Dosis letales: cuando los esteroides sacan del juego al “superpelotero”

En la carrera tras las Grandes Ligas, miles comprometen su futuro por una firma y hay quienes pierden sus vidas

“Saúl” mientras estaba ingresado en el hospital Dr. Francisco Moscoso Puello, el 22 de diciembre de 2018. (Diario Libre/Eddy Vittini)
SERIE ESPECIAL #JugadaSucia
POR Tania MolinaMariela Mejía
El béisbol, ese deporte que llena de orgullo y entretiene a la gran mayoría de los dominicanos, se juega sobre un terreno cargado de sueños y oportunidades, pero minado con prácticas ilegales, tramposas y mortales

En la carrera tras las Grandes Ligas, miles de adolescentes y sus padres comprometen sus posibilidades de un futuro estable a cambio de una firma que se reserva para unos pocos y, en la ruta, algunos pierden incluso sus vidas, reducidas por el uso de las mismas sustancias a las que acuden para aumentar su rendimiento.

En una estrecha y humilde vivienda de Nizao, comunidad de la sureña provincia Peravia, a unos 60 kilómetros de la capital dominicana, cuelga de una pared la foto de Pedro Manuel Matos, conocido entre sus allegados como Juancito.

Su madre, Elisa Mercedes, muestra la imagen con dolor, el mismo que se le instaló en el alma aquel 4 de abril de 2013 cuando en la emergencia de un hospital municipal, un médico le indicó que ya su hijo, único varón y su primogénito, había fallecido.

Las lágrimas no han cesado desde entonces y su voz sigue tan quebrada como su salud. La imagen de su hijo, de 16 años, ataviado de pelotero y que camina por la calle del sector hasta perderse en una esquina, siguen carcomiéndola por dentro.

Juancito salió rumbo al play de la localidad de Sabana Grande, Nizao, a entrenarse y -como contaron luego a su familia sus compañeros de práctica de aquel día- cayó al suelo mientras corría en el campus.

El diagnóstico del médico, confirmado a la familia un par de meses después por el certificado de autopsia, decía que la muerte se produjo por un paro cardíaco. Elisa y sus familiares están convencidos de que la razón fue una inyección que le pusieron a Juancito.

“Ellos eran dos chicos primos míos que eran de la misma edad. El muerto (sic) le dijo al otro primo que a él lo inyectaron, que le pusieron algo marrón con otra cosa; eso fue el martes y él se lo dijo el miércoles. Entonces, cuando el muchacho se murió, el otro primo llorando fue que dijo que sí, que lo habían inyectado. Decía: ‘¡Ay, Yessy! Él me dijo a mí que lo habían inyectado, que le pusieron algo marrón’”.

Yessy es sobrina de Elisa y se le une para cuestionar por qué los entrenadores de su primo, que siempre le visitaban en la casa y hasta comían con ellos, no han vuelto a entrar a la vivienda desde entonces y ni siquiera acudieron al velatorio de Juancito.

El tema de las inyecciones para aumentar el rendimiento se escucha casi como una leyenda entre los jóvenes beisbolistas dominicanos. Se habla de los casos de peloteros de las Grandes Ligas que han dado positivo a las pruebas de dopaje como Alex Rodríguez, Manny Ramírez, Nelson Cruz, Robinson Canó o Bartolo Colón, pero también se comentan casos del patio. Asimismo, se cuentan los fallecidos.

Cada joven prospecto o aspirante al que se le preguntó del tema para esta investigación era capaz de mencionar, cuando menos, dos nombres de los medicamentos o sustancias más comunes para doparse y algunos hasta el precio ofrecen.

Winstrol (estanozolol) y Caballín (medicamento veterinario) son comunes entre jóvenes, y los entrenadores amplían la lista con Deca-Durabolín y Testogan, aunque son pocos los que mencionan nombres concretos de chicos que los hayan usado.

Los medicamentos mencionados corresponden al grupo de hormonas esteroides que, además de estar prohibidas por la MLB, son de uso controlado y su venta es bajo prescripción médica pero, como comprobó Diario Libre en esta investigación, se expenden al público de forma libre tanto en farmacias como en veterinarias.

