Igual que ellos hicieron

Por varios años los chinos han sido un competidor formidable. Han ofrecido inversiones a otros países, extendido créditos y comprado productos básicos, pero han también desplazado sus manufacturas en los mercados internacionales. Gracias a sus grandes obras de infraestructura, a sus manipulaciones del valor de canje de su moneda, a sus apoyos encubiertos a exportadores locales, a los vínculos de las empresas con el Estado, a la copia de tecnología foránea y a sus agresivas prácticas comerciales, China logró en pocos años convertirse en imbatible suplidor de manufacturas baratas para el resto del mundo, logrando altas tasas de crecimiento económico en base a un amplio superávit de comercio exterior.

Pero los procesos económicos inducidos y desbalanceados, como el ocurrido en este caso, tienden a crear condiciones opuestas a su continuación indefinida. El aumento en el costo de la mano de obra, las presiones por un incremento en el tipo de cambio, la inflación en los bienes no transables y la creciente urbanización han provocado un gran aumento en la demanda por importaciones, y a la vez erosionado el margen de ventaja de los productores chinos respecto de sus competidores de otras naciones.

Un ejemplo de ello está ocurriendo en la industria azucarera. Los fabricantes chinos elevaron una queja al gobierno de que azúcar importada ha estado inundando el mercado doméstico, haciendo caer su precio a niveles que no cubren los costos locales de producción. Alegaron, igual que hicieron las industrias en otros países afectadas por la entrada de productos chinos, que se trata de una competencia injusta, basada en subsidios y prácticas comerciales desleales.

El gobierno chino inició una investigación que abarca los últimos cinco años, pero fue el propio gobierno que al fijar un alto precio de venta interno para el azúcar atrajo importaciones desde Brasil, Tailandia, la India y otros lugares.