El futuro le pertenece a la izquierda, no a la derecha

Los regímenes liberales demostraron ser incapaces de resolver problemas surgidos de políticas liberales

El entonces candidato a la presidencia de Francia Emmanuel Macron. (EFE)

Por el momento, los derechistas están prosperando, pero su auge es autolimitado

Matteo Renzi, ex primer ministro de Italia, se está preparando para formar su propio movimiento político centrista, muy parecido a La République en Marche del presidente francés Emmanuel Macron. Un nuevo grupo centrista en el Reino Unido también ha generado entusiasmo, aunque por diferentes motivos. Indudablemente, los pro-europeos liberales no se van a rendir sin luchar.

Pero las probabilidades de éxito no parecen buenas para muchos de ellos. Hay motivos por los que la democracia liberal está en declive. Los regímenes liberales han demostrado ser incapaces de resolver los problemas que surgieron directamente de políticas liberales como los recortes fiscales, la consolidación fiscal y la desregulación; la inestabilidad financiera persistente y sus consecuencias económicas; un aumento de la inseguridad entre las personas de bajos ingresos, agravada por el cambio tecnológico y las políticas de apertura a la inmigración; y fallas en la coordinación de políticas, por ejemplo, en las medidas estrictas contra la evasión fiscal global.

Cuando se desató la crisis financiera, los gobiernos de Europa continental no tomaron el control total de sus sistemas bancarios; no tomaron medidas estrictas contra las bonificaciones; ni gravaron las transacciones financieras. No aumentaron los impuestos corporativos ni impuestos sobre la renta para contrarrestar los recortes en el gasto del sector público. No endurecieron las políticas de inmigración.

Las estadísticas económicas habituales no reflejan cómo las vidas de las personas con ingresos más bajos han cambiado en las últimas dos décadas. El estancamiento de los ingresos reales disponibles es importante, pero también son importantes la menor seguridad laboral y la reducción del acceso a los mercados de crédito e hipotecas.

Creo que el rechazo contra el liberalismo se producirá por etapas. Estamos en la etapa uno: la fase antiinmigración al estilo de Trump. La inmigración conlleva beneficios económicos netos, especialmente a largo plazo. Pero también hay perdedores, reales e imaginarios. La decisión de la canciller Angela Merkel de abrir las fronteras de Alemania a 1 millón de refugiados en 2015 se justificó por razones éticas y estoy seguro de que traerá beneficios a largo plazo. Pero se convirtió en una crisis porque ella no preparó políticamente a su país.

También el euro fue una construcción liberal bajo condiciones favorables pasajeras. En cuanto estalló la crisis, los políticos hicieron lo mínimo necesario para garantizar su supervivencia, pero no lograron resolver los problemas subyacentes, que hoy en día se expresan como desequilibrios que no logran autocorregirse. Sin un solo activo seguro ni una unión bancaria genuina, la eurozona seguirá siendo propensa a las crisis financieras.

La democracia liberal ha logrado derribar barreras comerciales, proteger los derechos humanos y fomentar sociedades abiertas. Pero la incapacidad de manejar las consecuencias sociales y económicas de esas políticas ha hecho que los regímenes liberales sean inherentemente inestables.

Por ahora, la derecha está prosperando gracias a la reacción contra la inmigración. Pero su auge es autolimitado por dos razones. Primero, las políticas derechistas no están teniendo éxito ni siquiera según sus propios términos limitados. Un muro en la frontera con México no detendrá los flujos migratorios hacia EEUU más que la renacionalización de las políticas de inmigración en Europa. Y segundo, sospecho que la inmigración pronto será reemplazada por otros asuntos, como el impacto de la inteligencia artificial en la subsistencia de la clase media; los crecientes niveles de pobreza; y la dislocación económica derivada del cambio climático.

Éste es un ambiente político que favorece a la izquierda radical sobre la derecha radical. A la derecha no le interesa la pobreza y sus partidos están llenos de miembros que niegan la existencia del cambio climático. Quizás algunos populistas de derecha hablen el idioma de las clases trabajadoras, pero es más probable que sea la izquierda la que proporcione soluciones a estos problemas

La política determinante de la izquierda será la tasa impositiva del 70 por ciento propuesta por la novel congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez. La cifra no es lo que importa, sino la determinación de revertir una tendencia de 30 años hacia un menor gravamen de los ingresos y ganancias muy elevados. Seguramente esta política provocaría daños colaterales. Pero desde la perspectiva de la izquierda radical, el daño colateral es una promesa, no una amenaza.

¿Y qué hay del centro radical? El Sr. Macron ha demostrado que el liberalismo popular puede tener éxito como estrategia electoral. Pero hay factores específicos del sistema electoral francés que favorecieron la victoria del Sr. Macron en 2017. Y es demasiado pronto para juzgar si sus políticas reales cumplirán los deseos de sus votantes. Italia también es candidata a una revolución al estilo de Macron, pero eso no puede resolver por sí solo los problemas profundamente arraigados del país.

El impacto económico y social de las políticas liberales varía según el país. Hasta ahora, Alemania ha evitado la espiral descendente gracias a su posición única dentro de la eurozona y su base industrial que aún es relativamente fuerte. Pero hay que ver lo que sucede cuando la fuerza irresistible de los coches eléctricos choque con el objeto inamovible de los conductores de coches con motores de combustión interna.

Hemos entrado en una era que favorecerá el radicalismo antes que la moderación y la izquierda sobre la derecha. No va a ser la era de Donald Trump.