Una oportunidad para que nos revisemos, un chance para mejorar

Lisette Gil, especialista en turismo sostenible, reflexiona sobre las oportunidades que se abren, en plena pandemia, para repensar la oferta turística nacional

Turistas en la Plaza España. (Archivo/Diario Libre)

Esta historia es parte del especial “El turismo levanta el ancla” que publica Diario Libre a propósito de celebrarse este 27 de septiembre el Día Mundial del Turismo. El especial es realizado por Tania Molina, Suhelis Tejero, Inés Aizpún, Pablo García y Joaquín Caraballo.

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Todos los países a nivel global, emisores y receptores de turismo, se han visto inmersos en una recesión obligada en este año histórico debido a la Pandemia provocada por el virus del COVID-19. Los aviones no vuelan, los cruceros no navegan, los hoteles están cerrados, los autobuses permanecen estacionados, y muchos profesionales del sector están obligados a permanecer en sus casas.

A pesar de ello el turismo global ha sido proactivo, en la medida de lo posible, asumiendo protocolos de prevención para evitar la propagación del coronavirus en todos los eslabones de la cadena de valor, tanto locales como internacionales, preparándose para el fin de esta grave crisis nunca antes vista y para la reapertura paulatina del turismo.

Hoteles, líneas aéreas, excursiones, guías están asumiendo medidas preventivas para proteger a su personal y a sus clientes, tanto local como internacionalmente; estas medidas se están implementando poco a poco, a medida que el proceso de reapertura se va iniciando, primeramente con las respuestas de los mercados locales.

Pero sí, no podemos tapar el sol con un dedo; son graves los impactos económicos a nivel mundial, regional, nacional, local, así como para todos y cada uno de eslabones de la cadena de valor, debido a esta crisis que transversalmente también afecta a otros sectores económicos como el agrícola, el industrial, entre otros.

Es aún mucha la incertidumbre sobre cuando se reactivará el turismo internacional; pero ya empiezan a evidenciarse acciones de apertura que se adecuan a lo que ya se conoce como “la nueva normalidad”.

Sin embargo, en este difícil momento sería oportuno y sumamente positivo que la República Dominicana desarrollase procesos de análisis, revisión y planificación aprovechando esta coyuntura “de vacas flacas” y sobre todo aprovechando la reciente habilitación de nuevas autoridades gubernamentales.

Es un momento oportuno para articular la cadena de valor y visualizar el desarrollo local, regional y nacional entendiendo que el turismo es una concatenación de servicios encadenados donde todos tienen un papel importante que jugar. Es un momento en el que debemos estudiar y analizar tendencias de mercado y las adaptaciones que tendremos que hacer para que los territorios se entiendan como un producto en sí mismos y que ameritan ser gestionados por profesionales especializados que permitan y abran nuevas oportunidades de innovación de la oferta.

Contamos con un nuevo Congreso y con un nuevo Ministerio de Turismo, pero también con un nuevo panorama global del turismo que debe ser considerado para evaluar la necesidad urgente de revisar nuestro marco legal, regulador de la actividad que nos ocupa. Es momento para la inteligencia de mercado.

Todo lo anterior no son planteamientos nuevos, son y han sido propuestas provenientes desde los distintos eslabones del sector durante mucho tiempo y que aún requieren respuestas y acción. ¡Es un momento propicio!.

Ahora bien, además de lo anteriormente citado hay que decir que el turismo dominicano no se ha frenado, puede que se haya ralentizado drásticamente, pero son muchos los esfuerzos que se han continuado a pesar de la recesión. El mercado local empieza a despertar y los dominicanos evidencian la necesidad de recuperar su tiempo de ocio, lo que se verifica en la demanda progresiva de pequeños hoteles, alquiler de villas o simplemente visita a las playas a nivel nacional.

Recientemente se anunciaron facilidades de financiamiento para que el mercado local pueda asumir sus vacaciones con pagos a crédito, aunque se circunscriben a los hoteles “all inclusive” según fue publicado. Nuevamente se olvidan otros eslabones que pudiesen ser apoyados, con este y otro tipo de iniciativas, que también son parte de los productos que la demanda turística está buscando.

Es importante citar además otros esfuerzos que han continuado; diversos proyectos de innovación han seguido trabajando durante estos tiempos de COVID. Es el caso del Turismo Comunitario Sostenible (TCS), apoyado por el Mitur, Mepyd, Infotep y la JICA, implementado en las 14 provincias de la región del Cibao, que ha continuado con procesos de capacitación, formación, diseños de nuevos programas dirigidos a fortalecer a los grupos comunitarios con capacidad de gestión de productos turísticos locales, como una forma de diversificación económica rural. Por demás resulta interesante ver a personas de la comunidad hablando de turismo vía zoom.

Citar asimismo los esfuerzos de distintos espacios turísticos como Las Galeras o Pedernales que han optado por trabajar en nuevos aprendizajes, en articulación y fortalecimiento de las estructuras locales y el análisis de nuevas oportunidades de negocio. O los clústeres turísticos de Barahona, San José de Ocoa y Constanza que se organizaron y enviaron una propuesta de proyecto a una ventanilla de cooperación del Banco Interamericano de Desarrollo.

En definitiva, no podemos negar las dificultades por las que atraviesa el turismo global y nacional, y los impactos económicos que esto ha supuesto en las economías dependientes del mismo, como lo es la economía de nuestro país. Sin embargo, muchos actores, tanto del sector publico, privado y comunitario, han optado por aprovechar el tiempo y hacer ajustes de mejora y de planificación, preparándose para una apertura paulatina que permita un acceso a segmentos de mercado distintos, nuevos, en respuesta a las tendencias de la demanda internacional.

Es menester que el sector publico, privado y comunitario promueva el desarrollo de mesas de diálogo participativas que reconozcan la necesidad de entender los nuevos lineamientos de desarrollo del turismo y la premura de crear estrategias que respondan a éstos, de una forma innovadora, competitiva y que pongan en valor nuestros recursos naturales y culturales.

Y sin pasarnos de la raya, pues entendemos la gravedad económica de sus efectos, el COVID-19 nos obligó y abrió una puerta para la introspección, el análisis y la reingeniería del sector turístico nacional que ya en el 2019, antes de la pandemia, mostraba indicadores que ameritaban y ameritan ser atendidos con ojos críticos y técnicos.

Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo. Es el inicio de uno nuevo.