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La falta de control para el expendio es una pregunta que el Ministerio de Salud Pública evadió responder cuando se le formuló a través de su Oficina de Acceso a la Información.

En el país se importa un promedio de US$1 millón en hormonas esteroides cada año. Datos estadísticos de la Dirección General de Aduanas muestran que entre enero de 2010 y diciembre de 2018 las empresas importadoras trajeron sustancias tipo hormonas esteroides, sus derivados y análogos, por un monto de US$8,942,246.17.

De las que tienen registro en Salud Pública, casi todas las hormonas esteroides, con excepción del lovonorgestrel, requieren de prescripción médica para su venta, pero ese Ministerio (conforme respondió a la solicitud de Diario Libre) no tiene control de cuánto se prescriben en el país.

“(...) por medio de la presente les comunicamos que no es competencia de la Digemaps (Dirección General de Medicamentos, Alimentos y Productos Sanitarios) llevar ese dato”, respondió el Ministerio a la pregunta de qué tanto reportan las farmacias y los demás prestadores de servicios de salud sobre la venta o prescripción de este tipo de hormonas.

Se insistió por teléfono con el Ministerio de Salud sobre otro departamento que maneje el dato, pero el personal que atendió la llamada dijo desconocer que se tenga ese registro.

Un esteroide anabólico es una sustancia que tiene utilidad médica. Un entrenador personal certificado, que pidió reservas de su nombre, explica que sus efectos en un pelotero menor de edad serían hormonales. “Le puede ayudar con el crecimiento, no se cansa y gana mucha masa muscular, pero al ser un niño, los tendones, los ligamentos, eso se queda como es, se queda débil, y por eso es que vienen las lesiones. Si deja la sustancia y no le hacen un post-ciclo para regular la hormona, se pone gordo, con senos, se daña el cuerpo”.

En el siguiente video animado se explica más sobre los efectos de los esteroides en el cuerpo humano.

En Nizao, un municipio de apenas 44.3 kilómetros cuadrados de superficie y con una población que al momento del Censo Nacional de 2010 era de 13,240 habitantes, se conocen otros dos casos de jóvenes que murieron mientras practicaban béisbol.

Elena Pérez recuerda con orgullo a su hermano Roberto, un joven alegre de 19 años que prometió sacar a la familia y a sus vecinos más cercanos de la situación de pobreza en que vivían en el batey Maco Verde. Contaba para ello con la firma de un equipo de Grandes Ligas que su entrenador le aseguró ya estaba acordada.

Pero la muerte se le adelantó. El 3 de noviembre de 2011 Roberto cayó mientras corría en el campus de juego. Elena afirma que él se inyectaba Caballín y que eso lo mató. “Falleció en el hospital y tuvieron que mandarlo para Azua a hacerle la autopsia. Mi hermano (el mayor) fue el que fue, pero a él le dijeron que él (Roberto) se había inyectado con varias inyecciones y la última que se puso le aceleró el corazón y le dio un paro”.

Recuerda que cuando la familia recibió, varios meses después, el reporte de autopsia, la causa de la muerte se atribuía a un paro cardíaco, pero también se indicó que Roberto tenía unos 49 puyones en una pierna. Era la misma pierna de la que el joven pelotero se quejaba de dolor días previos a su muerte. Elena narra que un día su hermano le dijo: “¡Ay!, ¡yo creo que me voy a morir, ya no aguanto el dolor!”.

El otro caso que se menciona en la comunidad es el de Antony Valdez, quien falleció el 6 de junio de 2011, también mientras corría en el play, pero su padre, Quirico Antonio Valdez, asegura que su niño no se inyectaba.

Sustenta su afirmación en el certificado de autopsia que dice que fue por un paro cardíaco. Además, porque la madre del niño le comentó, días después del deceso, que él nació con una cardiopatía y los médicos le habían advertido que moriría al cumplir los 20 años.

Milton Pinedo, presidente de la Federación Dominicana de Medicina del Deporte, considera que lo que ocurre en la República Dominicana con el dopaje de menores peloteros es un asunto de biodisponibilidad, de acceso a sustancias por personas sin ninguna receta médica y sin estudios para su uso.

