David Beckham desata una locura bien justificada
Metas. Amante del trabajo duro, "Becks" desea ponerse a las órdenes de Fabio Capello.
IRDNIND, Austria. David Beckham ha desatado la locura en esta modesta localidad, donde un año después de su primera visita, explica con su comportamiento la pasión que le convirtió en ídolo.
Representa el extremo opuesto al "indomable Thomas Gravesen", con un comportamiento ejemplar ante millones de aficionados que le idolatran por todo el mundo. Beckham gana adictos por segundos por los países que pasa, rebajando la imagen de futbolista estelar e ícono publicitario.
"Becks" acaba su jornada de trabajo diario, como interpreta sus entrenamientos, y con una sonrisa en el rostro firma centenares de autógrafos, posa con paciencia y desata la locura. Gravesen, al que no se le ha visto firmar una sola vez en trece días, desafía con su silencio a los medios cuando, obligado, pasa entre ellos para dirigirse al coche, donde con cara de pocos amigos ignora los gritos de una educada afición.
"Ellos pagan por verme entrenar. Es lo mínimo que puedo hacer", dice Beckham a Efe después de dedicar quince minutos a firmar a todos los aficionados que acuden al entrenamiento. Lo repite cada día. "Pasan frío, calor, se mojan. Tengo que ser respetuoso y dedicarles el tiempo que merecen. Pienso que para jugar bien hay que entrenar bien".
"Ellos pagan por verme entrenar. Es lo mínimo que puedo hacer", dice Beckham a Efe después de dedicar quince minutos a firmar a todos los aficionados que acuden al entrenamiento. Lo repite cada día. "Pasan frío, calor, se mojan. Tengo que ser respetuoso y dedicarles el tiempo que merecen. Pienso que para jugar bien hay que entrenar bien".
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