te amo”, eran las palabras que pronunciaba una y otra vez Carolina Tapia, mientras era abrazada y consolada por amigos y parientes. No quería apartarse del féretro en que estaba el hombre con quien se había casado hacía nueve años y padre de su hija Camila, de cuatro años. Su dolor era palpable.

Fue su despedida antes de que el cuerpo del teniente coronel de la Fuerza Aérea de la República Dominicana fuera descendido. Antes, Carolina Tapia había sollozado en silencio junto a los otros parientes del fallecido mientras un oficial leía el panegírico. Todos tenían una rosa blanca en sus manos, las cuales fueron colocadas luego encima del féretro. La bandera, que antes había cubierto el ataúd, le fue entregada doblada y en un estuche de madera.

Suleika Lanfranco, hermana del piloto, tomó la palabra y exclamó entre sollozos lo mucho que agradecía a Dios por el tiempo que habían tenido con ellos a Lanfranco Ureña. Dijo que se sentían muy orgullosos de él y que les dolía mucho su inesperada partida. Hubo un llanto colectivo y muchos se fundieron en abrazos.

El teniente coronel Lanfranco Ureña, de 38 años y quien murió la tarde del jueves al accidentarse en La Romana el helicóptero que pilotaba, fue sepultado la tarde de este sábado en el cementerio Parque del Prado, en el municipio Guerra. Con él murieron cuatro personas más, dos suizos y dos franceses, quienes habían salido desde Río San Juan.

Durante el sepelio, al cual asistieron amigos y decenas de compañeros de labores, se le rindieron los honores militares. Las caras compungidas y lágrimas y lamentos fueron los protagonistas del momento, marcado por la solemnidad militar, que no impidió que se expresaran gestos de dolor por la pérdida.