“Es un aspecto no solo de salud ni de deporte, es un aspecto sociológico, es un aspecto de una conducta social que uno no la entiende”, indica.

A su juicio, el “imaginario popular” le confiere propiedades a las sustancias prohibidas para que el atleta se convierta en un superatleta. “Ese imaginario es tan grande que el verdadero problema es que los padres, en combinación con los entrenadores, administran esa sustancia a sus hijos. Imagínate todo lo que se necesita tú creer para tu hacer eso. Entonces, ¿en busca de qué? Es una palabra sencilla: salida de la pobreza en algunos casos y otra, una ambición desmedida por obtener recursos económicos”.

Más allá de los testimonios, las cifras reportadas por las Ligas Menores en su portal web, que recogen las suspensiones por violar su programa de drogas, evidencian el uso constante de sustancias para aumentar el rendimiento. Entre 2012 y 2018 la entidad reporta que ha suspendido a 595 jugadores, de los que el 30 % es dominicano.

De animales en humanos

A pesar de que han pasado 18 años, a Marino Ortiz se le entrecorta la voz y se le enrojecen los ojos al recordar cuando la máquina del hospital emitió un pitido que avisaba que su hijo Lino Rafael moría.

El deceso del joven pelotero ocurrió rápidamente. La hinchazón en su brazo derecho se extendió hacia su hombro y cuello, y cuando los médicos profundizaron en su cuadro clínico, ya era tarde.

A sus 19 años, Lino Rafael tenía más de 6 pies de estatura. Practicaba con un entrenador independiente en La Romana y estudiaba Hotelería y Turismo en la universidad. Era pícher y casi alcanzaba las 90 millas. Una vez le ofrecieron firmarlo en un equipo de Grandes Ligas por US$15,000 pero el entrenador le recomendó que esperara por una mejor oferta.

Cuando se le presentó otra oportunidad de ser evaluado, quiso impresionar. El día antes de la prueba, inducido por un amigo pelotero, se inyectó Diamino, un reconstituyente vitamínico y antianémico de uso veterinario. Llovía y no pudo ejercitarse para procesar la sustancia. Su cuerpo no respondió bien y no pudo hacer la prueba porque le dolía el brazo derecho. Lo llevaron al médico en La Romana pero no mejoraba.

Su padre comenzó a investigar qué le pasaba. A pesar de que Lino Rafael sugestionó a su amigo para que no revelara la inyección, su compañero confesó. “Si no actúan a tiempo va a tener problemas”, le dijo a Marino. El padre creía que a su hijo lo habían traicionado.

Lino Rafael terminó en un centro de la capital donde determinaron que tenía una sustancia extraña en su organismo que los medicamentos no lograban contrarrestar. “Nos sentamos a hablar de hombre a hombre y él me explicó todo”, recuerda Marino.

Al siguiente día estaba muy hinchado y sudado. Lo llevaron a una sala para intentar revivirlo. Ahí estaba Marino, quien escuchó cuando la máquina emitió un pitido. “Se acabó”, dice el padre a Diario Libre mientras narra el momento. Seguidamente se queda cabizbajo con los ojos llorosos y golpea la mesa.

Marino no descarta que su entrenador estuviera involucrado en el uso de Diamino entre los peloteros y que su hijo lo haya usado antes, sin embargo no hizo una denuncia. No obstante, la muerte trascendió fuera del país. A La Romana llegaron medios de comunicación internacionales para hacer reportes. La exposición mediática abrumó a la familia al punto de que aún no le agrada a Marino hablar con la prensa.

“Estamos en una situación tan difícil, como dice la Biblia, que el amor al dinero es el fracaso. Quizás muchos, inocentemente lo hacen (doparse) creyendo, hay muchos que se lo ponen y no les pasa nada”, dice Marino. Su hijo falleció el 10 de julio de 2001, una semana después de inyectarse.

