Un Día del Padre sin hijos... la historia de envejecientes que viven en asilos

Envejecientes narran con melancolía cuanto extrañan a sus hijos

Celebrar el día de ese príncipe azul o del súper héroe de capa invisible es una tarea que los hijos deberían realizar a diario con los jefes del hogar ya que los padres dentro de su postura fuerte y protectora tienen un punto débil, sus vástagos, quienes sin saberlo son el talón de Aquiles de aquel súper hombre.

Este último domingo de julio se conmemora en República Dominicana el día del padre, pero, ¿valoran los hijos el sacrifico de ese hombre de hierro que poco a poco desgastó sus fuerzas para que sus crías las adquirieran?

Juanito Ramírez (nombre ficticio), de 80 años, con melancolía y la mirada perdida entre las paredes del asilo donde vive, recuerda a su única hija. “Ella es mi niña, la quiero, la extraño, si la tuviera en frente le diría que la amo, que se acuerde de mí y que me hace falta verla”.

Dice que espera que este día del padre ella vaya a visitarlo. “No busco más nada, la quiero y ella es lo único que necesito. Los hijos deben querer a su padre; no somos malos, solos somos humanos”, exclamó suprimiendo una lágrima.

Alberto Gómez (nombre ficticio) anhela ver a sus tres hijas este domingo, solo para decirle que las ama, que él entiende que ellas tienen problemas, pero que él no puede salir del asilo y solo le resta esperar que ellas vayan a verlo.

Relata que el tesoro más grande en su vejez es recordarlas. Ahora debe conformarse con escucharlas por teléfono con la esperanza de que un día ellas lo visiten y él pueda apreciar la sonrisa de sus niñas por lo menos una vez más.

Ser adulto no es fácil, los problemas siempre van a aparecer. Sin embargo, a veces los hijos pecan al dejar de hacer las cosas importantes para realizar las urgentes, sin notar que ese beso o esa caricia de papá un día partirá sin retorno dejando un vacío irremplazable en el alma, mientras que esas “cosas” urgentes seguirán siendo parte del diario vivir.

¿Quién es el súper héroe más digno de admirar? ¿Ese que carga a su pedacito de cielo cuando se enferma o si se duerme en el carro o en el sofá? ¿Quién es ese que levanta bultos y mochilas en las mañanas y trabaja sin descanso? ¿Quién persigue bicicletas en los parques y sostiene el freno de emergencia gritando: ¡frena!? ¿Quién se sienta en la sala a asechar a ese lobo feroz que atenta contra su princesa? Ese hombre se llama papá.

“Quieran mucho a sus padres, no somos malos, solo protegemos a lo que más queremos a pesar de que nadie nos enseñó cómo hacerlo”.

Pedro Sosa (nombre ficticio) expresa sonriente que quiere celebrar el Día del Padre contento porque posee de todo un poco, desde hijos hasta bisnietos. Este año solo espera una visita de cortesía y un beso de sus tres hijos. “Lo mejor de mi vida es haberlos tenido, le pido a Dios siempre les dé suerte y salud”.

Tengo la esperanza de que ellos nunca borren de su mente que los quiero, que siempre seré su papá, nunca me olvidé de ellos y deseo que cuando no esté ellos puedan seguir mi ejemplo como padre, añadió. “Espero muchas cosas para el día del padre, demasiadas, ni siquiera las puedo contar”.

Erick Concepción (nombre ficticio), un envejeciente observador, cariñoso, con ojos brillantes y un corazón lleno de amor se pasa los días lanzado piropos y frases de cariño desde la cama del hogar para ancianos en donde reside con el único fin de alegrar la jornada laboral de las enfermeras que lo cuidan. “Y un pelo que tiene, ella es hermosa, que Dios la bendiga”.

Concepción se ha vuelto el Romeo incondicional que dice frases amorosas y reparte bendiciones a las chicas que lo rodean. No las enamoro, estoy muy viejo para eso. Solo quiero que sepan lo hermosas que son y lo mucho que valen ya que desde aquí no puedo decírselo a mis hijas que son mi mayor tesoro, explicó sosteniendo la mano de una de las jóvenes.

“Estoy preso aquí, con problemas de salud, quiero ver a mis cinco hijos, que ellos me atiendan ahora que soy un viejo enfermo, si supieran cuánto los extraño. No es suficiente con que ellos llamen a preguntar por mí, quisiera que vinieran a verme, que se den cuenta que soy su papá y que viajen a visitarme. Ellos están por allá fuera del país mientras yo estoy aquí, tirado en una cama y aferrándome al recuerdo de cuando vivíamos todos juntos, eso es lo único que me queda ahora que soy un viejo enfermo”.

Concepción dice que admira a sus hijos y más a las hembras, que espera volver a sentir por lo menos una vez el calor de tener a su descendencia junto a él. Lamenta estar encerrado en la cama de un asilo extrañado a sus seres queridos mientras las enfermedades lo desgastan. Sin embargo, se mantiene optimista con el deseo de volver a tener a sus crías cerca de él.

La vida nos hace aprender a caminar, hablar y ser independientes para que luego retornemos a la fase inicial, donde el hombre fuerte del hogar deja su armadura de hierro para ser igual de frágil que un bebé. Ese hombre valiente y quizás brusco le llaman papá, quizás no demuestre mucho afecto, pero dentro de postura de jefe está lleno de amor para dar.