Ventajas modificadas

Entre las teorías económicas, una de las más longevas y apreciadas es la de la ventaja comparativa, la cual explica por qué un país exporta algunos tipos de bienes y servicios e importa otros. En ciertos casos la respuesta parece extremadamente obvia, como sucede con el petróleo crudo y sus yacimientos. Pero para la gran mayoría de los casos el resultado no es tan evidente y predecible, entonces la teoría es más útil al indicar que en materia de comercio, como en los postulados de Einstein, todo depende de la relación entre sus componentes.

Sin que entremos ahora en los detalles de la ventaja comparativa, es importante mantener presente que ésta varía con el paso del tiempo, pudiendo ser que artículos antes exportados sean posteriormente importados y viceversa. Esos cambios pueden ser transitorios, un ejemplo son las situaciones en las que una mala cosecha obliga a importar un producto que normalmente se exporta. Pero también pueden ser consecuencia de modificaciones más duraderas en la estructura productiva de un país o en las de sus socios comerciales, reflejan en esos casos una tendencia más persistente.

La pandemia ha introducido modificaciones en el comercio internacional, derivadas de variaciones en las ventajas comparativas de los países involucrados. Los cierres de actividades económicas, las alteraciones en el transporte de carga y pasajeros, las escaseces de insumos, las diferencias en el impacto del virus, y la disparidad en los procesos de recuperación, han afectado la integridad de las cadenas de producción, los esquemas de consumo, los costos y los niveles de demanda. Un punto que se debate es si esas modificaciones serán temporales, o si algunas de ellas llegaron para quedarse.

Los indicios y las expectativas apuntan a que serán por lo general transitorias, en gran parte porque el virus no afecta a las maquinarias, equipos, edificaciones, energía, tierras, ganado, infraestructura, minas y demás recursos de capital no humano.