Siete años habían transcurrido de la muerte de Lino Rafael, cuando en Santiago “Julián” veía a sus compañeros inyectarse Diamino inclusive en el dugout. Los entrenadores les decían que podían “borrar” la sustancia de sus cuerpos ingiriendo suero o naranja agria con café.

Mientras “Julián” se ejercitaba para aumentar su velocidad en el terreno, uno de sus preparadores convenció a su padre para que lo dejara inyectarle una sustancia cuyo nombre desconoce pero que –asegura– lo ayudó con su rendimiento. “Reaccioné mal con eso, me dio un desmayo ahí mismo, pero me levanté y seguí practicando”, recuerda. Lo evaluó un médico y no tenía complicaciones pero el episodio hizo que no quisiera experimentar otra vez con el producto.

“Un cc de un medicamento para un humano no es lo mismo que un cc de un medicamento para una vaca o para un caballo, una dosis masiva, y eso puede conducir a muchísimos daños desde el punto de vista de salud”, indica el doctor Pinedo.

De la Dirección General de Ganadería precisan que todos los establecimientos que expenden productos veterinarios tienen la obligación de tener a un médico regente veterinario para hacer cumplir las normativas. Citaron el Reglamento para el registro de establecimientos y medicamentos veterinarios, contenido en el decreto 521-06, que lista una serie de medicamentos que requieren receta para su venta, pero las vitaminas y minerales de carácter terapéutico, como el Diamino, no están incluidas.

En una veterinaria situada en una de las principales vías de la ciudad, la reportera de Diario Libre preguntó por Diamino. Luego de consultar con otra persona por teléfono, la joven del servicio de ventas informó: “Ella (a quien consultó) dijo que le cambiaron la presentación y el nombre”.

—¿Cómo así? Se le insistió.

—Que le cambián (sic) el nombre porque no lo podían entrar al país y lo cambiaron a Fer-Vitan.

—¿Pero es el mismo producto?

—Es Diamino.

Tras algunas precisiones de composición y precio (RD$190) la joven vendió el producto, a sabiendas de que se compraba para consumo en personas. Aunque explicó que la prohibición se debió a que el medicamento se estaba aplicando en humanos, y que por eso le cambiaron el nombre, sugiere la dosis que puede usar la reportera, tomando en cuenta su altura y peso.

Ganadería informó que desde hace aproximadamente una década expiró en esa entidad el registro de Diamino. Al preguntarle por correo electrónico si ahora se comercializa como Fer-Vitan (un fármaco con componentes similares a Diamino), no hubo respuesta.

Los dependientes de algunas veterinarias, incluso, ofrecen orientaciones de la forma en que los humanos tienen que consumir los medicamentos para animales. En una situada en la autopista Duarte, el dependiente que acababa de venderle a una de las reporteras de Diario Libre una caja de la hormona Testogan inyectable y otra de Testosterona 50, también inyectable, le hace la advertencia de que su uso depende del tamaño y peso de la persona, y de cuántas veces a la semana se aplique. Agrega que ambos fármacos son buscados para peloteros, pero que es preferible que sea el que la va a aplicar quien determine la dosis.

Pocos culpables de una ilegalidad conocida

La Ley General de Deportes, que data de 2005, establece que será reprimido con prisión de un mes a tres años, si no resultare un delito más severamente penado, aquella persona vinculada a la preparación y participación de los deportistas que facilite, suministre métodos prohibidos por la legislación o incite a la práctica del dopaje u obstaculice su control.

Aunque el dopaje en la preparación de peloteros amateur es una práctica que ocurre desde un tiempo indefinido, en los archivos judiciales son escasos los procesos por este ilícito.

Los casos de Nizao que llegaron a despertar la alarma de la comunidad por tratarse de tres sospechosos en menos de dos años, al parecer no concitaron el interés de las autoridades de la zona. En la fiscalía de Baní no se encontró registro de ninguna investigación por esas muertes.

Diario Libre gestionó una entrevista con la directora nacional de Niños, Niñas y Adolescentes, Olga Diná, pero en más de un mes de espera, no se produjo respuesta. La vocera de la Procuraduría General de la República, Julieta Tejada, la excusó diciendo: “La magistrada está inmersa trabajando en el interior. Será en otro momento. Ahora no puede”.

