Informalidad parcial

Si nos llevamos de lo que se dice acerca de la informalidad, tendremos que concluir que los trabajadores del país se dividen en dos grupos, casi a partes iguales: los que tienen empleos formales y los que laboran en la informalidad.

Se puede pasar de uno a otro grupo, en ambas direcciones, pero parecería ser que en un momento específico o se está en un lado o se está en el otro, si es que no se está desempleado.

La realidad económica, sin embargo, es reacia a las simplificaciones.

Muchos de los que trabajan en el sector formal participan en actividades informales. La cajera del banco que hace pastelitos y dulces para vender. El técnico de una telefónica que al salir del trabajo da mantenimiento a computadoras. O puede ser el electricista de una industria que repara instalaciones y electrodomésticos a domicilio.

Quizás el maestro de escuela pública que ofrece clases particulares. O el chofer que en sus horas libres transporta personas en su carro. O el mecánico que labora en una fábrica pero también repara motores, equipos y vehículos por su cuenta. O la enfermera de una clínica que cuida pacientes en sus hogares.

O bien, para no seguir con una lista interminable, el contador o auxiliar de contabilidad de una empresa que saca tiempo para asesorar a personas y negocitos sobre cómo llevar sus cuentas, y cómo reducir el pago de impuestos.

En sociedades como la nuestra, la informalidad, total o parcial, es una respuesta a la inestabilidad, escasez y baja remuneración de los empleos formales, lo que obliga a improvisar para poder mantener una familia.

Como los sueldos son bajos y en caso de despido no es fácil conseguir otro empleo formal rápidamente, muchos consideran que es más seguro y rentable tener también algo adicional, propio o con terceros, libre de escrutinio fiscal, a fin de complementar sus ingresos y poder contar con algo si la ocupación en el sector formal llega a su fin.