Elisa, la madre de Juancito, se queja de que los presuntos responsables del fallecimiento de su hijo no fueran procesados y de que ella no tuviera los recursos ni la información necesaria para que se investigara más a fondo el caso.

“Nunca se supo de qué murió, lo que dicen es que (...), como siempre, que se murió de un infarto, y mientras, los dos que lo estaban chequeando (entrenando) andan por ahí muy bien, y yo sufriendo aquí a mi hijo muerto”, se lamenta.

De los investigados, está el caso abierto contra el entrenador Daniel Rodríguez, alias Salomé, a quien el 28 de diciembre de 2018, el Juzgado de la Instrucción del Distrito Judicial de Hato Mayor le impuso una medida de coerción de tres meses en la cárcel pública de El Seibo. Está acusado de inyectar a “Saúl”, un pícher de 17 años, con una sustancia –que el menor identifica como Winstrol– que le ocasionó la amputación de su pierna derecha. Dicho medicamento contiene estanozolol, un esteroide prohibido por las Grandes Ligas.

“Nunca se supo de qué murió, lo que dicen es que (...), como siempre, que se murió de un infarto, y mientras, los dos que lo estaban chequeando (entrenando) andan por ahí muy bien, y yo sufriendo aquí a mi hijo muerto”. Elisa MercedesMadre de pelotero fallecido

Las Ligas Menores describen al estanozolol como “un esteroide anabólico sintético derivado de la testosterona que a veces prescriben los veterinarios para estimular el crecimiento muscular, la producción de glóbulos rojos, la densidad ósea y para estimular el apetito de los animales debilitados. También se ha relacionado con los culturistas”. Es una de las sustancias a las que más dan positivo los peloteros profesionales en las pruebas de drogas y se comercializa bajo el nombre de Winstrol o Winobolic.

En el allanamiento que hizo el Ministerio Público a la vivienda de Rodríguez se encontraron contenidos de Winstrol depot, Winobolic stanozolol y Stanozolol, y otros insumos médicos.

Rodríguez es un padre de unos 40 años. Declaró en el tribunal que tiene más de 16 años trabajando con ligas y en ese entonces entrenaba a 90 niños. Negó las imputaciones.

La resolución del tribunal narra que “Saúl” tenía dos años en la liga de Rodríguez, en quien su familia confiaba. Indica que poco más de tres meses antes de perder la pierna, el entrenador comenzó a inyectarlo en su casa con una sustancia “para ponerlo fuerte y poder ser firmado”. Ya había hecho lo mismo con otros peloteros, y uno de ellos es hermano de ‘Saúl’”.

El adolescente amputado asegura que sus padres desconocían que se inyectaba, a pesar de que por un conjunto de 10 dosis pagó RD$5,000. Cada dos días se aplicaba 2 cc. Según él, sentía un efecto de más vigor.

Aproximadamente 18 días después de la cuarta inyección, el adolescente comenzó a sudar y despedía un olor que a su padre le evocaba a un caballo. Le dolía el cuerpo y fue llevado a múltiples centros médicos de Hato Mayor y San Pedro de Macorís.

“Desde que me comenzaron a decir que él podía perder su pierna tuve que salir (de la sala) porque me iba a desmayar”, recuerda la madre de “Saúl”, que prefirió reservar su nombre.

El largo y costoso periplo médico se terminó en la capital, en el hospital Dr. Francisco Moscoso Puello donde, por las avanzadas complicaciones, le amputaron la pierna derecha. “Les dije que me la cortaran porque ya no aguantaba más el dolor”, recuerda el adolescente.

El 22 de diciembre de 2018, “Saúl” tenía un mes en el hospital. Su preocupación era pasar la Nochebuena en el centro donde se recuperaba y monitoreaban un dedo del pie izquierdo que estaba ennegrecido. Su madre lo observaba sentada al lado de la cama mientras él usaba su teléfono celular para distraerse. Atrás quedó el sueño de jugar con los Marineros de Seattle y ser como el bateador David Ortiz, cuyo mote el Big Papi también se lo decían en el pueblo a “Saúl” por su fuerte contextura física y sus 7 pies y 2 pulgadas de estatura. Ahora piensa en quizás estudiar Agronomía en la universidad.

En diciembre, en medio del proceso judicial, el padre de “Saúl”, Melanio Pérez, desistió de la querella que presentó ante la Justicia en contra del entrenador. Su abogado, Santiago Viloria, argumentó que “no hubo acto de mala fe” de parte del entrenador “ni intención de hacerle daño al joven”. A pesar del cambio repentino, el Ministerio Público prosiguió con el caso amparándose en los derechos del menor, las leyes y el Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes.

“Saúl” pudo pasar la Nochebuena en su casa en Hato Mayor. Allá lo visitaron en enero la embajadora de los Estados Unidos, Robin Bernstein; el exlanzador de las Grandes Ligas, Pedro Martínez, y el director del Hospital General Dr. Vinicio Calventi, Orlando Vargas Almonte. Se comprometieron a ayudarlo con su tratamiento y a hacer llegar una comunicación ante el Comisionado de las Grandes Ligas, para que tome cartas en el asunto.

La Ley General de Deportes atribuye al Estado y a las organizaciones de deporte privado y público encarar la lucha contra el dopaje porque atenta contra la ética deportiva y la salud de los atletas. Pero las disposiciones de la legislación no se cumplen, reconoce Pinedo, quien además es director de la Agencia Nacional Antidopaje.

—Esta ley que usted dice que no se cumple, ¿quién es que no está haciendo su trabajo?

—¿Quién tú crees? Toda la sociedad deportiva. Todos nosotros somos copartícipes de que la ley de deportes no se cumpla.

—¿Pero, no se cumple porque no hay maneras de hacerlo o porque no se quiere que se cumpla para no afectar algunos beneficios?

—Puede ser eso, realmente nadie entiende por qué no se cumple la ley de deporte.

Pinedo entiende, no obstante, que la legislación debe ser modificada, pues resulta inadecuada para el momento actual. Señala el hecho de que no establece tipo de sustancias prohibidas ni los procedimientos que se deben implementar.

En el Congreso Nacional reposan al menos dos iniciativas de propuestas de ley para regular el dopaje. Una de ellas es del comisionado nacional de béisbol, Ricardo (Ricky) Noboa, que en noviembre de 2018 presentó una carta de intención de su propuesta ante el presidente del Senado, Reinaldo Pared.

En la carta plantea la necesidad de asumir con mayor determinación la responsabilidad del Estado para incentivar las buenas prácticas deportivas, entre ellas, el control del uso de sustancias prohibidas con sus sanciones penales. Plantea que las sanciones sean drásticas y que las consecuencias del uso de las sustancias involucren a todos los agentes del sistema, sean entrenadores, prospectos, scouts, masajistas y representantes de ligas, clubes, programas y academias.

La otra iniciativa corresponde al senador por la provincia San Cristóbal, Tommy Galán. En ella plantea como objetivo el preservar la salud de los ciudadanos y el juego limpio e instituye las pruebas antidopaje para los deportistas, funcionarios y personas particulares que corresponda. Además, crearía una Comisión Nacional Antidoping.

En la actualidad existe la Agencia Nacional Antidopaje que tiene entre sus funciones dictar las normas de procedimiento para el control del dopaje, según la actividad deportiva a verificar, y planificar y supervisar la efectiva realización de los controles de dopaje.

Pinedo, quien representa a la Agencia, aclara que su campo de acción se limita al deporte olímpico, no al particular. En cambio, Marcos Díaz, quien además de viceministro de Deportes es miembro del Comité Ejecutivo de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA), un órgano público-privado conformado por los gobiernos y los confederados de los comités olímpicos a nivel mundial, asegura que la Agencia Nacional tiene potestad en todo el deporte dentro de los límites fronterizos del país.

Lo anterior, explica, es porque desde septiembre de 2012, la República Dominicana se adhirió a la Convención Internacional contra el Dopaje en el Deporte, un acuerdo firmado en París, en el marco de la convención de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que adoptó el Código Mundial Antidopaje.

Como documento mundial estatutario, el Código define lo que hay que cumplir en ese ámbito de dopaje, y adquiere categoría de ley sustantiva en los países que asumen la Convención.

“Pinedo es (la) autoridad nacional de control de dopaje a nivel de la estructura de ley, es responsable en (dentro de) todas las fronteras (nacionales)”, enfatiza Díaz.

Entrenadores desconocidos

En la República Dominicana no hay registros formales de la cantidad de programas que preparan a menores de edad para ser beisbolistas profesionales, pero los que se dedican a este negocio y el ministro de Deportes, Danilo Díaz, los estiman en más de 1,000. A estos no se les requiere licencia para ser entrenadores.

“Yo me pongo un pito en un cuello y agarro un bate por ahí y digo que soy entrenador”, cuestiona Miguel Batista, un exlanzador criollo que jugó para las Grandes Ligas. “¿Qué te garantiza a ti que, porque yo haya pitcheado 20 años en Grandes Ligas y haya jugado en la liga dominicana 26 años estoy capacitado para enseñarte a tu hijo? ¿Por qué fui un buen pelotero? Yo tengo que ver si tengo alguna capacidad sicológica para bregar con niños”.

Ya desde el año pasado la MLB desarrolla en el país el Trainer Partnership Program, en el que a cambio de apoyo para capacitación y acceso a los equipos, se invita a entrenadores independientes a que se adhieran y se comprometan a que sus peloteros –con su consentimiento y el de los padres o tutores- sean sometidos a análisis para verificar el uso de sustancias prohibidas, aunque no estén firmados por un equipo de Grandes Ligas. Solo en la República Dominicana habían 36 entrenadores adheridos en su primera fase.

“Se ha perdido un tiempo en darle respuesta a este problema”. Danilo DíazMinistro de Deportes

El año pasado se hicieron 290 pruebas en la República Dominicana a menores de entre 13 y 16 años y el 100 % no estaba limpio, indica Jorge Pérez-Díaz, vicepresidente senior y asesor legal especial de asuntos internacionales y litigios de la MLB.

El ministro de Deportes adelanta que esa cartera se encargará de supervisar, certificar o dotar de licencias a los programas y ligas, y quienes no se adhieran a esta norma no serán tomados en cuenta para firmar con equipos de las Grandes Ligas. Al preguntarle si tienen capacidad para supervisar a más de 1,000 programas, dijo que se creará una estructura que va a ser entrenada para la inspección y supervisión que incluirá la incorporación de personal para esos fines.

Al cuestionarle que desde 2005 existe una ley deportiva que contempla consecuencias penales por el dopaje pero son escasos los sometimientos, responde que se necesitaba crear la estructura que se está gestando para certificar. “La Ley del Deporte contempla muchas cosas y esa es una de las leyes que nosotros necesitamos reformar (...) Podría ser una nueva ley pero yo pienso que nos podemos apoyar en esa para reformarla”.

En el país no hay registro que permita conocer la cantidad de personas que muere por uso de esteroides. La vocera de la Procuraduría informó que desde el Inacif no manejan la variable de muertes por uso o consumo de drogas o sustancias controladas.

El Ministerio de Salud Pública, a través de la Dirección General de Epidemiología, engloba en una sola categoría los eventos adversos por uso de drogas y medicamentos, que durante el 2018 registró 10,388 casos y unos 1,315 en lo que va de 2019. Pero el reporte no especifica tipos de eventos y el Ministerio tampoco ofreció el dato cuando se le requirió. Dice que no lleva ese registro.

El ministro de Deportes reconoce que el Gobierno está actuando tarde para enfrentar un problema de dopaje que ocurre desde un tiempo indefinido en un juego que es símbolo cultural.

“Se ha perdido un tiempo en darle respuesta a este problema”, afirma.

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• Lea el reportaje anterior de esta serie de investigación: La caja tramposa que trae la pelota dominicana

Editora de Economía y docente de periodismo. Se ha especializado en periodismo de investigación, multimedia y de datos.

Es periodista en Diario Libre.